Hace dos años Federico Waksman comenzó a planificar un viaje, una de las grandes aventuras de su vida. Decidió que se prepararía para navegar en la regata que cruza el océano Atlántico, sin compañía y sin asistencia. Cuna de grandes navegantes oceánicos, la Mini Transat se larga en Francia y conecta la Europa continental con las Islas Canarias, para luego llegar a Guadalupe, en el Caribe.

Son en total unos 7.500 kilómetros navegando solo, en una flota en la que compiten 90 veleros de 6,5 metros de eslora, todos ellos de la clase mini.

Conocimientos de náutica, de meteorología, el cálculo preciso de cuánta comida necesitará y un poco de suerte son los elementos que Waksman debió aprender para emprender esta travesía que comenzará el lunes y en la que espera poder conciliar tres horas de sueño al día, mientras busca llevar su barco a la mayor velocidad posible para mantenerse en los primeros puestos.

“Los primeros días la estrategia la vas a definir con el pronóstico que hayas hecho y qué tan acertados sean tus pasos, va a ser en función de qué tan bien le puedas dar los datos al software que mezcla tu barco con el pronóstico”, explica. Para ello debe conocer a qué velocidad promedio puede viajar su barco en las condiciones meteorológicas que se pronostican.

“El programa calcula el tiempo que demorás, según la hora del día en la que salís, y tenés que decirle lo más exacto posible la velocidad a la que navegás”, agrega.

“Poder estar adelante y siendo rápido al principio no es menor”, dice Waksman, quien luego deberá guiarse por su observación del entorno y por la información que reciba por radio de parte de la organización cada 12 horas. Cualquier otro contacto con tierra está absolutamente prohibido. “En un parte por radio te pasan dónde está la alta presión y cuánto se extiende. Con eso vos te orientás con las isolíneas de presión y eso te daría la dirección del viento. No es exacto pero evitás meterte en el medio de la alta presión que es donde no hay nada de viento. Te ayuda”, detalla Federico.

Asegura que si hiciera la campaña nuevamente, apostaría por un barco con la proa redonda, ya que el suyo tiene la proa en punta. “Para regatas con otro tipo de viento, los que tienen la proa redonda y no en punta, demostraron ser más rápidos”, cuenta, pero en el momento de elegir, optó por el precio más accesible.

El presupuesto ha sido un factor clave durante el proceso. Entre otras cosas, lo ha limitado en la posibilidad de contar con más personas trabajando en el barco: “Si bien yo tenía mi equipo, no le pude pagar porque no tenía espónsor y era muy difícil que tuvieran una dedicación full time”. En comparación con otros colegas, ejemplifica que durante estos días en Francia “había un italiano que estaba cerca mío preparando el barco y tenía cinco personas a bordo, trabajando en distintas cosas”. Naturalmente, progresaba más rápido.

En su caso, suplió eso con dedicación y, en los últimos días, con la ayuda de amigos que se acercaron al puerto para asistirlo. “Yo le metí infinitas horas. Dormí a bordo, que es medio calvario porque es un barco chico”, recuerda.

Ser capaz

“En el comienzo quería saber cómo hacían para navegar solos. Me intrigaba, y yo quería sentir que también era capaz. Y un poco por eso arranqué en mini”. Así describe este uruguayo las motivaciones que lo llevaron a tomar el camino. “Después, la competitividad. Siempre fui de competir en vela, hice un montón de regatas”, agrega.

Afirma que a medida que se acerca la largada, se da cuenta de lo que implica. Uno de los grandes momentos en la previa fue cuando llevó el barco al puerto del que zarparán, Les Sables-d'Olonne. “La entrada es emblemática porque desde acá sale la vuelta al mundo en solitario (Vendée Globe) y es súper popular ver fotos de los navegantes llegando o saliendo y saludando a ambos lados de la escollera, llena de la gente del pueblo que los recibe o los sale a despedir”, describe.

Por aquellas latitudes, “le hacen mucho show a la regata”, dado que la navegación oceánica es muy popular en Francia y particularmente en ese pueblo. Con las emociones a flor de piel, viviendo días intensos con mucho trabajo y preparación del barco, Waksman es optimista. “Estoy tratando de optimizar todo para tener el mejor resultado posible. Tengo chances de andar bien”, afirma confiado tras haber tenido buenos resultados en las regatas preparatorias.

Federico Waksman es ingeniero industrial mecánico, egresado de la Universidad de la República. Actualmente reside en Cataluña, donde trabaja como capitán de veleros de gran porte. Allí, en la Base Mini de Barcelona se preparó para ser el primer uruguayo en competir en la mítica regata Mini Transat. El lunes empezará su viaje.