El primer contacto no fue fácil. Estaban molestos por cómo habíamos relatado, en un artículo publicado semanas atrás, la situación de algunas familias que en el “período de progreso” vivido no habían podido mejorar su calidad de vida (ver la diaria del 15/06/12). “¿Vos te creés que acá sólo hay cuidacoches y gente que vive de propinas?”, señaló uno de los vecinos del barrio, que prefirió mantenerse en el anonimato porque dijo que, aunque no es delincuente, a cada santo le debe una vela. “Acá hay todos los oficios”, aclaró. “Yo también tengo mis prejuicios, y por eso me imagino que a los lectores de la diaria hay que contarles un poco más cómo es un asentamiento”, sentenció, y luego nos pusimos a conversar del barrio.
Cotravi está ubicado por camino Cibils y La Boyada, Rincón del Cerro, al oeste de Montevideo. El 4 de abril de 1998 se ocupó la parte este del asentamiento, detrás de las viviendas de Curticuer. Eran 22 hectáreas de chacras pertenecientes a la familia Bouaza, que fueron ocupadas por personas que no tenían dónde vivir. Luego de varias intenciones de desalojo, el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA) adquirió en 2002 esos terrenos e implementó una política de vivienda.
Aseguran que “el asentamiento si es período electoral es tierra de políticos, y si no, de curiosos [como periodistas y antropólogos]”. Sienten que están en una sociedad fragmentada y señalan que “si vivís en un asentamiento, vivís resentido”. “El mismo resentimiento que hay en Pocitos hacia los asentamientos hay del asentamiento al centro. Vivimos marginados de todo, y por un lado mejor, estar aislados nos ha permitido trabajar durante años”, contó a la diaria un habitante de la zona.
Según un censo solicitado por la Junta Departamental y desarrollado por los vecinos, en Cotravi viven unas 400 familias, con aproximadamente cuatro hijos cada una. Eso sin contar la “zona verde” donde hay viviendas instaladas irregularmente (en espacios verdes o al borde de la cañada) y que no tienen servicios, motivo por el cual el gobierno los va a realojar.
El alcalde del Municipio A, Gabriel Otero, explicó que la instalación irregular de estas familias provocó la nulidad de espacios verdes en el barrio. Es por eso que los vecinos “decidieron no incluirlos en el censo y propusieron que las familias sean realojadas”, especificó.
Las personas que viven en Cotravi reconocen que el asentamiento está mejor y que gracias a la plata que les da el Ministerio de Desarrollo Social varias familias han podido “hacerse una pieza”. En el lugar funcionan algunas comisiones y se hacen talleres temáticos. Los vecinos están organizados y aseguran que “por primera vez hay metas”.
“Para vivir acá te tiene que gustar. Siempre me dicen que hablo de Cotravi como si estuviese hablando de Piriápolis, pero para mí Cotravi es como un hijo al que cuido y defiendo de gente que no le hace bien”, señaló una de las referentes. “Acá hay gente que está viviendo en ranchos de lata, que se le llueven, y con niños chicos, y es por eso que hay que defenderlos, organizarse y, por ejemplo, armar talleres para sacarlos adelante”.
Bloquera comunitaria
Con el propósito de resolver los problemas de vivienda que aún persisten en el barrio, el sábado 14 de junio los vecinos protagonizaron un taller de vivienda impulsado por el Programa Apex Cerro, dependiente de la Universidad de la República. Participaron actores sociales de la zona, autoridades municipales, ministeriales y algunos políticos, como la senadora Lucía Topolansky.
El alcalde del Municipio A explicó que de esta iniciativa impulsada por los vecinos se desprendieron algunas ideas y que también hubo propuestas por parte del MVOTMA y del Plan Juntos. El ministerio se comprometió a realizar intervenciones concretas, principalmente en la cañada y en los espacios verdes, ya que allí residen varias familias en casas construidas por Un techo para mi país. El alcalde detalló que esta situación ocurrió porque la organización no le pidió en ningún momento permiso al MVOTMA -dueño de los terrenos- para hacer las casas en el bañado. “Parece un despropósito haber construido esas casas. Si yo construyo al lado de un bañado, donde a la primera de cambio me sube el agua, lo que hice no tiene sentido. No todas las iniciativas suman”, sentenció Otero. Los vecinos tampoco están conformes con la construcción en ese lugar, y aseguran que “la gente vivió bastante en aripucas” y que esas casas no son dignas, ya que no tienen ni baño ni cocina y están ubicadas al “borde del agua”.
Ante esta realidad, el compromiso del Plan Juntos y del MVOTMA es conseguir materiales para que los vecinos tengan acceso a una vivienda digna lo más rápido posible. En el taller realizado el 14 de junio también se afianzó la idea de hacer una “bloquera comunitaria”. Ésta consiste en un fondo de materiales entre los vecinos del barrio para poco a poco abandonar las casas de chapa y construir viviendas de hormigón.
El Municipio A también comenzará a desplegar acciones vinculadas a mejorar la calidad de las viviendas de la zona, como el trabajo en la regularización de los pozos negros en el asentamiento. El alcalde explicó que en el censo se evidenció la falta de pozos negros. Al constatar esta situación decidieron solicitarle a la comuna “una mano” a partir del fondo de materiales que manejan el municipio y la intendencia. Mediante esta ayuda se pretende colaborar con materiales para que los habitantes de Cotravi terminen su pozo negro o empiecen a construir uno.
El ministerio, además de trabajar en el realojo de quienes se instalaron al borde de la cañada, construirá un espacio verde en la zona, para que los niños puedan tener una cancha de fútbol o básquetbol y hagan actividades al aire libre. La creación de un salón comunal es otra de las iniciativas. Actualmente, las dos iglesias del barrio son el único espacio organizado que tienen los vecinos. “Para nosotros es fundamental que en el barrio exista un centro comunitario, no sólo para poder reunirnos, sino también para tener una maestra comunitaria que apoye escolarmente a los niños, porque acá hay niños que con 13 años todavía están en tercero de escuela”, señaló una vecina. La existencia de un salón comunal permitiría continuar con programas como Arrimate a la Salud y Arrimate al Deporte, que impulsan desde una perspectiva comunitaria la práctica del deporte y el cuidado de la salud, ya que hasta el momento éstos funcionaron en la casa de uno de los vecinos. Para Otero este tipo de talleres demuestra las intervenciones integrales que están haciendo los vecinos de Cotravi para buscar alternativas y regularizar cada vez más su situación como barrio.
Kilómetro y medio
Desde que nació Cotravi, hace 14 años, los transportes públicos no entran en el barrio. Las personas tienen que caminar un kilómetro y medio para poder llevar a sus hijos a la escuela o ir a trabajar. Esta carencia se ha transformado en uno de los mayores problemas y lo que motivó la intervención del municipio.
Hace poco más de dos meses que empezó el arreglo y la construcción de calles. Actualmente están en la etapa de preparación del suelo y, según estiman los técnicos, la obra podría extenderse por dos meses más. Otero indicó que se está trabajando en la etapa del “cuneteo” y que las calles laterales a la principal, la 28 de Mayo, las están haciendo con balasto. Asimismo, próximamente se colocará en la calle principal una carpeta asfáltica. El jerarca explicó que esta obra es una de las más importantes que ha hecho el municipio y que gracias a ella “el departamento de Movilidad Urbana podrá solicitarle, por lo menos a una línea de ómnibus que ingrese al barrio”.
Uno de los vecinos explicó que durante la noche tampoco entran las ambulancias y menos aún los taxis. “Cuando te tomás un taxi tenés que preguntar si entra a Cotravi, porque la mayoría de las veces prefieren no hacerlo”. Justamente la idea de asfaltar las calles va de la mano con la regularización del asentamiento y la conexión de éste con otros puntos de la ciudad, promoviendo que ómnibus, taxis y ambulancias vean a Cotravi como un barrio de fácil acceso y circulación.
Los consultados aseguran que están contentos con los cambios aunque afirman que aún persiste el descreimiento. “Nos acostumbramos a no tener calles ni ómnibus ni viviendas, y aunque ahora estemos en una luna de miel, todavía nos cuesta”. Aseguraron que todo lo que venga de afuera lo van a recibir con los brazos abiertos pero advierten a todas aquellas personas que “les dan una mano” que no se olviden que ellos están “del otro lado del mostrador”.