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Martín Varela, Sebastián Ganchou y Guzmán Caballero en BioFraming.

Foto: Gianni Schiaffarino

Una cooperativa de bioconstrucción ya levantó más de 20 casas con un método tan llamativo como sustentable

8 minutos de lectura
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Ecosinergia se fundó oficialmente en 2021 y registró un método constructivo que también le da nombre al proyecto: BioFraming.

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Desde hace un par de décadas, Ciudad de la Costa viene cambiando de forma cada vez más acelerada. Gran parte de esa metamorfosis es propulsada por empresas de distintas industrias que deciden asentarse en la zona, invertir en infraestructura y transformarse así en parte del paisaje con enormes galpones, centros logísticos y paseos de compras. Sin embargo, a la altura del kilómetro 26,500 de la ruta Interbalnearia, del lado sur, hay una construcción que rompe con la monotonía de ese paisaje: una casa de dos aguas, con estilo nórdico, construida en madera y un enorme ventanal mirando hacia el norte, que nada tiene que envidiarle a una de esas cabañas que vemos en cualquier serie sueca de Netflix.

En la casa no vive nadie, sino que funciona como oficina y showroom. La empresa cooperativa que la construyó se llama Ecosinergia y en el fondo de ese terreno hay un galpón donde se producen los paneles de madera compensada y paja de trigo con los que construyen casas sustentables y ecológicas desde hace tres años, basados en un sistema al que denominaron BioFraming.

Métodos tradicionales y bioconstrucción

Martín Varela, coordinador de gestión de la cooperativa, viene de una familia de arquitectos, aunque su carrera comenzó lejos de ese mundo. Inicialmente, se interesó por áreas más vinculadas a la salud y la naturaleza, lo que lo llevó a involucrarse en la jardinería y las huertas urbanas. Su interés por la construcción sostenible nació tras descubrir el concepto de bioconstrucción, una técnica que utiliza materiales naturales como tierra, madera y paja. Inspirado por el arquitecto alemán Gernot Minke, Varela comenzó a investigar y a formarse en este campo, participando en talleres y jornadas de bioconstrucción.

Varela explica a la diaria que la denominada “construcción tradicional” –o, como él prefiere decirle, “construcción convencional”–, que utiliza materiales como el cemento y el hierro, es una de las principales fuentes de emisiones de CO2 debido a la producción y el transporte de dichos materiales. Además, la vida en una vivienda convencional necesita energía para calefacción, refrigeración y otros sistemas, lo que incrementa aún más la demanda de combustibles fósiles y, en consecuencia, las emisiones de carbono. Las casas construidas bajo los estándares de la bioconstrucción no sólo minimizan el impacto ambiental durante el proceso de armado, sino que también, por su alta eficiencia energética, reducen el consumo de energía a lo largo de su vida útil. Varela destaca que estas viviendas no sólo son “carbono neutrales”, sino que son “carbono negativas”, ya que contribuyen a reducir las emisiones en lugar de generarlas.

Al utilizar materiales naturales como la madera y la paja de trigo, el método utilizado por BioFraming contribuye a reducir la huella de carbono en el proceso de construcción. Los materiales, de origen vegetal, tienen la capacidad de absorber CO2 durante su crecimiento, y este carbono permanece almacenado en los materiales de construcción, lo que evita su liberación a la atmósfera. De esta manera, la construcción con estos componentes ayuda a mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero. Es decir, como la paja de trigo se utiliza para la construcción de bloques, el CO2 que almacenó durante su vida se queda ahí, compactado dentro de las paredes de la casa, cosa que no sucedería si fuera quemada.

La bioconstrucción, explica Martín, mantiene un fuerte espíritu comunitario, ya que muchas de estas casas son autoconstruidas por sus propios dueños con el apoyo de grupos que se reúnen en jornadas llamadas “mingas”. En estas actividades, las personas aprenden y construyen juntas para lograr un producto de excelente calidad.

En Uruguay el método fue revalorizado por tres arquitectas pioneras: Rosario Etchebarne, Kareen Herzfeld y Cecilia Alderton. Cada una de ellas juega un rol fundamental en la formación de profesionales y la promoción de estas técnicas. Herzfeld, con raíces alemanas, fue quien realizó la traducción de varios libros de Gernot Minke, haciendo accesible esa información en nuestro país, mientras que Etchebarne impulsó la enseñanza de la bioconstrucción en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República y la UTU. Alderton, por su parte, fue la primera en Uruguay en utilizar fardos de paja como material de construcción.

La búsqueda de la rentabilidad

El grupo de emprendedores tuvo que llevar adelante diversos ensayos estructurales para comenzar el camino de la obtención del documento de aptitud técnica, una certificación indispensable para trabajar con cooperativas de vivienda en Uruguay. Para cumplir con los estándares requeridos, debieron llevar a cabo pruebas rigurosas de resistencia estructural, a las que les seguirán las ignífugas y acústicas. Estos primeros ensayos fueron realizados en colaboración con el Laboratorio de Facultad de Arquitectura, que permitió una validación técnica inicial del sistema constructivo que la empresa ha implementado utilizando madera multilaminada fenólica, un material que ofrece estabilidad y disponibilidad todo el año.

El primer reto se presentó en la resistencia estructural, un aspecto que preocupaba tanto a los arquitectos como a los clientes, ya que las estructuras construidas con materiales alternativos a menudo generan dudas en cuanto a su durabilidad y seguridad, más por una cuestión cultural que técnica, resalta Varela. A pesar de estas inquietudes iniciales, los primeros prototipos demostraron que la estructura construida con eucalipto verde –material que fue utilizado en las dos primeras casas materializadas– presentó un comportamiento adecuado. Aunque se enfrentaron a ciertos inconvenientes en la alineación de los paneles debido a la humedad natural del eucalipto verde, la estructura general se mantuvo firme, sin signos de fisuras u otros defectos. Este éxito fue clave para comprobar la eficiencia del sistema, especialmente en términos de comportamiento térmico. Se registró que las viviendas eran sumamente eficientes y que necesitaban muy poca calefacción en invierno o ventilación en verano, a pesar de haber utilizado en ambos casos ventanas con vidrios simples en lugar de dobles.

Como en cualquier emprendimiento, además de recibir validaciones técnicas, el proyecto necesitaba apoyo financiero y estratégico para que el negocio fuera rentable. La Agencia Nacional de Investigación e Innovación y la Agencia Nacional de Desarrollo otorgaron a la cooperativa recursos para validar tanto el aspecto técnico como el comercial de su sistema constructivo. Posteriormente, la empresa fue seleccionada para participar en Incubacoop, una incubadora orientada a cooperativas, que brindó a los integrantes formación en diversas áreas clave para el crecimiento del negocio, como administración, marketing y ventas. Varela destaca que este apoyo fue fundamental para profesionalizar la gestión de la empresa y fortalecer su equipo humano. Además, Ecosinergia contó con el respaldo de la Mesa Intercooperativa de Canelones, una organización que le proporcionó asesoramiento financiero y acompañamiento en el proceso de consolidación del proyecto.

El BioFraming es una marca registrada de Ecosinergia, y uno de los objetivos centrales de la empresa es la expansión del uso de su sistema constructivo. La visión de la compañía es que su sistema pueda ser adoptado no sólo por cooperativas de vivienda, sino también por familias que busquen autoconstruir sus hogares y por empresas constructoras interesadas en proyectos más sostenibles y amigables con el medioambiente, al igual que sucedió con el steel framing o el wood framing.

La cooperativa diseñó tres modelos de negocio, cada uno adaptado a diferentes necesidades y preferencias del cliente. El primer modelo es la construcción de viviendas llave en mano.

En segundo lugar, desarrolla tipologías prediseñadas. Estos modelos de vivienda incluyen la casa nórdica (como la que oficia de showroom en la ruta Interbalnearia); la casa de 37 metros cuadrados, un diseño compacto con posibilidad de expansión para ajustarse al crecimiento de la familia; y la casa kit, un modelo modular que también puede ampliarse en etapas.

Finalmente, la empresa ofrece un modelo de venta de paneles con capacitación y asesoramiento para autoconstrucción. Este servicio permite a los clientes comprar paneles y recibir formación para construir sus propias viviendas. La empresa proporciona soporte técnico para asegurar que las construcciones realizadas por terceros cumplan con los estándares de calidad y evitar problemas comunes asociados con la autoconstrucción.

Las marcas amigas que lo hacen posible

¿Cuánto cuesta tener una casa sustentable? Martín explica que si tenemos que comparar este sistema constructivo por las prestaciones que aporta, tendríamos que compararlo con una construcción de pared doble de ticholo, con cámara de aire. “Esa construcción capaz que se acerca a nuestras prestaciones, pero no va a llegar al estándar nuestro de aislación térmica, acústica y confort por la regulación que dan las paredes y los revoques de tierra”, detalla. Con esa referencia en mente, BioFraming construye por unos 400 dólares debajo –el metro cuadrado– de ese tipo de edificación.

Por otro lado, y en pro de conseguir sostenibilidad económica, BioFraming consiguió el aval de la banca a través de Santander, que, después de meses de trabajo, aprobó un mecanismo para que los clientes puedan financiar su casa de construcción ecológica; lo define como “un hito clave” en el proceso de la empresa. La cooperativa también mantiene conversaciones con el BBVA y aspira a lograr en algún momento una alianza con la Banca Ética Latinoamericana. “Para nosotros sería el banco ideal, por una cuestión filosófica”, cuenta el coordinador.

“En julio cumplimos tres años desde que se abrió formalmente la cooperativa y siento que depende de nosotros seguir organizados, alineados para que el equipo humano tenga la visión y un propósito en común. En muchas cooperativas pasa que la pata productiva es la más fuerte, pero la parte de ventas y la de administración, porque no es la expertise de quienes formaron la cooperativa, tiende a ser más débil y es por donde puede colapsar todo. Pero gracias a los apoyos, a las formaciones que hemos recibido y a la red de técnicos que nos viene apoyando, hemos podido fortalecer esas patas e irlas equilibrando”, agrega.

Dieron con un buen momento

Varela reconoce que una de las claves del éxito que hasta ahora viene teniendo el proyecto fue el buen timing, ya que hubo emprendimientos similares que años atrás se lanzaron a un mercado demasiado verde (por paradójico que suene). “Es como estar en sincronía con lo que se está dando, que en un mercado tan conservador como el uruguayo, en otro momento, hubiese sido inviable. Pero hoy por hoy hay una apertura de las personas a que se puede construir con otros sistemas y que también es muy importante buscar alternativas en lo que tiene que ver con el ahorro energético y con la eficiencia; incluso hay ya personas que nos buscan por lo ecológico. Se ha abierto un caudal de gente con conciencia de que es importante pensar de qué forma construimos para que las futuras generaciones tengan un planeta donde vivir”, resalta.

De todas formas, aclara que el principal motivo de compra de los clientes de BioFraming es el confort. “El cliente busca tener una casa que se pueda disfrutar y que no te exija tanto invertir en mantenerla. Lo más costoso de mantener cualquier casa no es pintarla cada cinco años o proteger la madera cada tres o cuatro años; lo más costoso es mantenerla fresca en verano y cálida en invierno. De los 12 meses del año, por lo menos cuatro meses ponemos plata en aire acondicionado, leña, en gas o en lo que sea, entonces estas casas son las más económicas en lo que refiere a un mantenimiento global integrado al aspecto del mantenimiento del confort. Después, mantener la casa en lo que tiene que ver con los arreglos o reparaciones no es diferente a otro tipo de construcciones. Si va a haber madera afuera habrá que protegerla como en otra construcción, pero también podríamos revestir todo con chapa en un formato más industrial o con placa cementicia, como se usa en el steel framing, y al interior los revoques de barro. Nosotros recomendamos que sean pinturas más bien naturales o pinturas para cielo raso que permitan que la pared respire”, explica Varela. Si los arquitectos dan el ok, está todo bien.

En este tiempo la empresa y su método también han recibido interés por parte de arquitectos que buscan integrar sistemas de bioconstrucción en sus proyectos. Este interés es más grande aún entre aquellos profesionales que no están familiarizados con la bioconstrucción, pero que desean explorar opciones más sostenibles. Sobre esto, Martín dice que la certificación de los paneles utilizados en el sistema constructivo proporciona una mayor tranquilidad a estos arquitectos, dado que asegura la calidad y fiabilidad del material.

En Uruguay, la bioconstrucción suele asociarse con enfoques más informales y artesanales, en contraste con la construcción convencional. La empresa, sin embargo, viene logrando establecerse como una opción formal y profesional en este campo con más de 20 casas entregadas, principalmente en el este del país, pero también con experiencia en la zona de los barrios privados de Canelones.

La formalización de la cooperativa y su estructura empresarial contribuyen a otorgar una mayor visibilidad y confianza tanto a los clientes como a los arquitectos. Esta profesionalización se traduce en una operación 100% registrada que cumple con estándares reconocidos, reforzando así la seguridad en las inversiones en bioconstrucción.

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