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Patricia Redondo y Pablo Martinis. Foto: Pablo Vignali

Del dicho al hecho

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Docentes plantean necesidad de concebir a educandos como pares, independientemente de su situación socioeconómica.

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Inventar lo (im)posible es el título de un libro que recoge 12 experiencias pedagógicas de Argentina y Uruguay. El libro tiene la particularidad de que si bien fue compilado por los docentes Pablo Martinis (Universidad de la República) y Patricia Redondo (Universidad de La Plata), quienes escribieron sobre las experiencias seleccionadas fueron los docentes que participaron en éstas, llevadas a cabo en escuelas, liceos, aulas comunitarias y campamentos educativos, entre otros espacios. Según los compiladores, las experiencias tienen en común que parten desde la “certeza pedagógica” de las posibilidades del otro, “y a su vez en sus propias posibilidades como educadores”, lo que lleva a “resultados maravillosos en términos de aprendizajes y de constitución de ciudadanía e igualdad”.

Martinis señaló que los casos reseñados en el libro parten “del convencimiento de que la tarea de educar es posible en distintas circunstancias, y que el elemento fundamental es que allí puede haber sujetos que se hacen cargo de sus responsabilidades y tareas como educadores”. El docente dijo también que las experiencias tienen en común la forma de ver “al otro” en la relación educativa “como un igual”, con quien se comparte “una misma dignidad” y “que es tan capaz de aprender como cualquier otro”. Por su parte, Redondo consideró que en las experiencias también aparecen aspectos relativos a la “invención” de estrategias educativas.

Consultado sobre cómo convive este tipo de prácticas docentes con las políticas públicas, Martinis sostuvo que en ambos países las políticas enuncian la intencionalidad “de construir una educación que realmente reconozca las potencialidades de todos”, pero muchas veces hay dificultades para que esto se traduzca en experiencias concretas. “Sobre todo cuando creen que desde el ámbito central de la política es posible definir las acciones que deben realizarse en forma homogénea en todas las instituciones y territorios”, consideró. Al respecto, agregó que la política educativa debería “generar las condiciones” para que experiencias como las del libro puedan “desarrollarse y profundizarse”, porque en cada lugar se generan condiciones particulares, que muy difícilmente son captadas desde la centralidad.

Contexto no

En Uruguay es costumbre hablar de centros educativos de “contexto crítico”, pero en el libro se discute la noción que plantea que existen “contextos” sociales en los que se debe enseñar de una forma diferencial. En palabras de Redondo, prefieren hablar de “complejidad”, entendida no como lo que se genera mecánicamente en determinado contexto, sino a partir de factores propios de “cambios de época”, que inciden en los modos de enseñar y requieren la revisión de prácticas.

Según Martinis, “hay que desarmar la idea que se construye en términos peyorativos de ciertos contextos socioculturales asociados a la pobreza, como ámbitos en los que la educación tendría muchas dificultades para acontecer”. El docente dijo que gran parte de la literatura en educación plantea con mucho énfasis “una especie de determinación de los niños y adolescentes en función del contexto en el que viven, donde una situación de vida sería prácticamente una condena”. Las experiencias recogidas “desarman ese discurso y muestran que aquello que desde otros lugares se define como lo imposible, allí es inventado cotidianamente”. Para Martinis, la clave está en tener profesionales de la educación convencidos de que trabajan con niños con su misma posibilidad de ejercer la inteligencia, que a menudo desafían y exigen.

Redondo plantea que este modelo entra en conflicto con “el nuevo aggiornamiento de una versión neoliberal de la educación que vuelve a la agenda de discusión” y que se preocupa principalmente por los resultados educativos. La docente entiende que “las lógicas de evaluaciones sumativas que miden logros educativos fueron muy propias del modelo de los años 90”, y sostiene que América Latina está en un escenario “de fuerte disputa educativa” en la que existe “una nueva oleada de modelos vinculados a la evaluación”. Para Redondo, se trata de un modelo “de individualización capitalista que construye un tipo de sociedad”. Según planteó, este modelo se está manifestando también en la educación de la primera infancia, por ejemplo en áreas de “preparación de competencias”.

Para Martinis, en Uruguay también existe tensión con modelos “que pretenden valorar la educación en función de los resultados obtenidos por los estudiantes en ciertas pruebas estandarizadas” y que sólo pueden captar elementos “muy residuales” de los procesos educativos. Para el docente, esa forma de entender la evaluación educativa generó “procesos de culpabilización de los sectores populares en función de los resultados que obtienen en esas evaluaciones”, como si la responsabilidad no fuera “del sistema educativo, el Estado y la sociedad en su conjunto”. Según agregó, las experiencias del libro plantean al menos una discusión a ese modelo. “Lo peor que nos puede pasar es negar esa discusión y creer que tenemos valoraciones de la educación absolutamente objetivas. Eso no existe, toda valoración corresponde a un punto de vista, todo punto de vista se produce en términos de relaciones de fuerza y políticos. Nos está faltando esa discusión en Uruguay”, concluyó.

El libro fue presentado ayer en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y será presentado hoy a las 14.30 en la plaza Casavalle, donde se realizó una de las experiencias que describe.

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