Ingresá

Candidaturas, programas y relatos

3 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

Columna de opinión | Elecciones departamentales y municipales.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

En las últimas semanas me he preguntado sobre los argumentos políticos con los que el Frente Amplio (FA) pedirá el voto en las elecciones departamentales y municipales de mayo. Obvio: en el juego electoral se procura obtener la mejor posición posible. Pero la pelea del poder por el poder mismo, en crudo, es cinismo político y, a la larga, el fracaso.

La competencia electoral es una oportunidad para ventilar temas relevantes. En 2014, en el plano nacional, quedó expuesta la opción entre dos proyectos y se despejó la duda de la continuidad del proceso de cambios (que incluye el cambio cultural). Más allá de aquellas ilusiones creadas o alucinaciones colectivas que pusieron en duda esa decisión, una contundente mayoría social y electoral optó por la profundización del cambio, en octubre y en noviembre.

Esto se enmarca en la situación que Marcelo Pereira describió como de “predominio sin relato” (http://ladiaria.com.uy/UGa). El relato se fue desvaneciendo de manera imperceptible y sostenida, como un puñado de arena entre los dedos. Pero aún conservó cierta base material y simbólica (mística, identidad... como quieran llamarla) que sostuvo el predominio.

Ahora, ya en 2015, ¿a por qué vamos?, ¿solamente a mantener y/o aumentar posiciones de gobierno?, ¿o existen cuestiones políticas de importancia para dilucidar?

En relación con estas preguntas, es elocuente el caso de Montevideo.

El panorama de buena parte de los demás departamentos muestra competencias electorales interpartidarias interesantes, hasta cierto punto “programáticas”, mientras que en la capital el débil Partido de la Concertación desnudó una estrategia electoral primitiva: “desalojar” al FA de la intendencia, y se encamina a una paliza histórica.

Ahora bien, si bien es verdad que sólo con la crítica al gobierno del FA no se ganan elecciones, también lo es que la inconsistencia, la falta de atractivo o la incompetencia electoral del adversario no es argumento suficiente, particularmente en Montevideo, para un sexto gobierno frenteamplista. Se necesita más.

La opción entre la senadora T, el senador M o la doctora C no sostiene por sí un relato ni argumentos políticos convincentes. Por más que agrega interés a la competencia y quizá derive votantes a la definición de la interna frenteamplista. Además, completa la “evaporación” del concepto de “candidato común”, tan caro a la izquierda, ya producida antes en el interior.

Es cierto, el FA tiene un programa común, bien escrito, que propone temas interesantes (el “progreso manuscrito” siempre ha sido un fuerte del FA), pero poca gente lo conocerá; el debate público se procesa por otros canales.

Con cierta nostalgia de campañas anteriores, extraño la ausencia de un relato.

Entre otras cuestiones, entiendo que para convocar y entusiasmar a la gente no se puede solamente proponer una “mejor gestión”.

La intendencia, por cierto, es prestadora de servicios públicos: alumbrado, limpieza y recolección de residuos, pavimentación, saneamiento, ordenamiento del tránsito, regulación alimentaria, etcétera. En eso se asemeja a una empresa pública. Pero no es directa la relación entre “pago mis impuestos” y “recibo servicios de calidad”. La idea del ciudadano como contribuyente y del contribuyente como cliente reduce malamente el papel de un gobierno local o departamental y estupidiza al ciudadano.

La derecha históricamente ha reclamado “obras” tangibles y señala retrasos en infraestructura, así como problemas de gestión. No entiende que la infraestructura (el “hardware”) tiende a perder relevancia frente al funcionamiento de un sistema (el “software”), como en el caso de la problemática de la movilidad. Por ejemplo, con más pavimento vehicular no se solucionará la congestión, si el sistema de transporte no es mejorado y se da más lugar a los autos en calles y avenidas que no admiten más ensanches. Se ha extendido la equivocada idea de que existe un abecé (en su versión más conocida: alumbrado, basura y calles), planteando que si se resuelve bien se asegura lo básico, y recién luego se puede ir por lo demás. Por cierto, esa idea -equivocada- tiene origen frenteamplista.

Las intendencias prestan servicios, deben hacerlo bien y con costos adecuados a la calidad de éstos, pero también gestionan y gobiernan globalmente territorios complejos, urbanos y rurales, arbitran conflictos, promueven el desarrollo. No son sólo empresas de servicios ni deben serlo.

Si la gestión y el gobierno de un territorio se vacían de política (vana utopía reaccionaria, que arriesgamos comprar con vestido “progresista”), queda el mercado para resolver otras cuestiones básicas: el espacio público, la integración social, el patrimonio cultural, la estética urbana, la preservación ambiental, entre tantas. Y sabemos cómo “resuelve” estas cuestiones, sobre todo en América Latina: degradación ambiental, segregación social y territorial, privatización o disolución del espacio público, deterioro del patrimonio cultural, congestión del tránsito por incremento del transporte individual, pérdida de calidad de vida y de valores de convivencia. Encierros en guetos de pobres y en guetos de oro.

El FA ganó Montevideo por primera vez y lo retuvo, en cada instancia electoral, con mayor votación, cuando construyó, sostuvo y relanzó un relato transformador y entusiasmante, compartido por la gente; y con liderazgo. Con esa base consolidó su hegemonía política y cultural, y la proyectó al escenario nacional.

A ese relato, simplificando, lo podríamos llamar “proyecto de ciudad”.

En esta instancia, de cara a las elecciones de mayo, en Montevideo (y en los otros 18 departamentos, y los más de 120 municipios a elegir), cabe plantearse la pregunta: ¿qué proyecto de ciudad (o de territorio) es el que propone el FA a los votantes en este momento concreto?

El/la/los candidatos deberían ser portavoces, comunicadores, conductores e intérpretes de esos proyectos/relatos orientados a imaginar y a concretar ciudades y territorios más justos e integrados, más seguros, más innovadores y estimulantes, mejor cuidados y, finalmente, mejor gestionados.

Sería saludable que algunos de estos temas emergieran en las próximas semanas.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura