Carl Sagan, el emblemático divulgador científico, decía que el universo no es ni hostil ni amigable, simplemente indiferente. “Prácticamente todo lo que vemos y conocemos, toda la belleza del mundo natural, está hecha de esta clase de átomos, distribuidos en armoniosos modelos químicos”, describió en uno de los episodios de la serie documental Cosmos, en la que abordó el origen de los elementos químicos. El protagonista de esta nota será uno de ellos: el hidrógeno. ¿Por qué? En junio se presentó el documento Hoja de ruta del hidrógeno verde en Uruguay, coordinado por el Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM), que supone cambios de gran magnitud para el país.
El hidrógeno verde se consigue a partir de energías renovables y la electrólisis de agua, ya que el elemento, en su estado natural, no se encuentra aislado. A nivel mundial, se lo observa como una de las promesas para cumplir con las metas de descarbonización. Sin embargo, es necesario plantear distintas preguntas. ¿Será el sector público o privado el que tendrá un rol protagónico en esta segunda transición energética? ¿Qué perspectiva debería tener el marco legal que regule la actividad?; ¿Cuáles son sus beneficios y problemáticas? ¿Qué opina la academia de la hoja de ruta?
En agosto, el titular del MIEM, Omar Paganini, concurrió a la Comisión de Industria, Energía, Comercio, Turismo y Servicios del Senado para explicar el camino que se tomará. Durante la instancia, detalló que a mediados de julio se lanzó el Fondo Sectorial de Hidrógeno Verde. “Se recibieron más de diez propuestas –12, en realidad– para proyectos piloto que están siendo evaluadas. Al mismo tiempo, llegó el primer proyecto de escala mediana o grande para Uruguay de escala grande, pero para el hidrógeno, de escala mediana–, que hizo su audiencia pública en Tambores”, resaltó, según consta en la versión taquigráfica de la sesión.
La iniciativa se denomina Tambor y está a cargo de la empresa alemana Enertrag, asociada a SEG Ingeniería SA de Uruguay. De aprobarse, implicaría la instalación de una planta de producción de hidrógeno verde “y derivados, principalmente metanol” en Tambores, según el documento elaborado por las compañías al que accedió Sudestada. Afirman que los productos “serán destinados en gran medida a exportación, con una parte para uso en el país”.
En el documento, aclaran que en el proceso “la energía utilizada provendrá totalmente de fuentes renovables y no implicará consumo de energía de UTE”. Para lograrlo, las empresas proponen la creación de un parque eólico que se extenderá “dentro de un área aproximada de 2.300 hectáreas”, donde se instalarán 33 aerogeneradores. Por otra parte, el volumen de agua –la materia prima del hidrógeno– que necesitarán será de entre 500 y 700 metros cúbicos por día, previendo “realizar perforaciones para obtención de agua subterránea, lo que puede ser complementado con reservorios superficiales”. Señalan que “el consumo mensual de la planta podría ser comparado al de centros poblados de Uruguay con un rango de población estimado entre 2.250 y 8.400 habitantes”.
Paganini, en la presentación de la hoja de ruta, había adelantado que el sector del hidrógeno verde “se desarrolla con proyectos de escala y, por lo tanto, con proyectos de exportación”. “Tiene un riesgo comercial importante y es bueno que los privados lo asuman para evitar poner en riesgo las finanzas del Estado”, afirmó, por lo que en esta materia Ancap “va a estar jugando sin el monopolio”.
El dilema del huevo y la gallina
“Esto comenzó en 2018, cuando hubo estudios y análisis de viabilidad de un piloto de hidrógeno para el transporte, conducido por Ancap, que en su momento se llamó Proyecto Verne. En 2020, cuando ya estábamos en la administración actual, se retomó el tema con un estudio de factibilidad con el puerto de Rotterdam y la conformación del grupo de trabajo. Lo que buscaba en aquel momento el puerto de Rotterdam era estudiar la viabilidad de que Uruguay fuera proveedor del sistema europeo a través de su propio puerto. Rotterdam es el principal puerto de Europa y es el punto de entrada a Europa central, a Alemania, a Países Bajos, Bélgica”, expresó Paganini en la comisión del Senado.
María José González, ingeniera del MIEM, destacó en el Parlamento que un “proyecto de mediana escala”, como Tambor, produce “150 megas, lo que significa 15.000 toneladas de hidrógeno al año” y utiliza “cinco litros de agua por segundo, lo que es un volumen muy pequeño y parecido a lo que puede consumir, por ejemplo, una industria nacional tradicional”. “Si vamos a lo que es toda la propuesta de hoja de ruta [...] estamos hablando de 300 litros por segundo; eventualmente, también es cercano a lo que puedan llegar a ser las termas del Arapey”, manifestó.
Sobre las aspiraciones del ministerio, la técnica manifestó que para 2025 se espera contar con “los primeros proyectos piloto” de “pequeña escala”. “Después, la idea es tener un primer proyecto como Tambor, que pueda estar comenzando su fase de construcción –veremos si es uno o más– sobre todo pensando en la exportación de derivados”, agregó. Proponen que a comienzos de 2030, las escalas de las iniciativas deberían ser mayores. “Si no los hacemos de ese porte, sino mucho más pequeños, lo que sucede es que la exportación de combustibles derivados, amoníaco o lo que fuera, no es rentable para competir en el mercado internacional. Esto surgió de las primeras consultorías con el puerto de Rotterdam”, complementó Paganini.
Los senadores le preguntaron a las autoridades del MIEM si se concebía al hidrógeno verde como un commodity. El ministro respondió: “El producto final es un commodity en el sentido estricto de un commodity o de muchos commodities, porque uno termina haciendo un combustible alternativo o un fertilizante verde”. A su vez, mencionó que al hablar sobre el hidrógeno verde se “habla del problema del huevo y la gallina; o sea, uno se pregunta qué vendrá primero: la oferta o la demanda, y cómo se resolverá ese problema”.
Las diferencias
“El hidrógeno es el elemento más simple de la naturaleza”, contó a la diaria Leopoldo Suescun, docente de la Facultad de Química e integrante de la RedH2uy, organización de académicos que busca la promoción, investigación y desarrollo del hidrógeno verde en Uruguay. Desde su visión, existen diferencias “muy importantes” entre la primera transición energética y la actual.
“En la transición ya realizada, se incorporaron tecnologías de generación eléctrica ya maduras –como paneles solares, molinos de viento– al medio nacional y esta energía se volcó a una red de distribución ya instalada, operativa y completamente caracterizada y predecible, operando con base en fuentes también ya consolidadas como la hidroeléctrica y térmica”, sostiene Suescun.
“En esta segunda transición se plantea incorporar tecnologías de electrólisis de agua a partir de energía eléctrica de origen renovable para producir hidrógeno verde que luego se transformará o transportará para su utilización. Pero las tecnologías de electrólisis de agua, aun cuando son conocidas desde hace siglos, tienen grados de desarrollo mucho menores que las anteriores, no estando operativas en ningún país del mundo a las escalas que se plantea que operen en Uruguay en un plazo de menos de 20 años”, comentó Suescun.
“En la actual transición la principal motivación es la generación de hidrógeno verde y derivados para exportación, siendo la incorporación de estos mismos a la matriz nacional un objetivo de segundo orden”. Leopoldo Suescun
Por otro lado, también resaltó que durante la primera transición energética, el objetivo fue “sustituir la producción de energía eléctrica a partir de combustibles fósiles por energía eléctrica de origen eólico y solar” con base en “la evolución del consumo eléctrico de hogares e industria nacional y con un impacto mayoritariamente local”. En contraste, observa que durante la actual transición, su principal motivación es “la generación de hidrógeno verde y derivados para exportación, siendo la incorporación de estos mismos a la matriz nacional un objetivo de segundo orden”.
“En la hoja de ruta se estima que para el año 2040 la economía del hidrógeno emplearía en el país a alrededor de 34.000 trabajadores, de los cuales entre 10% y 20% deberán tener formación equivalente a un grado de ingeniería o superior”. Leopoldo Suescun
Más formación
Un punto para nada menor que puso sobre la mesa el ingeniero químico es la necesidad de operarios y técnicos que trabajen en el área. “Sólo como un ejemplo acotado a la parte tecnológica del hidrógeno verde, en la hoja de ruta se estima una proyección optimista de que para el año 2040, en menos de 18 años, la economía del hidrógeno emplearía en el país a alrededor de 34.000 trabajadores, de los cuales se estima que entre 10% y 20% deberán tener formación equivalente a un grado de ingeniería o superior”, enmarcó Suescun.
Si bien esta cifra parece ser una buena noticia, en realidad es un llamado de atención. “Deben formarse localmente o incorporarse del extranjero una media de 250 ingenieros por año para llegar a esos números en el plazo de 20 años. La formación de este número de ingenieros –repartidos principalmente entre químicos, mecánicos y eléctricos–, en este plazo, está fuera del alcance de todo el sistema educativo nacional actual, incluyendo el público y privado”, complejizó el docente.
Tomó como referencia los últimos informes estadísticos de la Universidad de la República, que muestran que el número total de egresados con título de ingeniero “apenas alcanza los 560, de los cuales la mayoría son ingenieros agrónomos, casi 190, seguidos por ingenieros en computación, 110”. “Si se consideran para la construcción, puesta en marcha y operación de estos emprendimientos carreras como Ingeniería Civil, Producción, Electricista, Industrial Mecánica e Ingeniería Química, la cantidad de egresados de la mayor universidad del país es de 226 por año”, calculó. Para el docente, también se suma una nueva variable: al ser el hidrógeno verde una tecnología nueva, la necesidad de contar con personas formadas “no va a ser un problema únicamente local, va a ser un problema mundial”. “Así como el motor de esta transición energética puede ser la demanda exterior de los productos obtenidos, también habrá demanda exterior por profesionales, que Uruguay históricamente forma a excelente nivel”, aseguró.
Suescun observa que es urgente incorporar a la academia en el trabajo de planificación, como en la ejecución de acciones concretas. Dado el número actual de laboratorios y grupos que investigan temáticas vinculadas al hidrógeno verde, concibe que “no será posible contribuir a problemas tecnológicos fundamentales a los que la industria va a enfrentarse”, “menos aún aportar conocimiento en forma de invenciones, innovaciones”, además de “no poder valorar correctamente los impactos ambientales, laborales, de salud pública, que requerirán también muchos otros técnicos formados en áreas distintas de las ingenierías”. Suescun, después que terminó la entrevista, admitió que sueña con la creación de un Instituto del Hidrógeno.