“El nuevo relacionamiento con Brasil” dio nombre a una conferencia organizada por la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), que contó con las exposiciones del estudioso del tema Rodrigo Ribeiro y el prosecretario de Presidencia, Diego Cánepa, quienes aportaron sus visiones sobre el Mercosur y los nuevos lazos con Brasil. “Debe buscarse la lógica de ganar-ganar”, reclamó Eduardo Pérez Muniz, presidente de ACDE.
Con el Tratado de Asunción se apostó por la única opción posible, una idea “razonablemente esperanzada”: apertura comercial al mundo y avance junto con “los vecinos pobres”, en lugar de hacerlo solos, como Chile. Las diferencias entre los expositores se percibieron con nitidez al hablar de la balanza comercial bilateral con Brasil: según Ribeiro es deficitaria, para Cánepa es equilibrada desde hace varios años.
Pasaron 21 años de la firma del tratado, con las expectativas en el “debe” y una relación desgastada. “Estamos atados de manos”, afirmó Ribeiro. Los socios avanzan, cierran las puertas, se niegan a coordinar con Uruguay, desconociendo que el país debe insertarse en el mercado mundial. ¿A quién se queja uno cuando sus hermanos mayores no lo dejan jugar? Es una problemática bidimensional, porque implica resolver la interna de los miembros del Mercosur sin olvidar el mercado internacional. ¿Qué hacer con el Mercosur? Debe optarse en la siguiente disyuntiva: salir, intensificar, retroceder o rescatar el Mercosur con el objetivo de mejorar ambas dimensiones. De abandonarlo, Uruguay gozaría de libertad para el comercio bilateral con los países extrarregión y continuaría discutiendo sobre cuestiones no comerciales -dragado, turismo, etcétera- con sus socios. Intensificar el proceso en el bloque “es ir contra la corriente”, porque Argentina quiere aumentar el arancel externo común y Uruguay debe protegerse. Retroceder implicaría dejar la discusión comercial y negociar asuntos propios de la cercanía geográfica. Rescatar lo que queda del Mercosur, estrechando el lazo con Brasil, parecería la mejor posibilidad. “No queremos que nos compren. Queremos que se asocien y que hagan negocios con nosotros”, se escuchó decir en la reunión entre la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, y el mandatario uruguayo, José Mujica, en Brasil. Éste es la sexta economía mundial, con un mercado interno de 200 millones de habitantes y 350% de crecimiento en sus intercambios comerciales. ¿Qué más ofrece? La inserción en su cadena productiva, el aprovechamiento de energía, compartir avances tecnológicos y conocimientos especializados, respaldo político y apertura internacional. Uruguay, de su lado, ofrece voto político de respaldo ante los organismos multilaterales, su credibilidad y compromiso con la inversión internacional, complementariedad productiva y beneficios tributarios.
Es lo que hay...
Según Ribeiro, el nacionalismo de Brasil, la reacción de Argentina y la pérdida de libertad en el manejo macroeconómico son elementos que deberían preocuparle a Uruguay, que debería evitar un relacionamiento pasivo. Ambos expositores temen que el relacionamiento entre el país y el gigante vecino se sustente sólo en la amistad que une a sus presidentes. Cánepa subrayó que la historia, y más aún la Convención Preliminar de Paz de 1828, muestra el camino de la integración. “Son las opciones geopolíticas que tenemos y analizar esa coyuntura ayuda a ver quiénes nos hicieron independientes”. En 1991, la historia se repitió. “Tuvimos que patear la puerta para sentarnos en la mesa del Mercosur: no nos invitaron al inicio de la fiesta”, evocó el jerarca. Para Brasil, el bloque era la plataforma de legitimidad política para su proyecto de global player. Para Argentina y Uruguay, un mercado ampliado. El acuerdo firmado entre Brasil y Portugal muestra la estrategia de inversión geopolítica del primero. Brasil se olvidó del Mercosur y perjudicó a Uruguay, porque nadie busca negociar con él y la tendencia es asociarse en bloques. Al parecer, ahora Brasil comprendió que debe asumir un rol de liderazgo en la región, en el bloque y frente a Uruguay.