La pobreza infantil en Uruguay se duplicó entre 1998 y 2003, y a partir de 2006-2008 volvió a disminuir a los valores de 1998. En la presentación se aclaró que si bien en los últimos años ha habido una recuperación en algunas áreas de la economía, no se logró “superar la situación de pobreza, indigencia y fragmentación social”, y persiste una infantilización de la pobreza, es decir, se redujo menos en la población cuya edad va hasta los seis años.
La pobreza infantil abarca a 38,7% de los niños y niñas de nuestro país que tienen hasta cinco años. La situación es peor en Montevideo, donde el porcentaje se eleva a 44%, mientras que en el interior del país (localidades mayores a 5.000 habitantes) es 34%. El problema se maximiza al pensar en la incidencia que tiene la pobreza infantil en otras generaciones, y en que muchos problemas que hoy padece ese 38,7% de niños se agravan en etapas posteriores del crecimiento.
Se consignó que en edades tempranas “la situación de desi-gualdad tiene un fuerte impacto en el crecimiento, el desarrollo y la salud de los niños, en particular para su sistema nervioso central”. Nuestro país presenta graves problemas de malnutrición infantil: 11% de los niños de hasta dos años tiene retraso en el crecimiento y 8,5% padece obesidad y sobrepeso en estos contextos de pobreza. Respecto de los valores nutricionales de hierro, se detecta una prevalencia de anemia en niños de seis a 24 meses: en Uruguay se registra 54%, la mayor cifra en la región, Argentina tiene 8,8% y Chile 1%.
También fueron mencionados los problemas de desarrollo psicomotor, que afectan las áreas de coordinación y de lenguaje. Durante el encuentro se destacó que el retraso aumenta con la edad, que lleva a una inhibición de la capacidad de representación simbólica y de la interacción social, que es potencialmente reversible si se modifica el entorno, y que los varones están en peor situación que las niñas.
Se evidenciaron asimismo problemas de salud mental: Uruguay tiene altas tasas de trastornos emocionales y comportamentales en niños de seis a 11 años, y en las escuelas de contexto sociocultural crítico superan el 50%. Los problemas de aprendizaje en escolares de contexto muy desfavorable alcanzan a 34%. Respecto de la inserción educativa, se explicó que 70% de los niños en situación de pobreza no finaliza primaria, y que sólo 14% completa secundaria. Las secuelas en la salud en contextos de pobreza tienen que ver con el efecto acumulativo de múltiples factores, como la exposición a tóxicos ambientales, una nutrición inadecuada, poco acceso a la atención en salud, mayor frecuencia e intensidad de exposición a situaciones de estrés, o la calidad del ambiente familiar.
El perfil de las familias consideradas de riesgo fue caracterizado por tener madre deprimida o desmoralizada, padre física o emocionalmente ausente, y relación familiar con predominio de vínculos hostiles y violentos, con dificultad en el uso del lenguaje como instrumento de negociación.
Visión del CIIP
Participan en el centro las facultades de Medicina (el Grupo Interdisciplinario de Estudios Psicosociales y el Departamento de Psicología Médica), de Ciencias Sociales (el Banco de Datos y el Área de Infancia y Familia), de Psicología (Área de Salud) y la Escuela de Nutrición y Dietética (Departamento de Nutrición Básica).
Respecto de las políticas públicas, los académicos identificaron algunos nudos en la forma como es abordada la familia (con cierta tendencia a “culpabilizarla”) y la situación de pobreza (cuando se la aborda como homogénea, se transforma en un universal abstracto). Asimismo, se constató que las políticas sociales no siempre analizan la experiencia vital de las personas.
Los técnicos hicieron referencia a la contradicción entre la producción de alimentos de nuestro país y los casos de desnutrición, y destacaron la necesidad de crear un sistema nacional de protección a la infancia.
Los integrantes del CIIP consideraron, además, que los indicadores de pobreza manejados no abarcan la totalidad del problema: son sólo macro, falta incluir aspectos micro; hay ausencia de indicadores familiares; los indicadores de salud son insuficientes; los nutricionales están poco integrados; también faltan cifras de desarrollo infantil, así como de malestar y bienestar; los datos de discapacidad también son insuficientes. Se detectó la “persistencia de una mirada adultocéntrica y feminizante en las intervenciones”.
Otra de las necesidades identificadas es una insuficiente formación de recursos académicos y profesionales en el área de pobreza infantil, disponer de paradigmas más integrales, y una mayor coordinación interdisciplinaria.
El centro propuso acciones concretas a desarrollar en las tres funciones de la Universidad. En materia de investigación, crear un Sistema Nacional de Desarrollo Integral y Bienestar Infantil que incorpore indicadores psico-socio-culturales a las propuestas existentes. Con relación a la enseñanza, capacitación de grado y posgrado en distintos servicios universitarios para abordar el tema y los impactos en la infancia, así como en el futuro del país. En cuanto a la actividad de extensión, plantearon continuar con el apoyo y la profundización de planes y programas estatales destinados a la infancia, entre otros cometidos.