Trabajo Ingresá
Trabajo

Planta de ensamblado automotriz Chery-Socma SA. Foto: Fernando Morán (archivo, mayo de 2008)

Cuatro puntos de vista sobre la automatización en el mundo del trabajo

5 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago
Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Un sacerdote católico, una ingeniera, un experto en educación y un abogado compartieron sus visiones sobre la transformación estructural en el mercado de trabajo uruguayo y las oportunidades y desafíos que se presentan por delante, tanto individual como colectivamente. La charla fue parte del ciclo Uruguay 2030, que organiza la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) para abordar, desde diversas perspectivas, los cambios en el trabajo de cara a esa fecha.

Deep learning y experiencias

Karina Santo, ingeniera y directora de K2B, sostuvo que hoy el desafío es el deep learning, como se le llama a la inteligencia artificial (IA) que intenta imitar el cerebro humano. “El año pasado un programa triunfó frente al campeón mundial de un juego mucho más difícil que el ajedrez; lo interesante no es esto, sino ver cómo lo hizo”, dijo, y contó que no se le enseñó a la máquina a ganarle a esta persona en particular, sino a aprender a jugar: “Se le dieron una serie de partidas y, a partir de estas, la máquina aprendió”. La clave que diferencia a la inteligencia artificial de la humana vino después: la computadora jugó contra sí misma diez millones de veces, y aunque eso no la hizo más inteligente, sí la llevó a conseguir el éxito. Este ejemplo muestra, para Santo, que “la competencia hoy no está en la inteligencia, sino en la velocidad a la que se puede aprender”.

Nuestros comportamientos de consumo están siendo almacenados –de eso ya no hay duda–; lo que se discute es el uso que se les está dando a esos datos. Para Santo, por el momento, “sólo sirven para levantar alertas” sobre los cambios que se puedan dar en las que se establecieron como nuestras “trayectorias de consumo”. También están sirviendo a un cambio en el modelo de negocios, que ya no se basa ni en productos ni en servicios, sino en experiencias, en donde además interviene la llamada economía colaborativa. “A veces se piensa que la revolución tiene que ver sólo con la tecnología, y ese es un concepto absolutamente equivocado”, afirmó, y puso como ejemplo a las plataformas colaborativas: “La gran diferenciación de Uber estuvo en pensar cuál era la experiencia que le quería generar a un usuario mientras se traslada, y no tiene que ver con poder llamar a un móvil desde un celular, sino con que el auto esté limpio, que nos atiendan bien, que no tengo que sacar plata para usarlo, que puedo seguir el viaje de mi hijo”, ejemplificó. Para Santo, la necesidad de incluir a la tecnología es “inminente” y no debería ponerse en cuestión: “No podemos jugar contra ella, sino con ella”, afirmó.

Si bien en la mayoría de los casos se entra al mundo del trabajo durante la adolescencia o la juventud temprana, lo que sucede durante los años previos podría determinar los pasos que demos en ese camino. Para Santo, los impactos de las innovaciones tecnológicas hacen que seamos “menos capaces de atender”, o que “le dediquemos menos tiempo”, por lo que propone que “en vez de invertir 100% del tiempo durante los primeros 20 años de vida a aprender, le dediquemos 20% de nuestro tiempo durante toda la vida”. Por otro lado, propone que el sistema educativo cambie su ruta de “enseñar contenidos” a “enseñar a aprender”. Otro desafío surge de la habilidad de desaprender, que “a veces resulta más útil” que aprender, y “muchas veces nos cuesta más”.

Los requisitos del mercado laboral también están cambiando, dijo: mientras que hace 20 años el foco estaba en el conocimiento técnico y el cumplimiento, hace una década se buscaban habilidades blandas, como empatía, resiliencia y flexibilidad, y “hoy vamos por innovación, creatividad, aprendizaje y desaprendizaje continuo”.

Crecimiento, siembra y poda

Para Fernando Filgueira, director de Eduy21, las neurociencias –su campo de experiencia– permiten entender el proceso de conformación de las conexiones neurales y el de aprendizaje, y dan cuenta de “dos ventanas de oportunidades absolutas”: en la infancia y en la adolescencia y juventud. Según explicó, entre los últimos tres meses de gestación y los cuatro años del niño se da el mayor crecimiento de la red neuronal, que llega a su etapa más densa, y luego, entre los cinco y los diez, se siembran los conceptos más importantes. A partir de los 11 y hasta los 20 el adolescente va a “podar”.

Opinó que es “ineludible” un sistema de transferencias de recursos hacia las familias, algo que todos los países más ricos y que se consideran desarrollados han implementado, con resultados que están a la vista. El “problema” de Uruguay es que el “músculo redistributivo” del Estado es “más fuerte al final de la vida de las personas que en los primeros años”, que es donde está la llave.

Filgueira dijo que si bien hay procesos novedosos en la automatización que estamos atravesando, esta no es, en sí, algo nuevo; la novedad tiene que ver con que estamos automatizando elementos no manuales, es decir, cognitivos, y que lo estamos haciendo a una velocidad muy rápida. “La acumulación de información, además, hace que podamos automatizar mucho más rápido todo”, agregó.

El tiempo y la productividad

Según Eduardo Ameglio, abogado de Guyer & Regules, todo el derecho del trabajo está ordenado en función del tiempo, un paradigma que está obsoleto y que fue establecido al menos un siglo atrás. Por esa razón cree que las leyes laborales se deben “flexibilizar”. Su propuesta: “limitar los ciclos en los que se mide la carga de trabajo”, que serán diferentes según el tipo de labor.

Ante el aumento creciente del trabajo por cuenta propia, este abogado sostuvo que “el país se debe” una regulación para el trabajo autónomo –no contemplado por el derecho del trabajo– y que podría reparar esa ausencia con “cosas muy simples”, como “un derecho de preaviso para rescindir el contrato, una indemnización tarifada, el derecho a las pausas”, entre otras.

En términos de negociación colectiva, sostuvo que falta el “factor productividad” –que “es lo que hoy importa”–, consecuencia de que nuestro sistema es “excepcional en el mundo”. Ameglio propuso la retirada del Ejecutivo de la negociación, en el entendido de que esta no sólo “es un problema que se compra el Estado”. “Creo que el sistema está maduro como para que el gobierno se quede en el orden público y se limite a mediar en la fijación de los salarios mínimos, y después que sean los sindicatos y las empresas los que negocien los ajustes”, opinó.

Por último, consideró un “error histórico” desandar el camino del “fomento del ahorro individual” instalado en 1996. Utilizando un texto que analizaba las políticas en seguridad social recomendadas por el Consejo de Washington para las economías latinoamericanas en los años 90, dijo que los sistemas mixtos de tres pilares contributivos “reúnen ventajas de ambos modelos y reducen las desventajas”. Respecto de cuestionamientos actuales, como la situación de los “cincuentones”, dijo que se está “probando” al sistema “antes de tiempo” y que lo ideal sería hacerlo “dentro de diez años”, cuando “esté maduro”. Las reformas posibles deberían apuntar a “consolidarlo” por medio, por ejemplo, de “mejorar la calidad de control”, “crear un tercer fondo para los jóvenes, un poco más agresivo, con un poco más de volatilidad” y “darles a las AFAP [Administradoras de Fondos de Ahorro Previsional], cuando el sistema esté maduro, la posibilidad de invertir en el exterior”, y “fomentar el ahorro individual voluntario” mediante “beneficios tributarios y educación financiera”.

El lenguaje de la comunidad

Según Pablo Coímbra, sacerdote católico y asesor doctrinario de ACDE, el lenguaje “deforma la realidad” y, en este sentido, el error ha sido “utilizar el lenguaje de la tecnoeconomía para hablar de la cultura”. “La definición de empresa que nos da la economía no es otra que una organización que tiene como propósito maximizar la rentabilidad”, dijo, algo “bastante pobre frente al misterio de para qué vivo, para qué existo”. “La ciencia se pregunta cómo, y así busca explicar las cosas, pero la pregunta más profunda, la que hacemos todos más allá del tiempo, son las básicas acerca del origen humano, el destino y la muerte. Es cierto que la empresa tiene que ser rentable para pagar sueldos e impuestos justos, cobrar y pagar precios justos, pero no es suficiente: también su propósito es el bienestar físico, moral, espiritual y social de todos sus integrantes”, agregó. Pidió por “empresarios genuinos” y “no especuladores”, que “pretendan hacer de su empresa una comunidad de personas”. A modo de ejemplo, aconsejó crear “estructuras humanizantes y relaciones humanas mediante lo que el papa Francisco llama la ‘cultura del encuentro’”.

¿Te interesa el trabajo?
Suscribite y recibí el newsletter de Trabajo en tu email.
Suscribite
¿Te interesa el trabajo?
Recibí el newsletter de Trabajo en tu email.
Recibir
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura