Trabajo Ingresá
Trabajo

Foto: Federico Gutiérrez

Gustavo Fungi: “El guardavidas tiene que llegar a la playa como lo que es: un servidor público”

7 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

Sobre la profesión de guardavidas y el “cambio de paradigma” del último tiempo.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Con padre y tío guardavidas, Fungi supo desde chico que también quería serlo. Este año, después de 35 rotando por las distintas torres de las playas de Montevideo, se volcó de lleno a la coordinación de la escuela Todos al Agua, de prevención acuática, del servicio de guardavidas de Montevideo. Fungi, quien además es secretario de la Asociación Nacional de Guardavidas, recibió a la diaria el miércoles, después de una noche de tormenta, en el parador de la playa Honda, en Malvín, para conversar sobre esta profesión que considera que es “para gente ‘de la costa’” y en la que visualiza un “grave problema”: la falta de presencia de mujeres.

¿Cómo fue que decidiste ser guardavidas?

Vengo de una familia de guardavidas –mi padre y mi tío lo eran–, por lo que para mí era lo más normal del mundo. Me crie en una torre de guardavidas, en un ambiente festivo por la actitud de mi viejo y de mi tío, pero también había otra cosa que descubrí con los años: la parte solidaria de la profesión, que es intrínseca. Un poco eso, y otro poco porque era una opción laboral muy interesante. Me parecía una figura respetada y un lugar hermoso para trabajar. Para nosotros la playa es el mejor lugar del mundo, porque en general los guardavidas son gente de la costa. Quien no disfruta de la costa no dura muchos años.

¿Cómo es el día a día?

Lo más lindo es llegar e imaginar lo que se va a dar en el correr del día –en el caso de los que trabajamos de mañana–. Hoy es un día gris, tormentoso, ya sabés qué va a suceder: si sale el sol va a hacer mucho calor porque la humedad va a levantar. El mar está medio quieto, planchado, pero en algún momento va a haber un cambio de viento y va a empezar a soplar. Y después de sacar estas conclusiones lo negociás con tu compañero, porque el criterio es sumamente subjetivo, básicamente por la experiencia.

Trabajaste siempre en Montevideo, ¿cómo han cambiado las playas y sus visitantes desde entonces?

Sí, empecé hace 35 años trabajando en Carrasco, en Arocena, y se llenaba. Era otro verano y otra población. Después trabajé en Miramar, en esta playa [la Honda] y en la playa Brava. Básicamente, cambió el aspecto cultural y medioambiental. En lo cultural me refiero a que empecé a trabajar en la dictadura y era bastante difícil el relacionamiento con la Prefectura: había que tener cierto tacto porque no estaban muy claramente delimitadas las áreas. Hoy por hoy se hace un muy buen trabajo con ellos. Por otro lado, siento como que se ha distendido el respeto entre la gente de la playa y a veces con las propias señales que se ponen de prevención. En lo medioambiental hubo un antes y un después cuando el colector empezó a funcionar, y en paralelo el aumento de los plásticos fue notorio. Hace 15 o 20 años aparecieron las cianobacterias y no sabíamos qué eran, y poco a poco la información empezó a llegar. Ahí surgió la bandera sanitaria [roja con una cruz verde en el centro], que indica contaminación, que puede ser, entre otras, de cianobacterias.

¿Cuál es la función del guardavidas?

Puede dividirse en tres. La primera, y la más importante de todas, es la prevención, que se puede catalogar como el izado de una bandera, la comunicación, charlar con un vecino sobre una situación de riesgo o posible riesgo, o lo que se hace en esta escuela, que es educación en prevención acuática. La segunda es la asistencia a una persona en caso de requerirlo, sea en la arena o en el agua. La tercera es la práctica de primeros auxilios a una persona, según el protocolo y dependiendo del grado de ahogamiento [hay seis: el uno es una simple tos, mientras que el seis es el paro cardiorrespiratorio, con una morbilidad de entre 7% y 12%]. Hay una investigación hecha por los guardavidas de Santa Catarina, en Brasil, que hicieron un relevamiento de casi dos millones de casos de intervenciones de guardavidas y 99% correspondió a prevención. Eso dimensiona nuestro trabajo.

¿Es una profesión valorada?

Siento que sí: en la escuela, por mis compañeros, por los vecinos del barrio, para quienes somos personas confiables. Hay un diálogo, un relacionamiento. Claro que también hay excepciones. Ahora, mi trabajo es un buen trabajo y se paga un dinero que en la media de los trabajadores uruguayos podría llegar a ser justo. También contamos con formación permanente.

¿Por qué hay tan pocas mujeres guardavidas?

Ese es un problema. La presencia de la mujer en la playa, en el diálogo con el público, en la educación y prevención y en su accionar, es fundamental. Creo que este rezago tiene que ver con viejos modelos que no son exclusivos de los guardavidas. No hace más de 40 años, en el curso de guardavidas, si no dabas con determinada estatura, siendo hombre, no podías entrar. Son todos rastros de machismos.

¿Qué hacen en invierno?

En el caso del servicio de guardavidas de Montevideo, que es el más longevo –y para mi gusto el más profesional–, hay un modelo que implica que la amplia mayoría de los funcionarios guardavidas son presupuestados y una parte de ellos gozan del franqueo, que implica que por cada día en rojo del almanaque [incluidos los domingos] de la temporada y cada sábado, generan más licencia. Entonces, con esto sumado a la licencia ordinaria, nos reintegramos ya para el entrenamiento y los cursos que empiezan aproximadamente en agosto y van hasta noviembre. Luego hacemos la prueba de suficiencia, que determina si estás habilitado a estar en la playa. En mi caso y el de otros, cumplida la licencia, pasamos a trabajar en la escuela, donde tenemos un programa que se llama “Guardavidas junior” que se trata específicamente de educación en prevención acuática. Se realiza en el Municipio E, en algunas de las escuelas públicas, y contempla 18 clases en piscina y dos talleres. La idea es que sea una experiencia piloto y poder replicarlo en la medida en que se vayan consiguiendo más instalaciones acuáticas.

Señales

¿Pensás que la gente conoce las señales?

Me parece que sí, porque son de sentido común. Si hablo de rojo, verde y amarillo, hay una analogía explícita al semáforo y todo el mundo reconoce qué significa. Yo creo que lo que sucede es que la gente cuando llega a la playa no las busca, y por otro lado, la bandera de la torre de guardavidas no es la más importante de la playa en apariencia [lo dice señalando cinco banderas enormes de publicidad, que son las primeras que se divisan]. Después está la roja que se pone sobre la orilla, que indica que hay una corriente de retorno o un escollo.

¿Qué es la corriente de retorno?

Es lo que los surfistas dicen chupón, y es la causante de 80% de las víctimas fatales en playas. Sucede que la masa de agua entra a la bahía y empieza a acumular agua, pero esta no sigue subiendo indefinidamente sino que en algún lugar al acumularse busca canales de retorno, que pueden ser en lugares naturales, como las rocas y en playas abiertas o grandes, y puede romper bancos –lo que la gente comúnmente llama pozos, pero en realidad es un canal–. En el océano es aun más importante, porque los volúmenes y la densidad del agua y la profundidad son otros. A veces hasta a una persona adulta con agua sólo hasta el pecho le cuesta salir, y es justamente lo que no hay que hacer: ir contra la corriente; en todo caso moverse en paralelo a la costa y salir con las olas.

¿Hay un acatamiento a las señales, en términos generales?

No podría ser tan categórico. Sé que hay compañeros que lo manifiestan, pero pienso que para hacer una afirmación seria habría que investigarlo. Mi percepción es que depende del lugar y el turno. El guardavidas tiene que llegar a la playa como lo que es: un servidor público. Tiene que ser cordial, amable, y expresar cuál es el peligro inminente para que la gente pueda apoderarse de esa información, no hacerlo por imposición y establecer la prohibición. En general funciona. Obviamente, siempre hay alguna persona que no acata las normas, un trasgresor de las normas en general.

¿Cuántas personas mueren ahogadas por año en nuestro país?

Ahí tenemos un problema profundo: la falta de registros comunes entre los rescatistas de los diferentes puntos de Uruguay y la información certera. Porque puede pasar que una persona que tuvo algún grado de ahogamiento llegue al centro hospitalario y que después de días de estar en el hospital muera por infección respiratoria y el certificado de defunción va a ser otro. No hay un seguimiento. Por eso es tan importante la conformación de la Mesa Interinstitucional de Seguridad Acuática, una recomendación de la Organización Mundial de la Salud [OMS] convocada por el Ministerio de Salud Pública en enero de 2018 [y que el viernes retomó la iniciativa con reuniones que serán mensuales]. La primera etapa aspira a un registro único en tres niveles: rescatistas, emergencias móviles y centros hospitalarios. Si esto se cumple, vamos a tener la primera investigación científica de lo que pasa en Uruguay. Los formularios ya están hechos, lo que falta ahora es cambiar las cabezas de los actores, que son todos reacios a los registros. La OMS señala en su último reporte que Uruguay está a la cabeza de los ahogamientos en América, y no sólo los que ocurren en verano, sino todo el año, y 94% de las víctimas fatales ocurren en lugares donde no hay servicio de guardavidas o fuera de su horario de cobertura.

En cuanto al horario de trabajo, coincide en su mayoría con el que es peor para exponerse al sol. ¿Qué opinás sobre esto?

Es un problema, pero la realidad es que hay muchos más. El problema fundamental es que nos falta un Plan Nacional de Seguridad Acuática, que discrimina entre la investigación para ver qué sucede, las acciones de educación y formación y las de legislación. Es un tema que, en el mundo, donde mueren 400.000 personas por ahogamiento todos los años, la OMS lo señala como omiso. Los registros calificados son apenas 5%, lo que implica que el problema es mucho mayor.

¿Guardavidas o salvavidas?

Mi título es de salvavidas, pero en los años 90 hubo un cambio de nombre a guardavidas, que en realidad tiene que ver con un cambio de paradigma: de rescatista pasó a estar en un plano de educador y proveedor de información.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

¿Te interesa el trabajo?
Suscribite y recibí el newsletter de Trabajo en tu email.
Suscribite
¿Te interesa el trabajo?
Recibí la newsletter de Trabajo en tu email todos los jueves.
Recibir
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura