“Ahora, aunque estoy jubilada, voy a poder seguir trabajando”, machaca un aviso gubernamental. Es ruin esta “libertad” neoliberal irresponsable. Se presenta como una conquista. Y mucha gente lo cree. En realidad explota lo miserable y la incertidumbre de las jubilaciones pobres. Distorsiona, de paso, el mercado laboral ya restringido.

Y lo más perverso: destruye el derecho al placer. No existe. Hay que producir y consumir. La dimensión del goce no está presente ni siquiera después de haber trabajado toda la vida. Lo más cruel y difícil: está incorporado como modelo de vida por mucha gente pobre. Eso sí, es una victoria cultural, una producción de subjetividad que oprime con la ilusión de que libera.

Placer y sexualidad

Emma Thompson es una mujer con coraje. Una actriz que se anima a lucir frente a un espejo su cuerpo desnudo de 63 años. Sin vergüenzas ni tabúes. Protagonista de un buen film (Buena suerte, Leo Grande), relata el presente de una profesora de religión, rígida, fría, con las tribulaciones, tabúes y temores de una mujer que vivió 30 años de un matrimonio gris. Rutinaria y aburrida vida sexual sin sorpresas. Todo igual año tras año. Siempre. Nunca tuvo un orgasmo. Ahora, viuda, decidió contratar a un trabajador sexual joven para intentar hacer lo que no se animó nunca. La obra (con dirección y guion de dos mujeres)1 aborda una temática poco vista en cine. Tampoco en la vida: el derecho al placer, incluidos en este caso los adultos mayores, muy especialmente las mujeres.

El plano de la sexualidad quizás sea el más elocuente en las represiones autoimpuestas. Pero no es el único. Se da en varios órdenes de la vida social. Conductas, cultura, que se autoimponen “libremente”, sin coerción. Así han sido las cosas y así tienen que seguir siendo. Tabúes y sentimientos no dichos, que cohabitan generando diversos tipos de sufrimiento espiritual. La privación y abstención, síntomas de una sociedad pacata, que no dan la libertad e igualdad emancipatorias. Emma aportó lo suyo. En Uruguay los feminismos y la movida de la diversidad aportan. Esto está más allá de las opciones lícitas de ejercer o no el derecho a la sexualidad genital.

Subjetividad y disputa cultural

Estas dimensiones de la subjetividad no siempre están presentes en la izquierda. Reitero la pregunta: ¿el amor y los afectos forman parte del programa?2 Producir una nueva subjetividad, entendida como modo de ser, estar y sentir en el mundo y en los vínculos sociales, es el desafío de la disputa cultural que nos convoca. Romper culturalmente lo que el liberalismo ha logrado imponer como inevitable: no hay otro futuro posible que este realismo capitalista inevitable. La soledad brutal del individualismo, del emprendedor/a que no ha creado ni riquezas ni felicidad compartida. Sólo pompas de ilusión, bancarrotas y frustración. Carreras salvajes. Síntomas que revelan la desesperanza, la incertidumbre, la falta de optimismo en el futuro compartido. Romper un dogmatismo que se pensaba mecánicamente: lo subjetivo es mero reflejo de “lo objetivo”: resueltos los problemas de la infraestructura material, surgiría el mundo nuevo. No es así.

Mauricio Kartun,3 director teatral, afirmaba que nuestra generación (setentones hoy), más allá de las derrotas, los golpes y los errores, se caracterizó fundamentalmente por dos fuerzas anímicas. El optimismo: que el mundo y la sociedad pueden ser mejores, más igualitarios. Y el activismo, no entendido sólo como acción militante, sino como la decisión de poner el cuerpo, de trabajar para que ese horizonte de optimismo sea posible.

Ante la pregunta sobre qué estrategias le caben al mundo de las izquierdas frente al ascenso de la extrema derecha, la feminista Clara Serra Sánchez plantea:4 “Hay que recuperar el proyecto político, un tipo de sociedad, una perspectiva más utópica. Mark Fisher tiene esta expresión de ‘realismo capitalista’ con la que explica cómo el capitalismo ha logrado instaurar una especie de realismo en el cual es imposible imaginar nada más, donde la gente puede decir ‘a mí esto no me gusta, pero es lo que hay, no hay alternativa’. Ese es nuestro adversario, ¿cómo construir un futuro? (...) Por esto la izquierda no puede ser sólo la que es para el fascismo; tiene que ser la que hace a la gente creer que otra sociedad es posible, que otro mundo es posible. Ese es el debate de fondo que tenemos que dar y que estamos perdiendo; y aquí muchas cuestiones que interpelan a la izquierda, por ejemplo: los discursos ecologistas colapsistas son nefastos, es decir, los discursos donde simplemente se acaba el mundo y no hay nada que hacer; eso es desmovilizador, despolitizador; los discursos feministas punitivistas”. Ojo: el punitivismo como respuesta sigue estando presente también en la izquierda.

Sufrimiento social

Según un informe del suplemento Qué Pasa del diario El País de octubre de 2022, el año pasado las farmacias de los hospitales públicos dispensaron más de un millón de recetas de benzodiacepinas: 2.800 por día, según información de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE). En base a informaciones del Observatorio Uruguayo de Drogas de la Junta Nacional de Drogas,5 se puede afirmar que si sumamos al mutualismo, estamos en el doble. Diarias.

Otro dato: 265.000 uruguayos y uruguayas tienen problemas graves con las bebidas alcohólicas. No se trata sólo de adicción, sino de sus múltiples efectos en la salud y en la convivencia.

Hay que producir y consumir. La dimensión del goce no está presente ni siquiera después de haber trabajado toda la vida.

El consumo de pasta base tiene mucho impacto. Pero no es el único síntoma (que lo es) del malestar y sufrimiento social. El tema del placer o de abatir los dolores del alma y del cuerpo nunca está presente a la hora de abordar consumos problemáticos de sustancias. Sólo se piensa en términos morales o de voluntad. Y no es un tema de voluntad. Ni de encierro. Ni delincuencial, que al final se establece como estigma igual para todos los casos. La “maldita droga” es un chivo expiatorio que explica y es coartada de todo. Paradoja: organismos internacionales como la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes6 siguen señalando que la morfina y los opiáceos destinados a calmar el dolor no están accesibles para el 85% de la población mundial.

Rebeca Calzada, investigadora mexicana, dice: “El discurso prohibicionista de drogas ha reprimido el placer como una motivación válida para el uso de sustancias psicoactivas. La exploración del placer en el uso de sustancias se equipara a una persecución de riesgos y su hábito puede desencadenar una adicción, pues impide a las personas realizar un cálculo racional ante el placer, aquello que se considera saludable y lo que es riesgoso. Tras cuatro décadas de narrativas adictas al prohibicionismo y abstencionismo, el resultado ha sido un mundo con drogas, con personas que continúan usando sustancias psicoactivas y con serias consecuencias por una política prohibicionista y punitiva de drogas”.

“Siempre es nuestro tiempo”

Es el título del último libro de la activista, feminista y referente de los derechos humanos de las personas mayores Águeda Restaino, cofundadora de la Red de Organizaciones de Adultos Mayores. Lo dijo antes que Emma: “Me enamoré de verdad cuando tenía 61 años. El amor de pareja es muy fuerte sentirlo a esa edad”, contó Águeda, ahora con 80 años, en una tertulia sobre el amor y la sexualidad en las personas mayores.7

Apasionada y alegre afirmación del derecho de los adultos a la sexualidad y al derecho al placer. Con más razón, luego de trabajar toda una vida. Es una visión optimista de un mundo mejor.

Milton Romani Gerner es licenciado en Psicología. Fue embajador ante la Organización de los Estados Americanos y secretario general de la Junta Nacional de Drogas.