China tuvo en julio el menor registro de inflación en dos años, uno después de haber alcanzado en junio del año pasado el nivel récord desde 2008, de 6,4%. El año pasado se analizó mucho, dentro y fuera del gigante asiático, si la economía produjo allí una burbuja de valores en el mercado inmobiliario con potencial para desestabilizar al resto de la actividad, al estilo de lo que ocurrió en EEUU y España.

Se diagnosticaron señales de recalentamiento cuando la economía llevaba tres décadas creciendo cerca de 10%, y la inflación creció sostenidamente un año hasta que llegaron las medidas de contención de precios. Ahora hay datos asociables a probable eficacia de esas acciones. Efe dio cuenta de que en julio el IPC aumentó 1,8% interanual, 0,4% menos que en junio y marca más baja en 24 meses, de acuerdo a las mediciones del oficial Departamento Nacional de Estadísticas. Y los precios mayoristas retrocedieron casi 3% en términos interanuales.

Vale recalcar que cuando en junio el IPC varió 2,2% al alza, en el mismo mes del año pasado había marcado 6,4%. Los precios promedio del rubro alimentos crecieron en junio 3,8% y en julio 2,4% interanual, en un impulso procedente de las hortalizas, que se encarecieron 8% por deterioros en la producción derivados de inundaciones y el factor climático.

En cuanto al sector chino del ladrillo, ya exhibe gigantescas ciudades enteras abandonadas a medio construir, tanto destinadas a lugar de residencia de millones de personas como a gigantescos centros de desarrollo económico. Supermodernas urbes del futuro son ya inversión perdida a manos de la naturaleza, que se apropia de sus esqueletos inconclusos a la misma velocidad con que aquéllas desarrollaron el sector hasta su hipertrofia.

Todo lo anterior interesa a efectos de saber en qué medida el referido descenso de la inflación obedece a las medidas antiinflación dispuestas por las autoridades. Y debe recordarse que antes, desde fines de 2008 en adelante y para combatir los efectos contractivos de la crisis, Pekín había vertido a la economía local aproximadamente un billón de dólares como estímulo fiscal. Lo cierto es que la crisis mundial que explotó en 2008 en EEUU -y sus efectos hasta hoy- lograron suavizar el impulso expansivo de China. Si esto resulta a la larga positivo para el líder emergente al dejarlo en un terreno positivo de +7,5% anual del PIB con mínimo riesgo de explosión, las ahora ciudades fantasma construidas durante 15 años de auge inmobiliario recordarán al país hasta dónde puede crecer, basado en proyecciones cuya verificación también depende del curso internacional.

Controlada la inflación, la administración económica del gigante asiático debe resolver cómo incentiva el mercado interno, elegido para sustituir el descenso de la demanda externa, sin recalentar nuevamente la economía ni facilitar la formación de burbujas de valores en sectores de alto dinamismo. Actualmente, el descenso de la demanda externa y el delicado equilibrio macroeconómico interno determinan un gran sobrestock productivo en la economía china, en lo que parece una réplica y reflejo de la crisis de superproducción de la economía internacional. También en el gran emergente, las puntas del hilo de la crisis muestran, de un lado, unas existencias excedentarias que no encuentran mercado para ser colocadas a precios que no impliquen su obsolescencia; por otro, a capitales excedentarios que como pacmans devoran todos los sectores de actividad que visualizan, generando en esos veloces movimientos burbujas de valores en auge y posteriores explosiones cuando éstos se deprecian al bajar su rentabilidad inicial.

El bosque, el árbol, la China…

Hace pocos meses consignábamos en estas páginas la amenaza que representa para América Latina, y Sudamérica en particular, el perfil de la relación comercial con el gigante de Asia, que reproduce aspectos de la relación histórica del vínculo entre la región y las metrópolis, como la venta desde estos países de recursos naturales finitos y la compra en aquellos mercados de manufacturas y bienes de capital. Claramente implica una contradicción para la región, desde que parte del terreno ganado en los últimos años en el concierto internacional lo debe, al mismo tiempo, al estrechamiento de las relaciones con China y al lugar que ésta le hace en el mercado mundial.

Acerca de esto, el penúltimo día de agosto, lainformación.com citó expresiones del economista costarricense Otton Solís, realizadas en el marco de la IX Asamblea General del Consejo de Administración del Parlamento de las Américas (ParlAméricas). Solís percibe que América Latina puede poner en peligro la prosperidad conquistada si soslaya la posibilidad de un eventual deterioro de la economía china, que afectaría las exportaciones masivas de materias primas hacia el país asiático. “Las noticias no son tan buenas porque, ante el menor deterioro de la economía de China, los términos del intercambio se van a desgastar, como es típico de países concentrados en exportaciones agrícolas”, explicó. Esa evolución “podría revelar la fragilidad de lo que se ha llamado la prosperidad [latinoamericana] de los últimos años”, apuntó, asegurando que “es China el factor que debilita la participación del sector industrial en las exportaciones” de la región. “La economía de América Latina está volviendo a ser una economía que participa en el mercado mundial tal y como se ha querido por muchos sectores: que exportemos productos primarios y que importemos productos industriales”, reflexionó el ex candidato presidencial.

Según datos que mencionó, entre 2001 y 2011 el valor de las ventas de bienes primarios de la región a China trepó de menos de 5.000 a 87.000 millones de dólares anuales, salto equivalente a un incremento acumulado de 1.640%, y a uno anual de 33%. Con semejantes tasas, contra las de 13,1% a la Unión Europea (UE) y 14,7% a EEUU, “China en cuatro años sería más grande que EEUU como mercado, y en menos de dos años igual o más grande que Europa como mercado de América Latina”. El especialista considera que la región debe revisar sus políticas de industrialización. “Es cierto que no se trataría de volver a las políticas proteccionistas de las décadas de los 50, 60 y 70, pero sí deben buscarse medidas para fomentar la productividad industrial”.

Hay noticia

Usando el criterio de tomar a 2008 como el primer año de la crisis
-que en EEUU había empezado en 2007- por la explosión de la burbuja inmobiliaria, 2012 viene ser el quinto y con ello trae una novedad al ciclo contractivo: los efectos llegaron a los emergentes, grandes y pequeños, y se traducen en datos y situaciones tangibles y verificables.

Por ahora, todos los analistas y expertos coinciden en que la caída de la demanda y las dificultades en los mercados centrales no afectarán decisivamente a Latinoamérica, como tampoco a los demás centros emergentes. Habrá -ya la hay- afectación negativa parcial sobre algunas industrias y sectores de varios países del área, pero el proceso no quebraría a ninguna economía ni a ningún sistema político. En esto parece haber casi unanimidad. La crisis llegó y repercute, pero tanto el sector privado como el Estado tienen condiciones sobradas para reponerse, buscar soluciones y solventar las emergencias puntuales, se sostiene. El punto, más allá de las certezas de los diagnósticos, tiene suficiente peso específico para motivar la atención de los agentes y operadores que articulan el orden económico.

En su informe “Actualización de las perspectivas de riesgos macroeconómicas” publicado la semana pasada, la agencia calificadora de riesgo crediticio Moody’s indicó que este año y el próximo el crecimiento mundial será inferior al computado en 2010 y 2011, y que se verán afectadas también las economías emergentes. La empresa pronostica una expansión real de las economías del G20 en el entorno de 2,8% del PIB en 2012 y 3,4% en 2013 (3,2% en 2011 y 4,6% en 2010). En los próximos años, considera Moody’s, el mayor obstáculo para el dinamismo mundial provendrá de la eurozona, mientras reserva la agencia el único atisbo de optimismo y “modesta recuperación” para, “posiblemente, algunas economías avanzadas del G20”. Y la condicionalidad implicada en el aserto no es gratuita, dado el fundamento aportado por la ejecutiva Elena Duggar. “Estamos revisando a la baja nuestros pronósticos de las grandes economías emergentes, donde están causando estragos el débil contexto internacional y la desaceleración de las economías domésticas”. En el fondo del asunto persiste la centralidad decisiva de las crisis fiscales en los erarios de los países más desarrollados. “Los esfuerzos de consolidación fiscal, una baja confianza económica y de los consumidores, un desapalancamiento del sector bancario y del hogar, y la debilidad del mercado inmobiliario continuarán constriñendo a las economías avanzadas”, proyecta la calificadora estadounidense, que visualiza cuatro factores de desgaste y erosión de la economía mundial.

El valorado como más importante es “la profundización de la recesión de la zona euro causada, entre otros, por una contracción ascendente del crédito”. En segundo lugar coloca el riesgo de pasar de un ciclo de crecimiento rápido a un frenazo de golpe en economías emergentes como China, India y Brasil. En tercero, habla de los riesgos geopolíticos que influyen en el precio del crudo, y en cuarto, del riesgo de un ajuste fiscal repentino y fuerte en EEUU en 2013.

Color esperanza

El análisis de la situación macroeconómica de Brasil echa luz sobre las inquietudes de Moody’s respecto de la fuerza de los emergentes para aquilatar las consecuencias de largo plazo de la crisis. En el segundo trimestre, el PIB del gigante sudamericano, sexto más grande del mundo detrás de los de EEUU, Alemania, China, Japón y Francia, creció un modesto 0,4% con relación al trimestre anterior y 0,5% contra el primero de 2011, un ritmo que, según valora el mercado, es insuficiente para completar un moderado 2% anual, consignó lanacion.com.py .

En el primer semestre Brasil creció apenas 0,6% contra igual período de 2011, y lo hizo 1,2% en el año móvil, según los datos del oficial Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). En el segundo trimestre la agropecuaria creció 4,9% y los servicios lo hicieron 0,7%, pero la industria se contrajo 0,25%. El mercado interno aportó parte del dinamismo perdido desde el frente externo, con el consumo de las familias habiéndose expandido 0,6% y el del gobierno 1,1%, y la inversión habiéndose contraído 0,7%. Además, las exportaciones disminuyeron 3,9% contra el primer trimestre.

El ministro de Hacienda, Guido Mantega, afirmó que el resultado trimestral “refleja la influencia negativa de la economía mundial e indica que las medidas de estímulo [aplicadas por el gobierno] todavía no están haciendo efecto plenamente”. Sin embargo, la perspectiva no es negativa, matizó el jerarca. “Pasamos por la peor fase de desaceleración, que se concentró en el primer trimestre”, aseveró, pero ahora “la economía se está acelerando gradualmente” y podría crecer más de 4% en 2013, dijo el ministro. El Banco Central (BCB), por su lado, también aseguró que “las perspectivas apuntan a una intensificación del ritmo de actividad a lo largo del segundo semestre y el próximo año”.

Ya el año pasado Brasil reflejó la desaceleración al expandirse sólo 2,7%, y en el segundo trimestre de este año fue el gran emergente que creció menos: China registró 7,6% interanual, India 5,5%, Rusia 4% y Sudáfrica 3,2%, mientras que la otra gran economía latinoamericana, México, creció 4,1%. Claro que en Brasil, país con fama mundial de optimismo, no se duda de que los efectos de la crisis constituyen una circunstancia transitoria. Se duda, en cambio, de la duración que tendrán, cuando ni siquiera las proyecciones coinciden: mientras el mercado asume que el PIB brasileño se expandirá 1,7%, el BCB y el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevén 2,5%. En ambos casos, el registro será más bajo que los estimados para China (8%) y México (3,9%), y que el promedio mundial de 3,5% esperado por el FMI. Las dudas planean sobre el ritmo de la reactivación. Para el coordinador de Economía Aplicada del Instituto Brasileño de Economía de la Fundación Getúlio Vargas, Armando Castelar, “los datos del segundo trimestre muestran una economía que todavía se puede estar desacelerando”, porque “sectores que iban bien, como construcción y extracción mineral, cayeron”. “Podrá ser más lenta”, aventuró sobre la recuperación. Y ello aunque el gobierno liderado por Dilma Rousseff lleva un largo año implementando planes y programas de contención de la crisis y estímulo a la economía y la sociedad. El último fue lanzado el mes pasado y se basa en 66.000 millones de dólares en concesiones de carreteras y trenes para los próximos años, mientras Brasilia prepara otro para puertos y aeropuertos. En este punto, habría indicios de que la política oficial expansiva produce sus primeros frutos.

El Índice de Actividad Económica del BCB, considerado indicador adelantado del PIB, situó en 0,75% la expansión en junio, dato alentador al que se sumaron en julio 8.421 millones de dólares en inversión extranjera directa. El presidente de la Confederación Nacional de la Industria, Robson Braga, elogió las medidas del gobierno, y adelantó que el sector terciario de la economía cerrará el año con un crecimiento de 1,5% a 1,7%. “Los números del primer trimestre fueron decepcionantes, pero eso es pasado”, dijo el empresario tras reunirse con la presidenta Rousseff.

Problemas tenemos todos

Es que los vaivenes de la crisis siguen produciendo en la economía brasileña dificultades que, aun siendo de entidad, no han resultado decisivas hasta ahora para frenarla y llevarla a terreno negativo. Entre enero y julio Brasil acumuló un superávit fiscal primario de 71.229 millones de reales (unos 34.916 millones de dólares), 22,56% menos que en el mismo período de 2011, informó el BCB. La entidad explicó la reducción del ahorro público en la crisis, que demandó al erario los desembolsos para incentivar la economía.

La meta del gobierno es terminar el año con un superávit fiscal primario de 139.800 millones de reales (unos 68.529.400.000 dólares), casi el doble de lo obtenido hasta julio. Incluso en el año móvil a julio, el resultado fue 22,77% inferior al objetivo: 107.960 millones de reales (unos 52.921.600.000 dólares). Y el acumulado a julio fue insuficiente para cubrir los 128.462 millones de reales (unos 62.971.600.000 dólares) que Brasil gastó en intereses de deuda en esos siete meses, por lo que el país generó un déficit de 57.234 millones de reales (unos 28.056 millones de dólares). En ese marco es que, el miércoles pasado, el BCB redujo en 0,5 puntos la tasa de interés Selic -referencial de la política monetaria- para dejarla en un históricamente bajo 7,5%, con el propósito de apuntalar el rumbo expansivo facilitando la disminución del costo del capital y, con ello, el incremento de la rentabilidad de las inversiones. AP citó al ministro de Hacienda informando que las medidas de estímulo continuarán en vigor hasta fin de año, y reforzadas por el recorte de impuestos. Mantega enfatizó también que el resultado trimestral fue superior al de enero-marzo, y que ello marca una tendencia al crecimiento que deberá reforzarse en los 
meses siguientes.

Según el IBGE, el PIB alcanzó 1,1 billón de dólares en el segundo trimestre. Pero más allá de declaraciones, las tendencias de corto y mediano plazo parecen cruzarse en estos meses. El 30 de agosto, el gobierno entregó al Congreso el proyecto de Ley de Presupuesto Nacional para 2013, cifrado en 2,14 billones de reales (1,07 billones de dólares), 7% más que el correspondiente a 2012. El proyecto prevé un aumento del salario mínimo de 7,9%, que lo llevará a 670,95 reales (unos 335 dólares) desde enero.

El equipo económico explicó que recortó la previsión de crecimiento para 2013 de 5,5% a 4,5%, meta igualmente valorada como “osada” por el propio Mantega. “Nuestras previsiones van en sentido contrario de la economía mundial, que está y seguirá en crisis”. La ministra de Planificación, Miriam Belchior, explicó por su parte que el proyecto se basa en inversión pública en cuatro grandes ejes prioritarios: infraestructura, salud, educación, y una ampliación de los programas sociales dirigidos a la erradicación de la miseria.