No es muy común que en una mesa sobre economía se teorice sobre la felicidad de las personas, al menos explícitamente. Eso ocurrió en una de las actividades del eje “Ideas y experiencias para otra economía” del Extenso, primer congreso de Extensión Universitaria organizado en Uruguay desde el 6 al 9 de noviembre y dentro de la agenda de actividades del Día del Futuro. En la mesa “Estado de situación de la economía solidaria en la región” expusieron personas vinculadas al tema de Brasil y Argentina.
Inés Arancibia, directora de Desarrollo Local y Economía Social del gobierno de la provincia de Buenos Aires, Argentina, dijo que las políticas públicas y concepciones en las que se basan se pueden agrupar en tres corrientes. Una de ellas busca la inclusión del excluido, apuntando principalmente a situaciones de vulnerabilidad en personas que están fuera del mercado laboral formal y que al mismo tiempo han desarrollado herramientas familiares. Según explicó, esta corriente asocia la economía social principalmente al emprendedurismo. Otra de las vertientes promueve la conformación de un sector de la economía con políticas diferenciadas, porque entiende que hay valores diferenciales; y la tercera, que se propone aportar a la construcción de “otra economía”, a la que definió como “la más ambiciosa” de todas las aproximaciones al tema. Según dijo, en Argentina predomina la primera y aunque conviven las tres, las otras dos son aún incipientes.
A partir de esta distinción, Arancibia explicó que ni a nivel de las políticas públicas, ni académico, existe un acuerdo sobre la definición de la economía social y solidaria, y hasta hay quienes sostienen que ambos adjetivos refieren a cosas distintas, porque tienen diferentes orígenes. La jerarca comentó que al momento de ejecutar políticas públicas es fundamental poder “leer” la demanda y no quedarse solamente en ella, porque poder transformarla “es una forma de llegar a las verdaderas necesidades”. Acerca de cómo intervenir, destacó que lo importante es fortalecer al sector y sus actores, pero al mismo tiempo ir generando autonomía. Además, señaló que en Argentina hay actores que están tratando de que haya una ley nacional de economía social y solidaria, hasta el momento sin éxito.
Apocalípticos e integrados
Su compatriota Gonzalo Vázquez, de la Universidad General Sarmiento de Buenos Aires, se refirió al debate en torno a la sostenibilidad de este tipo de emprendimientos. Según explicó, hace falta entender que el mercado no es la única forma de integración, y que también hay que tener en cuenta las prácticas de reciprocidad entre personas y la redistribución de recursos. “En general la viabilidad de un emprendimiento se mide por si tiene la cantidad de ingresos para subsistir y seguir adelante. Lo deseable siempre es la autosostenibilidad, ahí se juega su dignidad”, planteó. En ese sentido, dijo que hay autores que plantean que las cooperativas son potencialmente una forma de producción superior a la empresa capitalista por su manera de organizar el trabajo a partir de un vínculo horizontal y participativo, que tiene un gran potencial productivo.
Vázquez se mostró desconforme con que los emprendimientos de la economía social y solidaria se desarrollen en un contexto capitalista hostil para su sobrevivencia, y señaló que en general pueden ser competitivos, pero en su etapa inicial requieren de algún tipo de acompañamiento, ya sea estatal o de la sociedad civil. También habló de una contradicción existente en estas experiencias cuando se trata de construir “otra economía” pero al mismo tiempo dejamos que el mercado capitalista sea el que dice si un emprendimiento es viable o no. En esta línea, se quejó de que los mecanismos de redistribución aparecen “muy tímidamente” y les cuesta legitimarse, e indicó que los subsidios estatales no deberían ser tan acotados en el tiempo. “Pareciera que el Estado comete un error o una expropiación con este tipo de políticas redistributivas”, criticó, y al mismo tiempo sugirió que podría existir un ingreso básico que garantice un piso que permita desarrollar la experiencia.
Ser o no ser
Pero la mayor atención la captó Luiz Gaiger, de la Universidad Unisinos de Brasil -uno de los países de la región más avanzados en el tema-, quien explicó que uno de sus ejes de investigación es la felicidad de las personas de acuerdo al tipo de trabajo que desempeñan. En cuanto a la definición de felicidad de la que parte, explicó que no puede confundirse con un estado momentáneo de satisfacción, sino que debe durar más. “Es un estado de bienestar porque hacemos una evaluación progresiva de lo que estamos haciendo. Si el balance me genera un sentimiento de placer me lleva a considerarme una persona feliz. Además no es algo que se puede obtener de manera pasiva, hay que conquistarla, no se regala”, definió.
Gaiger criticó al modelo económico capitalista hegemónico porque, dijo, se basa en un pensamiento iluminista y utilitarista. Señaló que además pone el énfasis en el pilar de la ciencia y el crecimiento constante de la producción. “Nos importa más la bolsa de Nueva York que cómo están nuestros vecinos”, comentó.
También dijo que la felicidad mediante la adquisición de bienes sólo es posible para las personas que están en situación de privilegio, y que este modelo presenta promesas que no se pueden cumplir, como la de comprarnos un coche nuevo, que al año deja de ser nuevo. Gaiger explicó además que las capas medias están en un intermedio porque no tienen lo suficiente, pero se convencen de que pueden tenerlo. Por el contrario, señaló que en economía solidaria hay una vinculación entre las personas que genera nuevos ejercicios, perfeccionamientos, y tomas de conciencia que generan sujetos solidarios, principalmente por medio de un proceso de internalización sentimental.