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Ignacio Otegui

Foto: Andrés Cuenca

Ignacio Otegui: “El país pierde entre 350 y 450 millones de dólares por año por errores de productividad de la construcción”

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El dirigente gremial sostiene que el sector hoy está “mejor que en el boom de 2012” y pronostica tres años “difíciles”.

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“Ya cumplí. Lo que pude hacer lo hice y lo que no pude, vendrán otros que lo harán. No creo que le deba nada a la industria”. Después de 23 años como presidente de la Cámara Uruguaya de la Construcción, Ignacio Otegui, de 67 años, dejará el puesto en octubre. Pronostica tres años difíciles para el sector y afirma que de los 11 proyectos licitados por el modelo de participación público-privada (PPP) apenas se iniciarán dos el año que viene. También duda de la instalación de UPM y sostiene que “aunque se concrete, no mueve la aguja” en términos de empleo.

En esta nota –la primera de una serie de entrevistas a dirigentes empresariales locales– recogemos el perfil de alguien que, según dice, “cambió la lógica” de la gremial que preside, al quintuplicar el número de socios, hacerla más transparente y abierta y sacarla del déficit económico. También se refirió a su relación con el Poder Ejecutivo y los partidos políticos a lo largo de estos años, la “dureza” de los vínculos laborales en la construcción, la Ley de Responsabilidad Penal, la herramienta de la Confederación Empresarial, la baja representación femenina en los puestos de poder y el desafío de aumentar la productividad, entre otros.

Apretada de clavijas

Aunque ahora vive en Pocitos Nuevo, Otegui fue criado entre el Centro y el Cordón, donde compartió hogar con su padre, su madre y seis hermanos. Dice que tuvo una buena infancia y que durante su época escolar y liceal era considerado un “vago” por sus padres: “No por falta de capacidad, sino porque no me gustaba estudiar y así pagué las consecuencias”, recuerda.

Comenzó a trabajar a los 14 años, cuando perdió cuarto año de liceo por “conducta” y su padre lo mandó a la barraca de la familia “sin vacaciones y sin pago”. En marzo del año siguiente retomó cuarto año, lo salvó y luego hizo Comercio –una alternativa al ciclo básico para aprender sobre contabilidad– en la Sagrada Familia. Después de aquel verano, nunca dejó de trabajar y agradece esa “apretada de clavijas” porque entiende que “era la única forma de enderezar a un muchacho que lo único que quería era jolgorio y no estudiar”.

A la construcción entró diez años después; su tío y padrino –hermano de su madre– lo invitó a una empresa constructora como director porque “se había distanciado de quien era su socio y se le hacía cuesta arriba manejar por su cuenta la empresa”. “Me pidió ayuda y se la di”, afirma.

Dos años más tarde su tío falleció de cáncer, con 49 años, y Otegui se quedó con la empresa a cuestas. “Teníamos 11 obras y yo no era profesional ni del rubro. Todo el mundo apostaba a que nos fundíamos, pero yo me propuse terminar hasta la última obra”. Más allá de que reconoce que “fue una etapa dura”, de años “intensos”, también admite que quedó “enganchado” con el rubro.

La rigidez de la construcción

Para Otegui, la industria de la construcción es “dura” y “rígida”, sobre todo en lo que hace a las relaciones laborales: “Con los empleados, con los técnicos y entre los empresarios también”, característica que reconoce como exclusiva del sector –no del país–. Según dice se da así porque “alguien te contrata para que le produzcas un bien determinado y cuando eso está pronto, ya no te necesita más y no te quiere tener cerca porque en general en los procesos de construcción se dan discusiones, a veces fuertes”.

El presidente con más años de sillón

Entró a la cámara como consejero alterno y después de tres o cuatro reuniones, en particular apoyado por el ex presidente de Saceem, Germán Villar, le ofrecieron la presidencia, en febrero de 1992. “Para una empresa chica, no era un tema menor. Era un desafío importante, pero yo tenía idea de lo que quería hacer: quería cambiar la lógica, en todo sentido, y creo que así fue”. En abril de ese año asumió y hoy, 26 años después, ve los frutos: “Tenemos cinco veces más socios y hacemos las reuniones –que antes se hacían afuera– adentro. También se equilibraron las cosas en lo económico, porque cuando asumí tenía fondos en una cuenta corriente para pagar 15 días de presupuesto y nada más. Hoy la cámara está sólida”.

Fue el presidente que estuvo más tiempo en el puesto: 23 años, porque se tomó un corte de dos y medio “por cansancio” entre 2002 y 2005. La experiencia más dura en la dirigencia la tuvo un año después de asumir la presidencia, durante la huelga de 87 días –“la más severa que recuerdo en la industria”– entre mayo y agosto de 1993. La llave que la cerró fue la creación de los Fondos Sociales de la Construcción, una propuesta que dice que elaboró en conjunto con el entonces presidente del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (SUNCA), Lirio Rodríguez, y el secretario general, el ahora director nacional de Trabajo, Jorge Mesa. “Fue difícil porque nadie quería sembrar para el futuro. Todos querían contabilizar los daños que tenían y tratar de retomar las obras de una vez por todas. Salimos machacados todos: los trabajadores y sus familias, las empresas y los clientes”. Consultado al respecto, dice que en estos años aprendió junto con el SUNCA a “tener una confianza razonable unos con otros, a decirnos las cosas sin anestesia, pero tampoco lo hacemos públicamente. Lo hacemos en un cuarto”.

Visiones

A Otegui le parece “un exceso” la cuota de empleo de 4% para personas con discapacidad en empresas del sector privado con más de 25 empleados que propone la ley apoyada por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, en tratativas en el Parlamento. Tampoco está de acuerdo con la Ley de Responsabilidad Penal Empresarial de 2014, que establece el compromiso de los empresarios cuando estos incumplieren con las normas de seguridad y salud. “Ahora que es ley hay que cumplirla”, dice, mientras que, consultado por la incidencia en la baja de accidentes laborales, afirma que no hubo tal, y que la caída se explica porque “tenemos 40% del personal que teníamos”.

Para Otegui la “mayor parte” de los accidentes “ocurren en el segmento de empresas chicas que están en la informalidad”. “¿Quién te pensás que hace las obras de los asentamientos, donde viven más de 200.000 personas? Eso es todo informal, pero así como no entran la Policía ni los médicos, ¿van a entrar los inspectores del BPS [Banco de Previsión Social]? Es más lógico controlar al que está que al que no está”, concluye.

Si bien pasó por gobiernos de todos los partidos políticos –los colorados Julio Sanguinetti, Jorge Batlle, el nacionalista Luis Alberto Lacalle y los frenteamplistas Tabaré Vázquez y José Mujica– se define abiertamente como “blanco”, aunque no está afiliado ni simpatiza con ningún sector en particular. Sostiene que, aun así, con todos los mandatarios tuvo “una relación equilibrada”. “A veces agradé y otras no, pero es parte”.

De cualquier forma, reconoce que “a veces el [Poder] Ejecutivo nos complica más de lo que nos simplifica. No sólo en los Consejos de Salarios”. Por ejemplo, “en plena huelga recurrí al ministro de Economía y Finanzas [Ignacio de Posadas] y me dijo: ‘Yo tengo que velar por el país y una de las cosas que tengo es el déficit fiscal. Si ustedes no trabajan por tres meses, este año cierro en cero. Acá no vengas a buscar opciones porque no te las voy a dar’”, recuerda, y asegura que “algo parecido me diría [el actual ministro, Danilo] Astori hoy. Es duro pero es así”.

La segunda experiencia más dura fue más reciente, durante el auge de la construcción de 2012. “El país tenía 5% de desempleo y nosotros 73.000 trabajadores, pero el sector era tierra de nadie. En todo sentido”, afirma. Lo recuerda como “un momento difícil para el país, la industria y para mí”, porque había “20.000 hombres de otros sectores trabajando sin código alguno”. “A ningún sector le fue bien, porque todos estábamos atrás de los trabajadores. Sólo los trabajadores se beneficiaron porque acordaron salarios por encima de lo que hubieran hecho en otro momento”, señala. Para Otegui “esa es la lógica de una economía que se recalienta”, y sostiene que “la industria hoy, con 30.000 hombres menos trabajando, está mejor de lo que estaba en ese momento”.

El efecto inversión

“Este año va a terminar igual. La industria va a seguir planchada y yo con eso igual me quedo conforme, porque, por más que quiera, si no hay inversión no funciona. Nadie construye para comer o para sí mismo, construye para un tercero”, opina, al tiempo que explica que siente que se está “descuidando la inversión”.

Más allá de que reconoce que “sin la modificación de las exoneraciones a la inversión de los últimos años la industria tendría 15.000 puestos de trabajo menos”, considera que “el pueblo uruguayo está muy dividido” en este aspecto. “Nadie va a decir que está en contra de la inversión, sino de las exoneraciones, y eso es lo mismo que decir que se está en contra de la inversión, a fin de cuentas”, concluye. También observa que “el gobierno no tiene plata” y que “sólo le resta poner más impuestos”, pero afirma que “ahí la economía se asfixia en un año”. “Los comunistas, la gente del PVP [Partido por la Victoria del Pueblo] creen que hay a quienes sacarles más por impuestos, pero yo creo que no. Estamos en un punto en que si le metés mano a eso vas a tener otros problemas, de declive de la inversión interna. Y ahí nos caemos. No hay misterio”, discrepa.

En cuanto a la inversión externa, piensa lo mismo: “¿Acaso se creen que alguien va a venir a poner plata para pagar impuestos acá? Eso no existe en ningún lugar del mundo, ni siquiera en Argentina, Brasil, Paraguay, Chile, que son los países con los que podemos compararnos. La pelea por la inversión es por el trabajo que genera y por el bien que queda. No es por el impuesto. Eso es de otra época”.

UPM y las PPP

El jerarca de la cámara empresarial visualiza que a la industria le esperan tres años “complicados”: “El año que viene es electoral y el gobierno quiere hacer cosas; la oposición trata de que no se hagan, el otro –no importa de qué partido– es el primero del nuevo gobierno y está el armado de la Ley de Presupuesto. Además, si UPM comienza la planta, se vienen tres años complejos”.

Mientras que presidió la cámara, se construyeron la primera planta de UPM –ex Botnia– y Montes del Plata. Ahora, la segunda planta de UPM implicará “un gran desafío”, principalmente porque la finlandesa pidió cuatro requisitos antes de iniciar las obras: “La construcción del ferrocarril, la ampliación del puerto de Montevideo, las vías de accesibilidad donde se va a instalar la planta y de 80 a 120 puentes que se van a tener que hacer de vuelta porque vienen los trenes. Todo eso está en el contrato firmado entre el gobierno y UPM”. Estos proyectos, según estima, podrían generar “entre 2.000 y 2.500 puestos de trabajo”, una cifra que “mueve la aguja pero no es determinante”, si se toman en cuenta los 43.000 actuales. Pero el desafío primero, para Otegui, es la construcción del ferrocarril: “Si no se hace UPM no va a hacer la planta. Es así”. En caso de que se concrete su construcción, se proyectan unos 6.000 puestos de trabajo. “Un lío de la gran siete”, vaticina.

El gobierno de Vázquez apuesta a concretar una docena de obras por PPP en el próximo año. Esta modalidad, según Otegui, es “una suerte de signo de interrogación”. “Son muy difíciles de llevar a cabo, no sólo en Uruguay, sino en el mundo entero. Acá, a dos o tres años de licitadas, las obras no empiezan porque tienen un problema financiero atrás”, señala. Y agrega: “Cuando vos le decís a un privado ‘yo te voy a pagar por la disponibilidad y el uso, pero no te doy garantía’, el privado te mira y te hace pito catalán, salvo que encuentre mecanismos por los cuales quien invierte tenga alguna certeza de que va a cobrar. Nadie va a hacer nada si no hay una razonable responsabilidad en el pago de las cuentas. Uruguay en eso tiene una vieja tradición que ha sido difícil de armar: cumplir con los compromisos. Ahora, en todos los partidos –en algunos más y en otros menos– hay quien dice que no hay que pagar la deuda externa, y esas son de las cosas que complican a quien pone la plata”.

El mayor problema actual, según su punto de vista, son las obras viales, ya que se pasó de una red vial que “estaba subutilizada” a una que se agotó. “La carga se multiplicó por cinco y la inversión a lo sumo por dos”, estimó. De las siete obras viales licitadas por PPP, Otegui proyecta que “a lo sumo se empezará una el año que viene”, mientras que de las cuatro vinculadas a la educación “es probable que se empiece una”.

En cuanto a la expectativa por la reactivación del sector de la construcción en Punta del Este, Otegui hace una reflexión: “De la cantidad de obras que se presentaron, empezaron, con suerte, 25%, y eso tiene que ver con la situación de Argentina”. Su conclusión al respecto es llamativa: “Después de estos años Punta del Este funciona bien cuando Argentina está mal, y cuando Argentina está bien, Punta del Este se achancha”. Según sus pronósticos, entonces, entre este año y el que viene se podrían generar 1.500 puestos de trabajo más en ese balneario.

Construyendo el futuro

De acá a su salida en octubre, Otegui está capacitando a quien será su sucesor, un nombre que por ahora prefiere no revelar. No tiene claro qué hará después de esa fecha, aunque asume que estará “a la orden del nuevo presidente: en una línea de respaldo y de actuar en la medida que pueda”. Asegura que dejará “una cámara bien armada” que “queda en buenas manos”, y aspira a que los próximos presidentes no sigan las características de longitud de sus mandatos: “Todos estos que están a mis espaldas son los presidentes de los últimos 99 años de la cámara. Yo estuve 23 y el que me sigue, diez; antes cambiaban cada dos o tres años. Me gustaría que se pudiera volver a esa lógica”.

El mayor desafío

Según Otegui, al menos 5% de la producción industrial “se pierde por problemas de productividad”; esto es, en términos anuales, entre 350 y 450 millones de dólares. “Eso no lo gana nadie, lo pierde el país. Son errores acumulados y los termina pagando alguien en la cadena”. “No es sólo culpa de los trabajadores. Sería un error establecerlo así. Se equivoca el arquitecto –que lo hacen y mucho–, el ingeniero –que lo hacen menos, porque tienen menos actividad–, la empresa y subcontrato, todo eso se traslada y va en la cuenta final”, explica.

Para resolverlo, decidió impulsar el uso de un software de modelado en tres dimensiones y en tiempo real para disminuir la pérdida de tiempo y de recursos llamado BIM, la sigla en inglés para building information modeling.

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