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Ignacio Rodríguez y su madre, Sonia. Foto: Pablo Nogueira

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El joven programador de Canelones que ganó el concurso de Google viajará a San Francisco a las instalaciones de la empresa.

Ignacio Rodríguez es uno de los 20 ganadores del concurso de programación Google Code-in, en el que participaron 341 adolescentes de todo el mundo, de 13 a 17 años. Él tiene 14 y se presentó por intermedio de Sugar Labs, una organización sin fines de lucro que se encarga de desarrollar el software de las XO. Actualmente participa en esa organización y en Python Joven, un grupo de programadores dirigidos por el profesor Flavio Danesse, su mentor en el concurso. Ignacio conversó con la diaria acerca de la propuesta de Google y sobre el Plan Ceibal. Considera que este último es “muy cerrado” ya que, si bien utiliza software libre, no permite modificaciones.

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Ignacio vive en la ciudad de Canelones con sus padres y su hermana. Desde que se dio a conocer la noticia de que él era uno de los ganadores fueron muchas las llamadas que recibió y las entrevistas que le hicieron en distintos medios de comunicación. Sonia, su madre, abre la puerta y al poco rato muestra algunos recortes de diarios. Ignacio dice que está "muy feliz". Consultado sobre cómo se siente ser famoso de repente, se ríe y opina que no cree que sea fama sino un mérito. "Me lo gané”, aclara.

El 13 de enero recibió la noticia por parte de Stephanie Taylor, una de las integrantes de Google, pero por motivos del concurso, recién el 20 lo pudo contar. "No pensaba que iba a ganar; éramos muchos. De Uruguay se presentaron dos o tres. Éramos 341 en total; quedamos 20, dos de cada organización", cuenta.

La idea del concurso Google Code-In, explica Ignacio, "es meter a los jóvenes en las organizaciones de software libre". "El objetivo es que aprendas a programar y entres en esas organizaciones para ayudar al código", dice.

Los jóvenes deben presentarse al concurso por intermedio de una organización de código abierto. Ignacio lo hizo por Sugar Labs, en la que continuó participando como programador. Es el cuarto año que se realiza este concurso y el segundo en el que gana un uruguayo. En 2012 el ganador fue Agustín Zubiaga, de San José, que tenía 15 años.

La cuarta edición del concurso comenzó el 18 de noviembre del año pasado y terminó el 6 de enero. Durante este período, los participantes tuvieron que realizar una serie de "tareas" relacionadas con escribir código, con crear o editar ayuda y documentos para que otros aprendan, con el estudio de problemas y soluciones recomendadas o con el diseño de interfaces, entre otras. Cada organización tiene una lista de tareas, Sugar Labs tenía más de 300. Se gana un punto por cada tarea terminada, y cuando se llega a los tres puntos el premio es una camiseta. El premio principal, que se les da a los 20 primeros ganadores, consiste en un viaje con todo pago a Estados Unidos, para conocer las instalaciones de Google en Mountain View, California. "Yo me anoté para tener la remera de Google y terminé ganando", cuenta.

Ignacio explica de qué trata cada tarea: "De código es programar, arreglar un programa o hacer uno nuevo, y documentación es escribir algo o mejorar una ayuda o realizar una página web. Después hay más tareas, como buscar mecanismos o una manera de mejorar o crear algo". Dice que hizo casi todas las tareas. "No es algo muy difícil, pero tampoco tan fácil", ya que desde que se inició el concurso trabajó "sin parar". "Terminé primero en todo Google con 61 tareas completadas". "Me levantaba y empezaba cuando podía, pedía ayuda. Últimamente tenía un módem y trabajaba desde casa", cuenta.

F1

"Empecé a programar con una XO en quinto de escuela, antes no tenía computadora. Recuerdo que bajé unas aplicaciones de Flavio Danesse y ahí había un grupo que se llama Python Joven, al que se podía unir el que quisiera. El grupo es de San José y nos mantenemos en contacto por internet. Yo aprendí con Flavio por internet", dice. Danesse fue quien lo impulsó y apoyó para que participara en el concurso, al igual que lo hizo con Agustín, el ganador anterior.

Ignacio define programar como "darle órdenes a una computadora para que haga lo que vos digas, manipularla como vos quieras". Dice que Code-in sería algo así como "entrar en el código"; en ese sentido, explica que código abierto significa que tenés acceso a él y que cualquiera puede editarlo, además de que no tiene fines de lucro, ya que está dentro del software libre.

Cuenta que Danesse les enseñó a programar lo básico: "Python, un lenguaje de las XO, algo así como Java (la interfaz gráfica de las XO es en Python y desarrollamos en él); y GDK, por ejemplo, que es para programar interfaces gráficas. Después, nos tira mucha información que tenemos que leer; a veces lo estudiaba, pero me costó mucho, por eso tardé en aprenderlo. Él nos enseñó y ahora estamos enseñando. Uno de los objetivos es ése: ayudar para que ayudemos".

El Plan Ceibal también le permitió contactarse con Walter Bender, director de Sugar Labs. “Él es de Boston. Nos empezamos a contactar hasta que me hice miembro de la organización. Él siempre trata de ayudarte y está para cualquier persona que tenga XO. Flavio me lo recomendó y me suscribí a una lista de correo en la que estamos todos los desarrolladores de Uruguay. Y en Ceibal Jam, otra organización sin fines de lucro, también te recomiendan a Walter porque es un mentor de todo", dice.

Cuenta que con Flavio aprendió "un montón", pero que no le gusta leer mucho y los conocimientos que tiene los adquirió "viendo mucho código". Considera que "entendiendo lo básico vas aprendiendo de a poco. Leyendo se torna un poco aburrido: mucho teórico no sirve tanto como lo práctico".

En lo que refiere a la programación, dice que le gusta "hacer tareas que ayuden a la gente, utilidades que tengan un fin bueno, por decirlo así, y que se use en todos lados". Por ejemplo, junto con Walter Bender, realizó una actividad para cambiar el ícono de las XO, "es algo fácil; hasta ahora no se podía hacer, pero la gente lo usa mucho". Eso permite cambiar el diseño del ícono del medio de la pantalla que tienen las XO. "Está hecho y cualquier usuario puede cambiarlo ahora, por un gatito, por ejemplo. Algunos se sienten identificados con esto. Me gusta arreglar cosas fáciles que arreglan algo que es importante. En Sugar Labs, siempre que podemos, ayudamos", señala.

Abrir el código

Ignacio empezó a programar con su primera computadora, una XO-1 que le entregaron por el Plan Ceibal. “Ésta es la XO-1, tengo la 1.5 y la 1.75”, cuenta mientras su madre le alcanza las distintas laptops y las despliega en la mesa. Hay de color verde, azul y blanco. En la Escuela Técnica de Canelones, donde cursó el ciclo básico, le entregaron el modelo Magallanes. “Es la más rápida, la que se parece más a una laptop real. Las otras son mucho más lentas y es un poco incómodo para trabajar en ellas”, dice.

En marzo va a empezar el bachillerato de Ingeniería en la UTU y ya tiene claro que quiere ingresar a la Facultad de Ingeniería y ser ingeniero en sistemas. “Siempre me llamó la atención ver cómo podían hacer cosas o aplicaciones en una XO. Me di cuenta de que todo es posible y me empezó a gustar. Sin Plan Ceibal no hubiese tenido acceso a todo esto. Me conectaba en la escuela, que está a dos cuadras. Ahora la Intendencia [de Canelones] está haciendo trámites con Antel y voy a tener internet acá”, señala.

Mientras Ignacio cuenta eso, suena el teléfono. Su madre se lo alcanza y él atiende. “Gracias”, dice. Se muestra tímido, responde con monosílabos y luego corta. “Era [Miguel] Brechner, presidente de Ceibal”, dice. Explica que era para felicitarlo, preguntarle si necesitaba algo y decirle que estaba a las órdenes.

Consultado sobre el Plan Ceibal, dice que las desventajas “son pocas, pero son grandes”, y eso se debe a que “Ceibal es muy cerrado”, porque “no tenés acceso a una computadora totalmente; ellos tienen acceso sobre vos, lo que vos hagas está en ellos”. En ese sentido, explica que las XO que él tiene son de Estados Unidos y se las prestó Ceibal Jam. “En esas tenés acceso a todo, a modificar y tocar todo lo que quieras, pero en Ceibal no porque te bloquea el derecho de administración, tenés acceso a lo básico. Ceibal le prometió a Walter Bender que en algunos años estarían destrabadas. El sistema es software libre pero no tenés acceso a modificarlas. Te bloquean y no te dejan crecer, por decirlo de alguna manera. Esas cosas las podés hacer con una XO destrabada que Ceibal no te brinda”, señala.

Explica que pudo programar porque tiene las XO destrabadas, y si alguien quiere aprender como él “puede usar el código local y modificar su versión local, pero no es original en todas las XO. “Para destrabarla tenés que pedir una clave a un desarrollador, y a veces tardan mucho en dártela”, explica. Bender fue quien solicitó la clave para que Ignacio pudiera programar en su XO-1. También pudo obtener la clave para sus otras computadoras.

Dice que este tema “es muy discutido” y que “se buscan muchas maneras para romper esa seguridad”. “Yo no tengo Ceibal en mis XO, yo uso el software de Sugar Labs, que está destrabado y mucho más actualizado”, agrega.

El 13 de abril, Ignacio viajará junto con su madre a San Francisco y volverá a Uruguay el 17. “Vamos a conocer las oficinas de Google, hablar con los ingenieros y después recorrer San Francisco”, cuenta. “Espero conocer a los otros ganadores, con los que he charlado un montón, y hacer amigos, disfrutar, hablar con los ingenieros y recorrer San Francisco”, dice. Él es el único ganador de Latinoamérica.

Ignacio es amigo de Agustín, el ganador anterior, quien le dio algunos consejos para el viaje: “Me dijo que allá no se habla mucho español y que practique el inglés porque si no, estoy frito”. También le contó que los ingenieros “están trabajando en una reposera y que a los empleados los tratan como en la casa, que les dan ganas de trabajar”. “Además de hacer lo que les gusta están bien cuidados”, resume.

Cuenta que su familia “está muy feliz de que haya ganado” porque “hay mucha gente mejor que yo, mucha gente que tiene más posibilidades y mejores conocimientos, pero algunos no lo aprovechan. Esas personas nada más iban a ganar, no querían quedarse, y yo me quedé”.

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