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Puertas adentro

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Lo que ocurre mientras nadie ve o nadie quiere ver.

Culpa, miedo, silencio, soledad y vergüenza se esconden tras las amenazas más diversas e incluso bajo afectos enfermos del entorno más cercano y de confianza de un menor abusado. La mayoría son niñas víctimas de hombres adultos, aunque también hay numerosos casos de varones pequeños que son víctimas y de mujeres abusadoras. Qué hacer, cómo y cuándo actuar son algunos de los interrogantes que surgen entre quienes pretenden ayudar a los inocentes o a los agresores. Y aun más: es la duda y el objetivo último de muchos afectados tanto para enfrentar su presente y futuro como para apoyar y alentar a otros en el mismo proceso.

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Editar

El abuso sexual no diferencia etnias, géneros, clases sociales, culturas ni sociedades; tampoco hace excepciones educativas o generacionales; no distingue relaciones de consanguinidad o afinidad. Estuvo presente en toda la historia de la humanidad y, más allá de la utopía inocente de erradicarlo, seguramente seguirá marcando su presencia.

Aislamiento,vidas deshechas que deben recomponerse, enfermedades, traumas, embarazos no deseados, desórdenes en la conducta y en la relación con el entorno, depresión, estrés, baja autoestima y mal rendimiento escolar son algunas de sus causas y consecuencias más corrientes que sufren tanto niños y niñas como adolescentes mientras no terminan de entender qué sucede, cuándo comenzó, por qué ni cómo.

En entrevista exclusiva para la diaria, Mariela Ferreira (uruguaya) y Carmen Liliana Chona (colombiana), ambas víctimas de abuso sexual a corta edad y autoras del libro Un cuaderno para ayudarte. Historias de abuso sexual infantil, presentado al público el 25 de mayo en el Palacio Legislativo, explicaron que es frecuente el miedo a denunciar estos hechos entre quienes los sufren: “Muchas veces pasan años antes de que una víctima logre reconocer que lo que sucedió no fue su culpa y que no debe cargar con el peso de la vergüenza ni de las amenazas por más tiempo, sino que debe buscar liberarse”. En plan de mejorar y de salir adelante, las víctimas de abuso sexual leyeron muchas obras, recolectaron testimonios y se apoyaron en varias instituciones, organizaciones, profesionales y personas de confianza para salir adelante una vez que se animaron a hablar. Hoy, ya de pie, “con la cara arriba y la vida en paz”, tal como lo expresa Chona en el libro, no sólo relatan sus propias experiencias sino que pretenden mostrar al mundo que después de todo es posible salir adelante. En su afán por ayudar a otros y, principalmente, de ayudarse a sí mismas a dejar atrás el pasado doloroso que marcó su historia personal, llevan adelante diferentes tareas y alientan y proponen otras para contribuir en el “proceso de sanación” de aquellos que siguen viviendo después del abuso. Están seguras de que “las mujeres que llegan a buscar estos libros son mujeres con vidas rotas y lo que quieren es armarlas… ¡amarlas!”, establecen las autoras.

Castigo y complicidad

Según explicó el psicólogo Andrés Caro Berta en la mesa redonda organizada por la Sociedad Uruguaya de Sexología (SUS) el 28 de mayo en la sede del Instituto Nacional de la Juventud -esta actividad se enmarca dentro del ciclo de charlas sobre distintas temáticas que cada mes ofrece la organización para profesionales y público en general-, se debe distinguir entre acoso y abuso sexual infantil. El primero se refiere al abordaje sistemático de un adulto de confianza a un niño; pasa a ser abuso cuando el adulto busca un acercamiento que le permita concretar vínculos sexuales verbales o físicos (es decir, que pueden suponer o no penetración).

La abogada Mariela Pin, también expositora en la referida charla junto con Ferreira y Chona, indicó que el Código Penal uruguayo está obsoleto en esta materia: es delito inexcarcelable sólo la violación (supone penetración) pero no el “atentado violento contra el pudor” (hechos como el manoseo o el exhibicionismo). También puso énfasis en que “lo jurídico nos da herramientas para denunciar […] pero es necesario el acompañamiento y la protección de la familia”. Lamentablemente son reiteradas las ocasiones en que ésta no acompaña a sus pequeños: no les creen o prefieren negarlo, incluso ocultarlo ante la sociedad, y pretenden ser indiferentes ante sus efectos.

Prevenir, no curar

Rara vez, explicaron tanto Caro Berta como Pin, un niño miente en esta materia. Por lo tanto, se debe estar atento ante cualquier señal que indique que pueda ser una víctima: dolor o irritación en los genitales, moretones que aparecen cuando están bajo el cuidado de una persona, rechazo hacia ésta, pesadillas, sangrado o manchas en la ropa interior, etcétera.

Ante cualquier sospecha los adultos deberán actuar de inmediato protegiendo al menor sin victimizarlo aun más.

Además, los profesionales recomiendan a los responsables que acudan de inmediato ante las autoridades para denunciar al agresor y solicitar ayuda profesional, de médicos, psiquiatras y psicólogos, para que puedan ayudar al pequeño a superar lo vivido.

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