La Facultad de Comunicación y Diseño de la Universidad ORT organizó un conversatorio con profesionales de la sociología y la psicología sobre salud mental adolescente, en el que se plantearon diferentes aristas sobre temas como la depresión, el suicidio y los factores que influyen en el bienestar de la población más joven. A su vez, propusieron “nuevos rumbos” en la elaboración de las políticas públicas y el acompañamiento desde una escucha que se aparta de lo patológico.

En la instancia, a la que asistió la diaria, la psicóloga Silvana Sottolano dijo que si bien hay mayor visibilidad de los temas vinculados a la salud mental porque hay “más elementos” de visibilización, lo que se “repite” como importante es “la construcción de los vínculos familiares”. Agregó que con la visibilidad también hay cambios en la comunicación y “algunas cosas que eran del ámbito íntimo ahora están muy expuestas”. Aun así, consideró que los lugares de sufrimiento de los más jóvenes siguen estando en “no sentirse vistos y valorados”.

En una línea similar, el psicólogo Roberto Balaguer comentó que “un enorme porcentaje de adolescentes” no tiene un adulto de referencia, y si lo tuviera, por lo menos “dos tercios de sus problemas se resolverían”. Dijo que “es importante que esa referencia se considere en los centros educativos y que el adulto tal vez pueda ser alguien de la institución. Para Balaguer, en la adolescencia hay cosas como “el pertenecer” que son fundamentales.

Una construcción social

Desde la sociología, Pablo Hein, magíster en Sociología e integrante del Grupo para la Comprensión y Prevención de la Conducta Suicida, de la Universidad de la República, aportó que la salud mental y la construcción que hacemos sobre ella “también es social”. Consideró importante tener presente que a veces “nos dejamos dibujar territorios” por los expertos, pero es importante que nos informemos sobre la situación porque “tiene otras aristas” que van más allá de las cifras.

“En el suicidio juvenil no importan los números”, las cifras son estables y para las familias que sufren pérdidas “no interesa la variación entre años”, consideró. A su entender, la salud mental también se relaciona con “encerrar al individuo en la individualidad”, con la pérdida de la colectividad y de la cohesión social. “Hemos perdido los elementos que nos dan colectividad”. Valoró como importante derribar algunos “mitos” porque a veces “construimos mundos que no son tan así”, y entender que a veces “el mayor problema de los adolescentes es el mundo adulto”. Sostuvo que la salud mental “no se arregla con pastillas”, las cuales hay que dejarlas para los casos que lo requieran y no como algo generalizado y sumamente habitual.

La colectivización del bienestar y de la salud mental fue algo que también compartió Felipe Paullier, médico pediatra y director del Instituto Nacional de la Juventud (INJU). Puntualmente, se refirió, en el aspecto estadístico, a la encuesta que desde 2013 y cada cinco años hace el INJU junto al Instituto Nacional de Estadística y que “en el módulo de salud mental muestra que estamos cada vez peor”. En esa encuesta hay una pregunta que se les hace a los adolescentes, en la que se les pregunta “si se sintieron tan tristes o desesperados en los últimos 12 meses, por dos semanas seguidas, al punto de dejar de hacer sus actividades habituales”.

Los datos de 2013 arrojaron que el 10,8% de los jóvenes de entre 16 y 19 años respondió de forma afirmativa. En 2018 la cifra creció a 15% y en 2022, a 23%. Para Paullier, el aumento de la cifra, entre otras cosas, se relaciona con la pandemia y muestra que la salud mental de las personas tiene que ver con el “bienestar y el malestar, y no necesariamente con patologías”. Consideró que “no podemos reducir el diálogo al suicidio, a la salud mental o a la depresión”, porque es un tema tan amplio que “debe ser de los pocos temas en los que encontramos un punto de encuentro en todas las generaciones”.

Agregó que el desafío es ver “cómo pasamos del diagnóstico a la acción”. Para ello, “hay que involucrar a los adolescentes y a los jóvenes”, deslindarlo de lo sanitario e incorporar políticas que vayan en la línea de la campaña “Ni silencio ni tabú”. “Por primera vez en la historia este tema es prioridad en los partidos políticos” y, sobre esa base, en 2024 se abrirán “siete centros de referencia”, en el marco del programa, para “romper el abordaje tradicional”, adelantó.