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Alicia Migdal

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Fuera de sección

La intuición de una dimensión inmensa

La empleada, muy joven, me cuenta que cuando manda a sus hijos a descolgar la ropa de la cuerda su marido protesta porque ésas no son cosas de varones. La muchacha le retruca que hay muchos hombres que viven solos y se ocupan de sí mismos y no por eso son “raros”. Yo pienso, mientras escucho, que el primer paso para desenredar este antiguo nudo, que me suena eterno, es salir de la casa y contar lo que sucede cuando el marido ve a sus hijos descolgar la ropa de la cuerda. No estoy segura de que algo vaya a cambiar en esa familia construida como hace siglos y resistente a cualquiera de las ideas o de las cosas que pasan afuera. Pero tengo una tímida confianza en la capacidad del relato, en que mientras esa imagen de los niños, la madre y el padre circula hacia otra persona algo se produzca, el disenso se arme, la imagen se contemple y se pueda cuestionar. Porque el solo contarlo instala el absurdo.
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Incorrecta

Observando el palimpsesto sexual

En una revista barrial de las que se reparten en los negocios de la zona leí hace unos años la crónica sobre una anciana que hace décadas murió sola y soltera; cuando los vecinos entraron a la casa descubrieron que era un hombre que había vivido toda su existencia como mujer. Una mujercita apacible y querida por todos, hermana de otras que habían ido muriendo hasta que el secreto final quedó revelado por la exposición de su cuerpo en la cama.