Así como es objeto de disputas, desde principios de siglo XX ha pasado por diversos procesos de instalación, que, con marchas y contramarchas, se materializaron recién en 2008. En la década del 90, la educación sexual en el sistema educativo se logró aplicar a través de un programa que abarcaba a primaria, secundaria y UTU, pero no pasaron más de tres años para que, con el cambio de gobierno del nacionalista Luis Alberto Lacalle Herrera al del colorado Julio María Sanguinetti, la educación sexual volviera a ser asunto alejado de las aulas.

“Se entendió que no era pertinente el trabajo de estos temas en el ámbito educativo”, sino que pertenecía al área de la salud, explicó a la diaria Diego Rossi, que en aquel entonces formó parte del equipo de docentes referentes de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) encargado de llevar adelante el programa de educación sexual. Dicho equipo fue coordinado por la doctora Stella Cerruti, quien posteriormente sería llamada a rearmar el programa en 2005.

A principios de los 90, los niños y niñas de sexto de escuela recibían los contenidos a través de libros, en la época de “un libro, un niño”. Al mismo tiempo, Rossi contó que se formó a los docentes de sexto para transmitir la información y que, llegado el primer año de liceo y de UTU, había un taller de educación sexual brindado por un docente del área de ciencias biológicas y otro de ciencias humanistas, que eran acompañados por un equipo de docentes referentes.

Pero desde mediados de la década hasta 2005, más allá del abordaje de aspectos biológicos, la educación sexual en Uruguay estuvo en silencio en escuelas, liceos y UTU. En la primera presidencia de Tabaré Vázquez, con el intento de poner el tema en agenda por parte de la sociedad civil y la academia por considerar a la educación sexual en el ámbito educativo “como un elemento fundamental para el desarrollo integral” de las infancias y adolescencias, el tema volvió a ser asunto de Estado.

Allí fue que se creó la Comisión de Educación Sexual. Rossi narró que la comisión se encargó de llevar adelante un relevamiento en todo el país, con consultas a estudiantes, familias y docentes, para elaborar un Programa de Educación Sexual (PES), que es el que rige hasta el día de hoy. Luego de recoger los elementos necesarios para pensar en la incorporación de la educación sexual en el sistema educativo y de que se formara a docentes para plasmarlo en las clases, en 2008, finalmente, la educación sexual se empezó a trabajar en las aulas de todo el país y de los distintos subsistemas.

Rossi integró el PES y posteriormente también fue coordinador. Según esbozó, lo que distinguió a Uruguay del resto de los países de la región es que, a raíz del estudio previo, el programa se instaló al mismo tiempo en todo el país y no a través de un plan piloto. Rossi resaltó, además, que en 2008 también se instaló la Ley General de Educación, que establece a la educación sexual como un eje transversal del sistema educativo.

No obstante, en 2019 cesó el cargo de la coordinación del programa y dejó de funcionar una comisión que coordinaba entre los subsistemas de la ANEP. Junto al cambio de gobierno, ello generó un espacio de incertidumbre sobre el futuro de la educación sexual en el sistema formal. De hecho, en 2020 legisladores de la coalición de gobierno volvieron a insistir con un proyecto de ley que plantea que la educación sexual sea una definición de las familias de acuerdo a “sus convicciones”, más allá de que hasta el momento no ha sido tratado.

Recientemente, la educación sexual en la educación formal volvió a estar sobre el tapete, luego de que el Consejo Directivo Central (Codicen) de la ANEP diera a conocer el documento preliminar del Plan de Estudios de la Educación Básica Integrada de la reforma educativa que se pretende implementar en 2023.

Entre otras modificaciones, el nuevo plan establece que en UTU, donde la educación sexual es una asignatura obligatoria brindada en los dos primeros años de ciclo básico, la materia pase a ser un taller optativo, lo que trajo el rechazo del colectivo docente. En primaria y en secundaria, en tanto, los posibles cambios todavía no están claros.

Contra la optatividad

Más allá del cambio de autoridades, la ANEP mantuvo su vínculo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FPNU), que asesora al organismo en torno a la aplicación de políticas sobre la temática. Según dijo a la diaria uno de los consejeros docentes del Codicen, Julián Mazzoni, el miércoles, durante una sesión del consejo, se recibió un informe con los principales resultados de la consultoría que realizó el FPNU. Afirmó que dentro del informe presentado se plantea “la necesidad de que haya un espacio curricular para todo el sistema” educativo, “especialmente, que no esté en la parte optativa sino en la parte obligatoria del currículo”.

De acuerdo con Mazzoni, eso implicaría “un cambio importante” en la malla curricular, tanto de secundaria como de UTU, si es que el Codicen decide tomar la recomendación. Asimismo, el FPNU recalcó la relevancia de que la educación sexual sea parte de “una visión transversal” y dentro de la tarea se incorpore “el contacto de las comunidades con las familias y, por supuesto, encarar los temas en la formación docente”.

Según supo la diaria, en la reunión se presentaron las fortalezas del abordaje de la educación sexual en primaria, secundaria y UTU. Más allá de lo que se planteó en cada caso concreto, se recomendó a la ANEP que se piense la propuesta de formación de manera articulada entre los distintos subsistemas y que se retomen los espacios de coordinación. Aunque todavía se trata de un documento preliminar, ello va en contra de lo que ha resuelto hasta el momento el Codicen para la reforma curricular, ya que tomó una definición clara en el caso de UTU, pero todavía no está claro qué formato tendrá la educación sexual en primaria y secundaria. Si bien actualmente ambos subsistemas tienen temas relacionados en sus programas, muchas veces la centralidad que tiene depende de cada docente o centro educativo.

Asimismo, en la reunión con el Codicen, que duró cerca de una hora, se compartieron datos de una investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República con apoyo del FPNU y la Agencia Nacional de Investigación e Innovación que, por ejemplo, muestra que cuatro de cada diez adolescentes mira pornografía al menos una vez a la semana. Además, dicha proporción sube a seis de cada diez en varones y es de dos de cada diez mujeres.

Finalmente, se encomendó a la Dirección de Derechos Humanos del Codicen a que trabaje con el FPNU para la construcción de un modelo de abordaje de esta temática en los centros educativos.

La educación sexual en UTU

En el actual borrador del Plan de Estudios de la reforma educativa, la educación sexual aparece como parte del “espacio de desarrollo personal” de los tres subsistemas. No obstante, en UTU la materia Educación de la Sexualidad pasa a ser un Taller Curricular Optativo. De acuerdo a lo que se muestra en el plan, los talleres son organizados en unidades curriculares semestrales, dependiendo del programa educativo y de la autonomía curricular de los centros. Aun así, el director general de Educación Técnico-Profesional, Juan Pereyra, señaló a la diaria semanas atrás que este y otros talleres que se implementarán en UTU serán anuales y de cuatro horas semanales.

Según el plan, en UTU las “alfabetizaciones fundamentales” ocupan 72% del componente curricular total, ya que también está el espacio técnico-tecnológico y la autonomía curricular de los centros. Dentro de las alfabetizaciones fundamentales se encuentra el espacio de desarrollo personal, que ocupa 7% de ese componente curricular.

Noelia Rocha es educadora sexual y docente de la asignatura Educación para la Sexualidad en UTU. Además, forma parte del colectivo de docentes de todo el país que manifestaron su rechazo al cambio de la obligatoriedad a la opcionalidad. Según dijo a la diaria, lo que más preocupa de la nueva malla curricular es que ya no todos los estudiantes tendrán acceso a la materia, no sólo porque pasa a ser opcional, sino porque también cabe la posibilidad de que directamente no se brinde, ya que “quedaría a criterio de cada dirección si solicita la existencia de ese taller curricular”. Como agregado, Rocha hizo referencia a que, de acuerdo al “perfil histórico” de UTU, es probable que la educación sexual no sea un taller elegido por los estudiantes, sino que vayan por carpintería, informática y ciencias.

Dentro de las principales preocupaciones también está la consideración de que “esto es un retroceso: se vulnera un derecho humano de los estudiantes, se pierde un espacio de potencia transformadora y de diálogo amoroso, y es ir a contracorriente de todos los avances de derechos sexuales y reproductivos”, esgrimió Rocha. Para la docente, en la asignatura se promueve el “pensamiento crítico” y es el espacio en el que las adolescencias logran identificar “las desigualdades de género y visibilizar las violencias simbólicas, que en definitiva ayudan a construir las subjetividades de adolescentes y niños”.

A su vez, aseguró que es donde los estudiantes acceden a conocer los derechos sexuales y reproductivos y donde se trabaja en el cuidado del propio cuerpo y del de un otro, así como a identificar si se está en vínculos o situaciones de violencia, maltrato o abuso. Sobre este último punto, Rocha dijo que, si bien los estudiantes pueden recurrir a cualquier docente cuando se está en una de estas situaciones, Educación para la Sexualidad es un espacio de “referencia clara” para confiar “libremente” estas temáticas.

Por otro lado, dijo que han tenido reuniones con el director de UTU, “pero estas han sido más bien a modo de escucha” y “no se termina de abrir un espacio de negociación para modificar esta decisión, que va más encaminada a comunicarse oficialmente”.

¿Qué pasa en el resto de los subsistemas?

En el tercer ciclo de la educación básica, el espacio de desarrollo personal contemplado en el nuevo plan tiene una carga horaria específica destinada a la Educación Física y Recreación que, entre otras temáticas, comprende a la educación sexual. De acuerdo a lo especificado en la currícula, en séptimo año Educación Física y Recreación tendrán tres horas semanales y en octavo y noveno sólo Educación Física tendrá tres horas semanales.

En diálogo con la diaria, Mariana Sanabia, profesora de Biología y educadora sexual, explicó que en secundaria la educación sexual funciona a través del rol de referente en la temática, que no es un cargo sino un paquete de diez horas semanales. De esas horas “se espera muchísimo y es inabarcable todo lo que implica el perfil”, que además de trabajar con todos los grupos del liceo en modalidad taller y de atender necesidades individuales, también se espera que tengan instancias de formación para los docentes, no docentes y las familias de estudiantes.

Según Sanabia, la educación sexual en secundaria “no es opcional”, pero “siempre queda en una frontera que tenemos que estar peleando, siempre está en el terreno de lo opcional, sobre todo en estos últimos tiempos, que todo está un poco radicalizado: los discursos medio enemigos, de ‘a mis hijos no los tocan’, que han vuelto a poner en disputa si la sexualidad es un tema privado o que el sistema educativo deba abordar”. En ese sentido, dijo que la participación queda más librada “a la individualidad, tanto de las familias con las que te toque trabajar como de la institución”.

En cuanto a la reforma educativa y a las implicancias para la temática en los liceos, Sanabia dijo que el nuevo plan se enfocó más en las asignaturas y, por tanto, ellos quedaron “un poco por fuera”. A pesar de que la educación sexual es nombrada dentro del espacio de desarrollo personal y como parte de las horas de Educación Física y Recreación, Sanabia aseguró que se trata de “una estrategia comunicacional más que de un cambio en la estructura de trabajo”. Según consideró, “con diez horas es imposible que ningún grupo tenga un taller fijo” y señaló que hasta el momento no han sido avisados de cualquier otra modificación de la dinámica de trabajo. De hecho, aseguró que les confirmaron la continuidad de las diez horas para el año entrante.

Uno de los puntos que Rossi destacó como particularidad de la implementación del PES es que cada subsistema “construyó la forma en la que entendía más pertinente desarrollar esta actividad”. Explicó que “no hubo una decisión centralizada, aunque sí una decisión coordinada con las autoridades”. En primaria, por ejemplo, son las propias maestras las que a través de una formación tratan de llevar el tema a las aulas, mientras que en formación en educación hay un seminario obligatorio de educación sexual por el que deben pasar los futuros docentes.

Algunas de las resistencias que la educación sexual ha recibido a lo largo de los años tienen que ver con “una prerrogativa de las familias”, que sostienen que son las que deben llevar a cabo esa actividad, señaló Rossi, quien dijo que esa línea de pensamiento es parte de un “desconocimiento de lo que es la educación sexual integral”, que “no está en contra de las familias, sino que promueve el diálogo”. Subrayó, igualmente, “que hay que tener en cuenta que muchas veces la familia no es un ámbito seguro” y es necesario que pueda haber “otros espacios seguros” donde las infancias y las adolescencias “puedan hablar, expresarse y decir si están pasando por situaciones que violentan sus derechos”.

A modo de conclusión, Rossi aseguró que “quitar la obligatoriedad de la educación sexual es generar inequidad”, y que lo que se tiene que intentar instalar “no son tantas horas, sino una cultura de institucionalidad de educación sexual”.