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Estación Experimental INIA Las Brujas, Canelones.

Foto: Alessandro Maradei

En sus mínimos registros históricos, el rubro ovino intenta revertir la caída de las últimas décadas

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Las principales acciones apuntan a producir carne y lana de calidad y a acceder a mercados estratégicos.

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En Uruguay hay 4,7 millones de ovinos, según las declaraciones juradas anuales hechas por productores a junio de 2025. Son datos preliminares, aclara a la diaria Aldo Yiansens, coordinador general del Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL), pero señala una caída de 11,5% respecto de los datos preliminares del año anterior. Si bien alguien puede pensar que no es un número despreciable y que en este país hay bastantes más ovinos que personas, el rubro no para de disminuir. Durante el siglo XX, el promedio de ovinos rondó los 20 millones de cabezas y muchos evocan los casi 26 millones que había a comienzos de la década de 1990, cuando el sobrestock de lana de Australia –líder mundial– desplomó los precios internacionales. Desde entonces, la tendencia ha sido decreciente.

Las primeras ovejas llegaron a estas tierras en el siglo XVII y figuraban, como lanares, entre los animales de las primeras chacras de Montevideo, hace 300 años. Las exportaciones de lana ya se destacaban antes de que Uruguay se constituyera como país y tenían a Europa como principal destino. Federico Piegas consigna en el Anuario 2024 de la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (Opypa) que durante el siglo XX la lana representó más del 30% de las exportaciones del país y que alcanzó un máximo de 65% en la década de 1960. En esos años, las fibras sintéticas y el algodón tomaron protagonismo en la industria textil y se le sumaron otras adversidades, como cambios en la producción mundial, medidas proteccionistas y crisis económicas de los países compradores.

El descenso del rubro lanero ha sido compensado con el crecimiento de la carne ovina y fue el propio SUL el que creó, a mediados de la década de 1990, el “cordero pesado”, un producto con determinadas características (entre ellas que pese entre 34 y 50 kilos al ser faenado) para exportar a mercados de alto valor adquisitivo. En 2024, las exportaciones ovinas fueron de 226 millones de dólares: 158 millones por lana y 66 millones por carne (un tercio).

Según las declaraciones juradas preliminares de 2025, en Uruguay hay 21.797 tenedores de ovinos, con una distribución desigual en el territorio. En Salto, Artigas y Paysandú residen 3.700 productores (17%) que concentran casi la mitad de los animales (49,7%). “Cuando miramos el país, tenemos que separarlo: del río Negro para arriba son sistemas extensivos, en general, con un foco principal en la lana, y del sur para abajo también hay sistemas laneros, pero ha aumentado la cantidad de productores que son pequeños productores, que tienen un foco en la producción de carne, no de lana”, resume Yiansens. El crecimiento de productores en el sur del país, aunque con menos ovinos, explica, según el coordinador del SUL, el incremento de 0,7% del número de productores (era de 21.449 en 2024): “Es un número interesante. Tenemos menos ovinos, pero está aumentando la cantidad de productores, con un foco principal en la carne”.

Esta distribución responde a las características del suelo. El ingeniero agrónomo Gabriel Ciappesoni, investigador principal del Sistema Ganadero Extensivo del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), explica a la diaria que “el norte es una zona de campo más pobre, es mucho basalto, y es el reino del merino australiano, de la producción dedicada a la lana; en el sur hay sistemas que pueden ser un poco más intensivos, que no es sólo campo natural, sino que hay pasturas mejoradas, con una suplementación más estratégica, donde hay razas generalmente de doble propósito, la típica es la corriedale, pero también [hay merino] dohne, otras razas como ideal, merilin, etcétera, y cuando tenés más afinado el sistema, podés hacer cruzamientos terminales, que es usar carneros de razas carniceras –la texel es la más difundida, pero hay un montón– que aportan el mayor crecimiento y la mayor calidad de la canal, la mejor conformación de los cortes”.

Principales problemas

Según los datos preliminares del censo agropecuario de 2024, la producción ovina ocupa 1,6% de la superficie agropecuaria uruguaya, una proporción que era de 5% en el censo anterior, el de 2011. Esta reducción territorial tiene relación con la expansión de otras producciones, como la agricultura y la forestación, refiere Piegas en el Anuario Opypa 2024 y algunas personas consultadas para esta nota. Yiansens afirma: “Cuando uno me pregunta cuál es el principal problema que le pasa al rubro ovino, yo diría que es que tiene que competir con otros rubros por el mismo recurso, que es el recurso tierra, y cuando esos precios mejoran, el rubro ovino es más competitivo”.

Los problemas sanitarios, principalmente la bichera y los parásitos, son importantes. La bichera es una enfermedad parasitaria causada por la larva de la mosca Cochliomyia hominivorax –también llamado gusano barrenador del ganado– que afecta a animales y humanos; provoca alta mortalidad de ovinos y su tratamiento, a través de curaciones, requiere mucha mano de obra. A nivel nacional, las soluciones en las que se ha trabajado no han dado resultados (ver recuadro).

El abigeato y los predadores, entre los que se destacan los perros sueltos, son otras amenazas. “Lo complicado del rubro en nuestra zona es el abigeato. Si bien a nivel nacional se dice que ha disminuido, no es así, lo que ha disminuido es la cantidad de denuncias, o sea, que la gente se cansa de hacer denuncias y que no pase nunca nada”, plantea a la diaria Gabriela Bordabehere, administradora del establecimiento La Soledad, ubicado en el paraje Picada de Oribe, cerca de San Gregorio de Polanco. También da cuenta de que hace algunos años, en una noche, perros sueltos del basurero municipal que está próximo al predio que administra les mataron 150 lanares (los perros están allí porque “la gente va y los tira”, aclara).

La mano de obra que insume el rubro ovino es una ventaja para el mercado laboral, pero, si escasea, es un problema. El Anuario Opypa 2024 de menciona la falta de mano de obra capacitada como otro factor para explicar la reducción del sector ovino. Bordabehere, ingeniera agrónoma de profesión, apunta que la formación se puede hacer en el propio establecimiento y que el problema es más básico: “La campaña cada vez está más despoblada, conseguir gente que quiera venir a trabajar y capacitarse y radicarse en el medio rural es cada vez más difícil. Las ciudades tiran, el tema educación, la salud, ni caminería hay”, explica, y ejemplifica que la construcción “paga tres veces más de lo que uno le puede pagar a un trabajador rural. Hay poca renovación y hay poco interés en venir al medio rural aunque sepan que el ambiente de trabajo es bueno, que les den buenas condiciones de casa, de comida, hay otras realidades donde ellos ganan mejor, y se entiende”.

Ciappesoni subraya el desafío de Uruguay de aumentar el “porcentaje de señalado, que quiere decir cuántos corderos nacen cada 100 ovejas”. “Hoy los índices nacionales son bajos, deben andar en un 70%, 75%, cuando hay productores que tienen más de 140%”. Doctorado en genética y con más de 20 años de trabajo en investigación con ovinos en el INIA, Ciappesoni aclara que las principales soluciones no pasan por la genética: “Los primeros escalones son de manejo nutricional, sanitario, pero más que nada que las ovejas coman, si comen, independientemente de la raza vas a llegar a un 100% de señalada”, porque las ovejas no tienen mayores problemas de fertilidad. Apunta que el problema está en la mortandad que ocurre en el periparto, “principalmente en los dos primeros días de vida”, porque muchas veces por “frío y hambre” y “si la oveja no está en buenas condiciones, no puede atender a su hijo”. Por eso, tanto el INIA y otras instituciones como el SUL trabajan en la difusión de herramientas de manejo, entre las que Ciappesoni menciona la “Alerta ovina” del INIA que emite advertencias climáticas y le avisa al productor que si sus ovejas están pariendo y hay condiciones muy adversas, las tiene que “ir a guardar al monte, ponerles algo para protegerlas”. Recién después de trabajar en el manejo nutricional y sanitario, Ciappesoni propone atender los aspectos genéticos, como la adopción de razas más prolíficas.

Producción de lana

“Uruguay se encuentra entre los principales exportadores de lana en el mundo, produce actualmente en torno a 21 millones de kilos”, comenta Yiansens.

Ignacio Abella y Piegas consignan en el Anuario Opypa 2024 que en los 12 meses previos a octubre de 2024 la lana peinada –tops– representó 40,7% del valor de las exportaciones uruguayas de esta fibra –tuvo por principales destinos Italia y Alemania–, mientras que la lana sucia representó 35,1% y la lana lavada y otros subproductos, 15,1% (China fue el principal destino de estas últimas categorías). Yiansens destaca que China es el principal mercado y que también compra tops, así como Italia también compra lana sucia, y resalta a India y Egipto por la compra de lana sucia.

Estación Experimental INIA Las Brujas, Canelones.

Foto: Alessandro Maradei

Las fibras que se comercializan a mayor precio son las que tienen menor diámetro, que se destinan a la elaboración de prendas de vestir; las más gruesas se usan para hacer alfombras y tapizados, entre ellos los de autos y aviones, e incluso como fertilizantes. El Anuario Opypa 2024 resume que la Organización Internacional Textil Lanera cataloga como lanas finas las que están por debajo de las 24,5 micras, como lanas medias a las que están entre 24,6 y 32,5 micras y gruesas a las que superan ese último valor; la publicación menciona que cerca de 55% de la lana uruguaya se clasifica como media (entre 25 y 30 micras) y 45% como fina, por debajo de las 25 micras. Además de la finura, hay otros elementos que hacen a la calidad, como el largo de mecha, el color y la resistencia al lavado.

Yiansens afirma que las lanas uruguayas “son de muy buena calidad” y que el país “viene disminuyendo el micronaje” y eso es, justamente, lo que quiere difundir el SUL para hacer crecer el sector. “A veces se tiene muy identificado a Uruguay con las lanas medias, que ha sido el histórico, pero el mundo tiene que conocer que Uruguay produce lana de excelente calidad, como lo hace el principal productor del mundo que es Australia, y que tenemos todas las lanas de todas los micronajes: ultrafinas, finas, medias y gruesas”, remarca. Además de la calidad del producto, hace referencia al bienestar animal y al cuidado del ambiente (ver nota “El campo natural en la moda de Gucci”).

En 2023 y 2024 los precios internacionales de la lana estuvieron “muy por debajo de los valores promedios históricos”, comenta Yiansens. Esto se revirtió con el incremento “importante” que tuvieron en setiembre y, pese a “una leve tendencia a la baja” en octubre, son “unos valores muy superiores a los del año pasado”, lo que “ha generado un estímulo positivo en los productores que tienen sistemas laneros o doble propósito”, es decir, carne y lana. El coordinador confía en que se mantendrán los buenos precios porque Australia bajó su volumen de producción y reflexiona que la relación de oferta y demanda jugará a favor, porque “los compradores van a ver que les falta lana”.

Bichera a la vista

A fines de 2020, el entonces ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Carlos María Uriarte, anunció la creación de un programa para erradicar la bichera, la mosca Cochliomyia hominivorax, conocida también como gusano barrenador del ganado. A partir de un acuerdo con Estados Unidos y mediante la creación de un fideicomiso, el programa prometía traer moscas estériles y dispersarlas desde aviones, pero no llegaron a traerse porque, tras un dilatado proceso, cuando estaban en condiciones de arribar hubo un brote de bichera en Centroamérica. Según supo la diaria, las gremiales agropecuarias están preocupadas por el tema y reclaman que se continúe el programa.

Aldo Yiansens, coordinador general del SUL, comentó que, como alternativa, Uruguay pensó en recurrir a una mosca que se utiliza para las frutas en Mendoza, Argentina, pero no se ha llegado a una solución. “Al día de hoy, la mosca no está”, dijo, y lamentó que los recursos del fideicomiso hayan sido reasignados a otro programa sanitario.

El presidente del INAC, Gastón Scayola, destacó un programa de investigación para la modificación génica de la mosca de la bichera en la que trabaja un equipo del INIA La Estanzuela (Colonia), con financiamiento del INAC, “con miras a que, en dos, tres, cuatro años, se pueda llegar a resultados, hasta poder exterminarla”. Al ser consultado sobre el proyecto de la irradiación de moscas estériles, respondió que “son todos proyectos complementarios” y que el de las moscas de Panamá “es más inmediato y más para apagar el incendio”, mientras que el de “la modificación génica es una solución a largo plazo”.

Producción de carne

Según el último anuario estadístico del Instituto Nacional de Carnes (INAC), en 2024 en Uruguay se faenaron 966.181 ovinos, un número inferior al millón que rondó en la década anterior. Cerca de la mitad (52%) eran corderos; 80% de los animales fueron faenados en cinco de los 15 frigoríficos habilitados (Frigorífico Las Piedras, Bamidal, Nirea, Somicar y Frigocerro, en orden de importancia). El consumo interno fue de 3,3 mil toneladas, apenas 2,6% de la ingesta anual per cápita de carne de la población del país. Se exportaron 13.006 toneladas de carne, el nivel más bajo de la última década; si bien los precios de 2024 superaron levemente los de 2023, estos dos años registraron los valores más bajos de la última década, consigna el INAC; los principales destinos fueron China y Brasil e Israel, al que se exporta carne con hueso desde inicios de 2024 y es otro de los principales destinos, dice Yiansens.

La carne con hueso es la de mayor valor. “Nosotros podemos vender con hueso a China y a Brasil, pero no es suficiente, hay que llegar a Europa y a los mercados del Nafta [Tratado de Libre Comercio de América del Norte]”, explica a la diaria Gastón Scayola, presidente del INAC, al terminar su estadía en México, a donde concurrió a fines de octubre con una delegación del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca liderada por su titular, Alfredo Fratti, para conversar, entre otros temas, sobre el ingreso de carne ovina con hueso.

Scayola recuerda que Uruguay está libre de aftosa desde 2001, pero que desde entonces los bovinos son vacunados y los ovinos no, porque son centinela; como este virus puede permanecer en la médula ósea de los animales tiempo después de ser faenados, muchos países limitan el ingreso de la carne con hueso. En 2017, tras ocho años de gestiones, Uruguay comenzó a exportar corderos a Estados Unidos, con la condición de que antes de ser faenados, permanezcan entre 40 y 60 días en compartimentos habilitados. “Desde hace diez años que eso se hizo para Estados Unidos, no se siguieron los pasos inevitables que había que dar: había que ir a México a tratar de poner en práctica la misma solución que con Estados Unidos, y luego lo mismo con Canadá. De esa manera, con Canadá, Estados Unidos y México, uno podría ir a hacer cierta presión a Europa para que nos deje vender cortes con hueso. Eso sería un estímulo muy fuerte para la producción ovina en Uruguay, porque se accede a precios mejores”, sostiene. Según transmite, las autoridades de agricultura y sanitarias mexicanas se mostraron conformes con el mecanismo de venta a Estados Unidos “y nos abrieron la puerta para que iniciemos el proceso de habilitación para venderle a México”. Ese mercado es atractivo en sí mismo, porque el Distrito Federal “tiene una cultura muy fuerte de consumo de ovino”, agrega Scayola. Sobre los siguientes pasos a dar, dice que Uruguay tiene que “empezar un proceso que va a llevar un tiempo”, aunque estima que “puede ser más rápido” de lo que fue con Estados Unidos, porque ya está esa experiencia y porque “Estados Unidos tiene una alianza muy fuerte con Australia y Nueva Zelanda para la compra de ovino” –lo que ha dificultado la inserción de las carnes uruguayas–, mientras que Uruguay tiene un tratado de libre comercio con México.

El presidente del INAC destaca que en el programa Procría se incluyen productores ovinos y que “se está trabajando con el Ministerio de Economía y Finanzas para buscar estímulos impositivos para el que produce ovinos” y cumpla determinadas condiciones, por ejemplo, “que tengan muchas hembras para producir, que produzcan buena cantidad de corderos”.

Scayola pretende, además, fortalecer las plantas frigoríficas: especifica que en la feria Anuga 2025, en Alemania, a comienzos de octubre, mantuvo contactos “con algunos grupos internacionales que estarían dispuestos a invertir en plantas de ovinos que hoy tenemos paradas” y que junto con el SUL establecerán “un sistema de certificación de calidad para generar un producto homogéneo que identifique a Uruguay”.

La intención del INAC, dice, es “cerrar todo el círculo: que se produzca más, que haya donde vender y que haya plantas disponibles para la producción”. “Estamos trabajando en todos los frentes, porque es un rubro que si lo seguimos mirando solamente, va rumbo a desaparecer. Tenemos la chance de resucitarlo y que se vuelva a convertir en una entidad de producción genuina para Uruguay”, asegura. A su entender, “es un rubro sumamente relevante para el país”, porque “radica gente en el campo” y “es fácil para el productor pequeño”, por tener “un ciclo muy rápido: de un año para otro, quien produce ovino ya empieza a tener resultados”, concluye.

La investigación al servicio de la producción

El mejoramiento ovino se ha logrado a partir del trabajo interinstitucional que involucra, también, a las sociedades de criadores de razas ovinas. Yiansens explica que “Uruguay se caracteriza entre los países de la región por encabezar la adopción de tecnología: tiene evaluaciones genéticas desde hace muchos años, que realizan en conjunto el SUL y el INIA, lo que le permite a un productor determinar cuál es el objetivo que quiere alcanzar en unos años”, por ejemplo, reducir el diámetro de la lana, aumentar el peso del vellón, tener animales más resistentes.

Estación Experimental INIA Las Brujas, Canelones.

Foto: Alessandro Maradei

El INIA trabaja en el desarrollo de nuevas características de las razas merino australiano, merino dohne, corriedale, texel y merilin; Ciappesoni aclara que no hacen “edición génica”, sino “selección tradicional ayudada con la estadística”. Esa información, la evaluación genética poblacional de cada raza, se publica junto con el SUL en una página web y se la envían a los cabañeros (los productores de reproductores ovinos), que son quienes seleccionan los que consideran que serán los mejores carneros y las mejores ovejas, detalla Ciappesoni. El uso que hacen los cabañeros de estas herramientas se refleja en las gráficas de progreso genético, dice, pero tiene menos conocimiento sobre la incorporación a nivel nacional. Hace referencia a encuestas que ha hecho el INIA con consultoras, que arrojan que “entre un 40% y un 50% de los productores al momento de comprar sus reproductores usan estas herramientas, o sea, usan la evaluación genética la diferencia esperada de progenie. Me gustaría que fuera 100%, pero a nivel internacional es una proporción muy buena, que seguramente vaya creciendo”, confía.

Además, enumera que en las diferentes estaciones experimentales del INIA –pero también del SUL y de la Universidad de la República (Udelar)– cuentan con “núcleos informativos” en los que hay majadas a las que les registran los mismos datos que a los animales de las cabañas, pero les suman otras características productivas, reproductivas, sanitarias y ambientales, en acuerdo con las diferentes sociedades de criadores.

Por otra parte, en el INIA La Magnolia trabajan con Facultad de Medicina “en temas inmunológicos, buscando animales que sean más resilientes y más robustos y también con Facultad de Veterinaria en temas de estrés calórico”, puntualiza. El ovino se integra también en los dos experimentos a largo plazo sobre campo natural en el INIA Glencoe y en Treinta y Tres. Otras de las investigaciones apuntan a evaluar el desempeño de ovinos deslanados –que van perdiendo la lana y queda como fertilizante para el campo– y ovinos de pelo que podrían dar respuesta al problema de colocación de las lanas de mayor diámetro –de 28 o 30 micras–, refiere Ciappesoni; según supo la diaria, hay establecimientos que las están quemando, porque la industria ni siquiera se las lleva gratis. En el INIA Las Brujas también desarrollan un proyecto que evalúa la integración de ovinos en viñedos, para no recurrir a herbicidas y aumentar la rentabilidad de predios de pequeña escala; la raza con la que mejor han trabajado es la Southdown. Lo más novedoso son las investigaciones genéticas de punta para producir lanas más sustentables desde el punto de vista ambiental (ver nota “El INIA participa en proyectos internacionales de punta para reducir la generación de metano en ovinos”). “En las evaluaciones genéticas estamos haciendo lo mismo que están haciendo países del primer mundo”, resume Ciappesoni.

Lo material y lo inmaterial

La producción ovina es parte de la cultura. En 2024, “el sistema cultural de la lana” fue declarado patrimonio cultural inmaterial, luego de que el Ministerio de Educación y Cultura en conjunto con el SUL hicieran un inventario que da cuenta de los saberes, técnicas y prácticas desplegadas por productores, esquiladores, artesanas e industriales; el de la lana es el primer sistema productivo en Uruguay en alcanzar ese estatus.

Cada raza ovina tiene sus características productivas, que exceden el factor económico. Gabriela Bordabehere habla así de su preferencia por el merino australiano: “Nací con esa pasión y bueno, es la raza que a mí me gusta, hay otras razas que son fantásticas y sirven para otros fines, pero a mí me gusta esta, me encanta con locura ver los vellones en la esquina, es de los momentos más felices del año”. Ciappesoni menciona encuestas del INIA y la Escuela Agraria La Carolina que muestran que “la raza es un patrimonio familiar, un valor no económico, pero importante”. Asevera que “hay lugar para todas las razas, no hay ninguna que sea mejor que otra en todo. Nuestra prédica siempre ha sido que las razas las hacen las personas, como decía un compañero del SUL, más allá de los genes, lo que necesitás es una sociedad de criadores fuerte, que funcione realmente como una sociedad, que dé sentido de pertenencia”.

Yiansens destaca la importancia social del rubro: “Donde hay ovejas, hay gente, porque gran parte del trabajo de cuidarlas se hace en familia, hay un rol importante de las mujeres, de los hijos, para toda la gente que nació en el campo y tenía ovinos, uno de los primeros trabajos que realizó fue con el ovino. Al igual que la lechería, es un rubro que genera arraigo en la zona: si hay ovinos o si hay lechería, hay gente, hay escuelas, son de las cosas que hay que cuidar”.

Ciappesoni también habla de la importancia social, por la mano de obra que genera el rubro dentro y fuera del predio, y señala que “productos como la carne no tienen límite; podrá haber diferentes precios y conseguir mejores mercados, pero la demanda va a ser creciente”.

“El mayor problema es que la gente deje de criar ovejas”, afirma el investigador del INIA, ya no apuntando al componente social, sino también al económico. Si bien la rentabilidad del vacuno es superior, Ciappesoni habla de complementariedad, más que de competencia: sostiene que con un buen manejo se puede tener un sistema mixto con un vacuno y un ovino por hectárea, lo que da mayor estabilidad productiva, porque permite diversificar los riesgos por factores climáticos, por variaciones de precios y temas sanitarios. A partir de su experiencia, Bordabehere declara que “la complementariedad con el vacuno es fantástica” y lo reafirma, por ejemplo, cuando recorre otros campos y ve el senecio, un yuyo de flor amarilla considerado “maleza” por intoxicar a los vacunos, pero que es alimento para los ovinos.

La Facultad de Agronomía de la Udelar ya no tiene en su currícula el curso obligatorio de ovinos; Ciappesoni, que es docente de esa institución, aclara que, para que las nuevas generaciones conozcan el rubro, dictan otros cursos opcionales. Con relación a los técnicos asesores de productores, expresa: “Me gustaría que tuvieran en su caja de herramientas al ovino, después tendrán que hablar con cada uno de los productores y ver si en el sistema se lo puede insertar o no, son decisiones de privado, pero no puede ser que no se incluya en el sistema por desconocimiento, porque a veces pasa”.

La nostalgia, a secas, no suele ser un elemento a favor. “Si te seguís mentalizando de que querés volver a los 25 millones de ovinos, es como que querés ganar el Maracaná de nuevo. Es otro Uruguay, es otro mundo, es otro sistema de venta de productos, la lana es otra y el sistema es mucho más carnicero”, plantea Ciappesoni, quien recuerda que desde 2004 o 2005 el INIA anunciaba que se iría “hacia la especialización de las razas –las finas por un lado y, por otro, las doble propósito más moderno y la producción de cordero–, que es lo que está pasando desde hace unos años. Los productores lo sabían, no se sorprendieron, lo que pasa es que fue mucho más rápido de lo que algunos pensaban”. En lugar del Maracaná, ve viable considerar una meta intermedia: una relación “uno a uno” con el vacuno, escenario en el que los ovinos tendrían margen para duplicarse.

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