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Aguas subterráneas: un tesoro a preservar y estudiar

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La geóloga Lucía Samaniego, del Ceregas, advirtió de los riesgos de contaminación y sostenibilidad de estos cuerpos de agua debido a actividades humanas.

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Leído por Andrés Alba.
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“Aguas subterráneas, hacer visible lo invisible” fue el lema elegido por la Organización de las Naciones Unidas para la celebración del Día Mundial del Agua el 22 de marzo de este año. La consigna se definió con el propósito de visibilizar la importancia de este recurso para la supervivencia humana y medioambiental, y reivindicar el estudio, protección y su uso sostenible.

“Es un recurso que muchas veces tenemos olvidado, no le prestamos atención y, por más que esté bajo nuestros pies, no está siempre protegido”, manifestó a la diaria Lucía Samaniego, geóloga del Centro Regional para la Gestión de Aguas Subterráneas (Ceregas), con sede en Montevideo. “No se puede valorar, cuidar y gestionar de forma adecuada lo que no se conoce”. En esa línea, la experta conversó sobre los acuíferos en Uruguay, su importancia, gestión y preservación, así como de las amenazas que enfrentan.

Las aguas subterráneas se encuentran bajo tierra en formaciones geológicas de rocas duras, arenas o gravas. No todas estas formaciones son consideradas acuíferos. Para que así sea es necesario que el agua circule entre las formaciones rocosas y pueda utilizarse como un recurso renovable, explicó Samaniego. De acuerdo al tipo de roca, los acuíferos pueden clasificarse en dos grandes grupos. Por un lado, están los “porosos” o “sedimentarios”, en los que el agua circula por el espacio disponible entre granos de arena, denominados poros. En los acuíferos “fisurados”, en cambio, el agua circula a través de fisuras en la roca dura. En este segundo caso, es importante que las fisuras estén conectadas, de lo contrario el agua no circularía entre ellas.

Los usos de estos cuerpos de agua son “muy diversos”, dijo la experta. Las aguas subterráneas se utilizan para el consumo humano, actividades productivas e industriales, en sistemas de riego y hasta como fuente de energía geotérmica, sostuvo. En Uruguay el mayor uso de este recurso responde al uso y consumo humano, sobre todo, en las localidades del interior del país o en zonas rurales. Un claro ejemplo es la ciudad de Rivera, que se abastece en su totalidad de las aguas del acuífero Guaraní, mencionó Samaniego.

Asimismo, las aguas subterráneas son decisivas para el buen funcionamiento de los ecosistemas, como ríos y humedales. “Hay recursos de agua superficiales que por más que haya sequía extrema nunca se secan porque se abastecen de aguas subterráneas”, comentó la geóloga.

Riesgos ambientales

Si bien las aguas subterráneas son menos susceptibles a la contaminación que las superficiales, eso no las exime de todo riesgo ambiental. De hecho, están expuestas a varios impactos, comentó Samaniego, y como ocurre con las aguas superficiales, las principales fuentes de contaminación son las actividades antrópicas. La contaminación de las aguas subterráneas puede verse desde dos perspectivas: una en relación a la calidad del agua por la alteración de sus parámetros fisicoquímicos, y otra vinculada a la cantidad de agua por las actividades de extracción.

Para determinar los riesgos a los que son sometidas las aguas subterráneas “hay que estudiar cada zona de manera particular y determinar qué tipo de acuífero se encuentra bajo nuestros pies, cuáles son sus características, y así establecer la vulnerabilidad del agua subterránea”, explicó. Los acuíferos “libres” o a “nivel del suelo” están más expuestos a recibir contaminantes, por ejemplo, a través de la filtración de agua de pozos negros mal construidos, vertidos de empresas en fosas sépticas o zonas con tratamiento de efluentes mal impermeabilizadas. En el caso de los acuíferos protegidos por grandes espesores de rocas duras, es “casi imposible” que el agua se contamine, dijo la geóloga.

Otra fuente de impacto que amenaza la sustentabilidad de los acuíferos es la extracción de agua desmedida para actividades productivas. “La extracción de niveles de agua mayores a los que el acuífero puede dar para su rendimiento sostenible pone en riesgo su subsistencia”, sostuvo Samaniego. “La sobreexplotación del acuífero hace que en algunos pozos bajen los niveles de agua muy rápido si no se respetan los tiempos de recarga” agregó.

El acuífero Guaraní

Entre 2003 y 2009 se llevó adelante el proyecto “Protección ambiental y desarrollo sostenible del sistema acuífero Guaraní”, que involucró a investigadoras e investigadores de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, los cuatro países con competencia sobre este. Fue un estudio “muy grande y pionero”, comentó Samaniego.

El proyecto permitió profundizar el conocimiento sobre el acuífero Guaraní, pero además se elaboró un Plan de Acción Estratégico para la gestión adecuada del sistema por los cuatro países involucrados.

“El Guaraní es uno de los acuíferos transfronterizos más grande de América”, dijo la experta. De acuerdo a los datos del informe del proyecto, se trata de un acuífero sedimentario que tiene una superficie de 1.087.879 kilómetros cuadrados. En Uruguay, se extiende por 36.170 kilómetros cuadrados en los que se “presenta de distintas formas”, explicó Samaniego. “En algunas zonas se presenta libre o aflorante, es decir, a nivel del suelo, como ocurre en el norte del país y, en otros espacios se encuentra confinado bajo capas basálticas de hasta 1.200 metros de espesor”, sostuvo.

El análisis determinó que, si bien existe una “continuidad” de las aguas del acuífero que subyacen bajo los territorios de los cuatro países, también hay “heterogeneidades naturales” en la composición química de las aguas (variaciones en el pH y la conductividad eléctrica, en las condiciones hidráulicas y diferencias de accesibilidad y de temperatura, que varía entre los 18o y los 50o). Los estándares de uso del acuífero también varían mucho. En un sector estimado en 10% del área total “no existen pozos” para extraer agua y, en cambio, en otros que conforman un área de hasta 500 kilómetros cuadrados son “extraídos hasta 30.000 metros cúbicos de agua por día”.

En relación a la contaminación, el informe señala que “no se identificaron problemas de contaminación o explotación excesiva, salvo en situaciones puntuales” y, por lo tanto, “de forma general, se determinó que “el agua es de buena calidad”. Esas situaciones en las que existe contaminación fueron detectadas en “pozos poco profundos” y responden a “fallas” en su construcción.

“La contaminación también puede ocurrir en áreas de afloramiento y en sus proximidades (zonas de basalto fracturado, con posibilidad de contaminación desde la superficie), donde la vulnerabilidad suele ser más elevada”, plantea el documento. En algunas zonas cubiertas por basalto existen “ventanas” que exponen al acuífero Guaraní a la superficie o a formaciones geológicas más jóvenes, que pueden constituir un aspecto de “vulnerabilidad considerable” para su preservación.

En 2020 se aprobó hacer la segunda parte del proyecto con financiamiento del Fondo Mundial para el Medio Ambiente y “profundizar” en los puntos definidos en el Plan de Acción Estratégico, pero aún no está activo, comentó la geóloga. Se prevé que esta segunda parte se extienda por dos años. “Aumentar el conocimiento sobre el acuífero y tener una mejor gestión es importante para el país y la región”, manifestó.

Gestión y normativa

Los cuatro países con competencia sobre el acuífero Guaraní tienen “una base jurídica e institucional capaz de desarrollar la gestión y la protección sostenible” del recurso, dice el informe.

No obstante, a lo largo del proyecto se encontró que hay “discordancia” entre el ordenamiento jurídico y la aplicación de las normas. “En general, se observa que los países desarrollaron amplias estructuras normativas, siguiendo tendencias regionales e internacionales. Todos incorporaron principios e instrumentos adecuados a las necesidades de gestión y protección de las aguas subterráneas, pero, salvo casos puntuales, estos no resultaron en avances efectivos y concretos”, se señala en el documento.

En el marco de implementación del proyecto se desarrollaron cuatro estudios piloto con el funcionamiento de una instancia de gestión conjunta binacional. Entre los que involucraron a Uruguay estaban Salto-Concordia y Rivera-Santana do Livramento, pero estas comisiones de gestión compartidas quedaron sin efecto cuando acabó el proyecto. Samaniego sostuvo que la idea es que vuelvan a funcionar en el marco de la segunda etapa.

En 2010 las partes firmaron el Acuerdo sobre el acuífero Guaraní: Uruguay y Argentina lo ratificaron en 2012, Brasil en 2017 y Paraguay en 2018; entró en vigor en 2020. Si bien este acuerdo establece la “soberanía” de cada país sobre sus recursos, los países “deben estar en contacto y coordinación, sobre todo para intercambiar información y datos sobre el uso, para buscar un vínculo sustentable”, planteó Samaniego.

No es el único

Si bien Guaraní es “la vedette de Uruguay”, bajo el suelo nacional hay acuíferos de diferentes características, dimensiones y potencialidades como recurso de agua para actividades, apuntó Samaniego. Uno de ellos es el Raigón, un acuífero sedimentario ubicado en la zona de San José, que se utiliza, sobre todo, para el abastecimiento de tambos y para el riego de cultivos, señaló la experta. Bajo el suelo de Soriano y el litoral con Argentina, se encuentra otro importante acuífero sedimentario de edad cretácica.

En la zona sureste del país desde Canelones hasta Rocha se extiende el acuífero Chuy, también sedimentario, y de fundamental importancia para el abastecimiento de “todos los balnearios de la zona costera de Rocha”, afirmó la geóloga. Uruguay también cuenta con un acuífero basáltico, el Arapey, que si bien no es tan productivo como los anteriores, es importante, acotó. Así, la lista de acuíferos de Uruguay es numerosa, pero muchos de ellos no están actualmente delimitados con exactitud. Su delimitación es compleja porque en muchos casos se superponen unos con otros, explicó Samaniego.

Protección de los acuíferos

Hay distintas formas de proteger el agua subterránea en relación a su calidad y cantidad. Para la geóloga, la primera medida necesaria es el conocimiento de la importancia de las aguas subterráneas, sus características y diferentes usos, tanto entre las autoridades responsables de establecer políticas de conservación y fiscalizar su cumplimiento como entre quienes hacen un uso diario de estos recursos, para adoptar comportamientos amigables para su sustentabilidad y protección.

En segundo lugar, la experta destacó la importancia de cumplir con las normativas de construcción y registro de pozos de abastecimiento, que en Uruguay están reglamentados por medio del Decreto Nº 86, promulgado en 2004, y que aprobó “la reglamentación de la norma técnica de construcción de pozos perforados para captación de agua subterránea”. La norma establece las formas en que debe realizarse una perforación para su correcto funcionamiento y los requisitos que deben cumplir para evitar la filtración de aguas con contaminantes a las aguas subterráneas. Algunos planteos refieren a la disposición de una losa sanitaria de hormigón que rodea la superficie del pozo y la cementación de por lo menos los primeros diez metros del pozo.

A este problema se une otro, apuntó Samaniego: la falta de registro de los pozos por parte de los propietarios. “Los pozos de agua subterránea deberían estar registrados en la Dirección Nacional de Aguas (Dinagua) del Ministerio de Ambiente. Sin embargo, la cantidad de pozos registrados está por debajo del 50% del total”, señaló y apuntó que esta es una gran dificultad para tener una “verdadera noción”, no sólo de la cantidad de pozos en funcionamiento sino de los niveles de agua subterránea extraída. “No se tiene conocimiento de las actividades para las que se está usando esa agua ni cuántas horas está prendida la bomba de extracción”, manifestó.

Asimismo, planteó la importancia de la regulación de las actividades a nivel de superficie que pueden afectar las aguas subterráneas que se encuentran a nivel del suelo. “Algo que no se hace en Uruguay, y es necesario, es tomar en cuenta las aguas subterráneas y la vulnerabilidad de los acuíferos a la hora de elaborar planes de ordenamiento territorial”, dijo Samaniego.

Otra dificultad que enfrenta el país es la escasez de información para la definición de medidas de preservación de los acuíferos y para asegurar una mejor gestión. “En Uruguay no hay mucha información de detalle para que el organismo tomador de decisiones tenga en qué sostenerse para establecer determinadas medidas en relación a la vulnerabilidad del acuífero. Estaría bueno que se generen más herramientas, más conocimientos de los acuíferos y que el día de mañana su vulnerabilidad sea una variable considerada a la hora de construir y hacer evaluaciones de impacto ambiental”, señaló.

En Uruguay, la Dinagua es el organismo responsable del control del registro de pozos, de las perforaciones y de la cantidad de agua que se extrae de ellos. “Se está haciendo un gran trabajo para visibilizar el tema del registro, por ejemplo, pero, a veces, los esfuerzos no son suficientes”, consideró Samaniego. Una de las principales dificultades que tiene el organismo es que el subregistro de pozos se arrastra desde hace tiempo: “es muy difícil que se registre un pozo que se hizo hace cinco años cuando todavía no están registrados los que se hicieron el año pasado”, señaló la experta.

En tanto, el control de calidad de las aguas subterráneas es competencia de la Dirección Nacional de Calidad y Evaluación Ambiental (Dinacea) del Ministerio de Ambiente. En este organismo, desde la perspectiva de la geóloga, ocurre algo similar a la Dinagua, “se hacen controles de los monitoreos de la calidad de las aguas subterráneas que hacen las empresas”, pero “también falta mucho. Faltan recursos humanos y materiales para poder incrementar ese control”.

En ese sentido, una de las líneas de trabajo del Ceregas es brindar apoyo a ambas direcciones para la gestión y protección de las aguas subterráneas. “El centro cumple un rol de asesor en los temas vinculados a estos recursos”, dijo Samaniego.

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