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Vista desde la Estación Espacial Internacional (archivo, abril de 2006).

Foto: NASA

Geoingeniería solar: más de 60 académicos de todo el mundo, un uruguayo incluido, alertan sobre el uso de esta tecnología

4 minutos de lectura
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Los firmantes de una nota dada a conocer recientemente buscan la concreción de un acuerdo mundial para su “no uso”, ya que los impactos de la geoingeniería solar en sectores como la agricultura y la provisión de agua y alimentos todavía son inciertos.

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Leído por Mathías Buela.
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Tapar el sol con un dedo probablemente no va a solucionar la crisis climática. Sin embargo, la geoingeniería solar estudia un conjunto de tecnologías que buscan reducir el ingreso de la luz solar al planeta con el objetivo de controlar el calentamiento global producto de las actividades del ser humano. Dentro de la disciplina, una de las técnicas más controvertidas consiste en inyectar aerosoles estratosféricos o compuestos sulfúricos. Sus partidarios sostienen que la gobernanza climática internacional no ha logrado cumplir con el Acuerdo de París -que busca limitar el calentamiento global muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales- y que por tanto es necesario recurrir a estas herramientas en el futuro. O quizás no tan en el futuro.

La Universidad de Harvard presentó el proyecto SCoPEx o Experimento de perturbación de la estratósfera controlada, una iniciativa que podría sentar las bases prácticas de la geoingeniería solar. SCoPEx consistía en elevar a 20 kilómetros un globo científico y luego lanzar carbonato de calcio, lo que generaría las perturbaciones controladas con el objetivo de enfriar el planeta. Estaba previsto que en junio de 2021 tuviera lugar la primera prueba en Suecia. Sin embargo, en febrero, organizaciones ambientalistas e indígenas enviaron una carta a la universidad exigiendo que se cancelara el proyecto.

En su carta, las organizaciones sostenían que estas tecnologías están “completamente en contra de lo que tenemos que hacer ahora: transformar sociedades con cero emisiones de carbono en armonía con la naturaleza”. Después de las reacciones, el comité asesor de Harvard anunció que había suspendido las pruebas hasta que hubiera un mayor “compromiso social”.

Reacción de la academia

En momentos de emergencia, el ser humano tiende a recurrir a ideas que, a primera vista, podrían aparentar ser salvadoras. Sin embargo, es necesario analizarlas de forma detallada y desde una perspectiva territorial.

Bajo esa premisa, un grupo de 16 académicos publicaron el artículo Solar geoengineering: The case for an international non-use agreement en la revista WIREs Climate Change planteando las problemáticas que apareja la geoingeniería solar. El artículo sentó las bases para lanzar una carta abierta que solicita un acuerdo internacional para el “no uso de la geoingeniería solar”. Enseguida, más de 45 colegas de diferentes países apoyaron la idea. Dentro de los firmantes de la carta se encuentra el uruguayo Daniel Panario, profesor y director del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar).

Incertidumbre de los impactos en la agricultura, alimentos y agua

Al plantearse el desarrollo de estas tecnologías, los especialistas afirman en su artículo que los compromisos de mitigación e incentivos para que los gobiernos, las empresas y la sociedad apunten a una descarbonización se podrían ver amenazados. Recuerdan que industrias como la del sector energético o la petrolera han retrasado “políticas climáticas estrictas” generando “alternativas técnicas como la eliminación y secuestro de dióxido de carbono” o negando por completo el cambio climático.

En ese sentido, plantean que la geoingeniería solar se discute principalmente como “una intervención a escala planetaria” y que los “crecientes llamados a la investigación y el desarrollo” de la disciplina son “motivo de alarma” porque “corre el riesgo de la normalización de estas tecnologías como opción política de futuro”. También se resalta que sus riesgos y eficacia son “poco conocidos”.

“Es probable que los impactos varíen entre regiones, ya que el enfriamiento artificial afectará a algunas regiones más que otras. Hay incertidumbres sobre los efectos en los patrones climáticos regionales, la agricultura y la provisión de las necesidades básicas de alimento y agua. La investigación actual también se basa a menudo en modelos idealizados y supone políticas facilitadoras que serán imposibles de realizar en el orden internacional actual”, sostienen los expertos.

Desde la perspectiva de los autores, con la geoingeniería solar como horizonte es “imposible gobernar de manera justa y efectiva” en el sistema político internacional actual. ¿Cuál es su argumento? Si se aplicaran estas tecnologías a escala planetaria requerirían “complejas decisiones globales sobre los lugares, la forma de despliegue, la intensidad del despliegue (es decir, el grado de enfriamiento), la responsabilidad y compensación por cualquier daño que pueda ser causado”. Sus efectos serían diferentes en cada territorio y los riesgos se distribuirían de manera desigual. Debido a este último punto, la toma de decisiones compartida entre todos los países sería “aún más crucial”.

“Los pobres del mundo serían los primeros en sufrir el cambio climático drástico. Varios investigadores han argumentado que este sufrimiento podría aliviarse con la geoingeniería solar, lo que lleva a algunos a postular una obligación moral de los países industrializados de participar en la investigación de la geoingeniería solar para compensar las emisiones de gases de efecto invernadero pasadas y actuales. Sin embargo, no se puede lograr la justicia climática abordando un aspecto de la justicia y violando otro”, afirman en el artículo.

Otro punto importante es que existe “poca evidencia” de que los países con mayor desarrollo de la disciplina estén dispuestos a compartir su “control efectivo” con países del sur global. Enfatizan que no es suficiente con sólo consultarlos al momento de su implementación. Para garantizar una “gobernanza eficaz y globalmente inclusiva” indican que los países poderosos “tendrían que colocar sus tecnologías bajo el control de instituciones multilaterales efectivas, con garantías de derechos de veto colectivo para las naciones más vulnerables”.

De todas formas, expresan que debido a los diferentes efectos que pueden tener en los territorios, es complicado que se logre un consenso. “Inevitablemente se producirán desacuerdos sobre algunos parámetros. Por ejemplo, el grado de enfriamiento, la duración del despliegue o las latitudes específicas y la distribución de los aerosoles. Tales situaciones requerirían procedimientos de toma de decisiones claros y confiables para resolver estos desacuerdos”, describen.

El grupo de académicos manifiesta que “sin controles globales y democráticos efectivos” el despliegue de la geoingeniería solar sería “complejo y aterrador”.

El acuerdo

En la carta firmada por los expertos se retoman los conceptos desarrollados en el artículo. Señalan que existe incertidumbre sobre la disponibilidad futura de este tipo de tecnologías y las definen como “especulativas”. También se refirieron al sistema de gobernanza global. “La Asamblea General de las Naciones Unidas, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente o la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, son incapaces de garantizar un control multilateral equitativo y eficaz sobre el despliegue de tecnologías de geoingeniería solar a escala global. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, dominado por sólo cinco países con poder de veto, carece también de la legitimidad que se requeriría a nivel global para regular eficazmente”, sentencian.

El acuerdo no prohibiría la investigación climática o atmosférica, tampoco supondría “limitaciones a la libertad académica” y pondría el foco en “un conjunto específico de medidas” destinadas a “restringir el desarrollo” de las tecnologías.

Dentro de las medidas propuestas en la carta se encuentran el compromiso de prohibir a agencias de financiamiento nacionales e instituciones internacionales el apoyo a estas tecnologías; prohibir “experimentos al aire libre en áreas bajo su jurisdicción”; no otorgarles derecho de patente; y el compromiso de oponerse a “una futura institucionalización de la geoingeniería solar a nivel global como opción de política en instituciones internacionales pertinentes”, incluido el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).

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