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Adrián Zelis, Lou Poison y Claire Niset, del colectivo La Pitanga, durante el taller “Violencia doméstica y de género: estrategias de intervención y recursos en territorio”, el jueves en la Casa del Vecino de la Curva de Maroñas. Foto: Pablo Vignali

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Las estadísticas siguen alarmando, pero los recursos para abordar la violencia de género son insuficientes, según operadores.

En el marco de la campaña del Mes de la Lucha contra la Violencia hacia las Mujeres, decenas de hombres y mujeres participaron, el jueves, en el taller “Violencia doméstica y de género: estrategias de intervención y recursos de territorio”, organizado por el Municipio F en la Casa del Vecino de la Curva de Maroñas. La quinta parte de las denuncias por violencia doméstica en Montevideo se realizan dentro de los límites de ese municipio.

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Ellas. Las miles de mujeres que han sido asesinadas, víctimas de violencia de género a lo largo de estos años en todo el país. Mencionarlas y recordarlas fue casi un lema para dar comienzo al taller que pretendió sensibilizar en la temática y mejorar la formación de operadores. Para ellos, enfrentarse con situaciones de violencia de género es moneda corriente. Y como una cachetada, el subcomisario de la División de Política y Género del Ministerio del Interior (MI), Richard Gutiérrez, comenzó transmitiendo la noticia de que esa madrugada, a las 4.30, una mujer fue asesinada en una whiskería de Paso de los Toros (Tacuarembó). Según informó Subrayado el viernes, la mujer había finalizado la relación con su ex pareja, a la que había denunciado anteriormente. Con ella, son 26 las mujeres víctimas de violencia de género en lo que va del año. “Un tema neurálgico que implica la respuesta de toda la sociedad”, afirmó Gutiérrez. Remarcó la necesidad y la importancia de ese tipo de instancias para pensar cómo abordar la temática, porque “indudablemente no es una respuesta sólo de la Policía”. “Somos conscientes de que falta mucho por hacer, pero vamos por el buen camino”, consideró, en referencia a la creación, en diciembre de 2014, de la Unidad Especializada en Violencia Doméstica y Género del MI.

Según datos del Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad del MI, 20% de las denuncias por violencia doméstica que se registran en Montevideo corresponden al Municipio F, que incluye los barrios Villa García, Manga, Bañados de Carrasco, Las Canteras, Maroñas, Parque Guaraní, Villa Española, Flor de Maroñas, Ituzaingó, Jardines del Hipódromo, Piedras Blancas, Punta de Rieles y Bella Italia. Las denuncias, además, han ido en aumento. En 2013 se registraron 1.945 denuncias y en 2014, 2.087. Tomando los datos desde comienzos del año hasta junio de 2015, se observa que crecieron 1,9% en relación al mismo período del año anterior. La violencia doméstica constituye el tercer delito más importante dentro del territorio del municipio. Pero la realidad es “más compleja”, reconoció el alcalde Francisco Fleitas: “Detrás de estos registros de denuncias hay niños, niñas y adolescentes”. Los números indican que estamos frente a “un problema social grave” que exige “mucha especialización en la temática, políticas públicas y protección eficaz”, agregó. Y aseguró que el objetivo del municipio “es optimizar las acciones institucionales en la prevención y atención”.

Esa tuerca no sirve

El pizarrón se fue completando de palabras sueltas. Machismo, miedo, historia de vida compleja, invasión, ignorancia, decían algunos operadores. Aislamiento, relación de poder, desconfianza, baja autoestima, apatía, inseguridad, fallas en la comunicación, inequidades, agregaban otros. “Vida patriarcal”, soltó uno de los hombres que llenaban la sala. Ésas fueron las respuestas a la pregunta “¿Qué produce para ustedes la violencia doméstica?” de la licenciada en Trabajo Social e integrante de la ONG El Paso Andrea Tuana, quien dictó el taller. El primero desde hace muchos años en el que no aparecen las palabras “drogas” ni “alcohol”, lo cual es “una buena cosa”, valoró. “Se ha logrado desarmar la idea de que estas sustancias producen la violencia, cuando en realidad la facilitan”. Otro mito que se tuvo que desterrar, subrayó, es que antes se pensaba que las personas violentas eran enfermas. Si bien las formas de control pueden ser múltiples, explicó, la persona violenta en general no busca lastimar a la otra persona, sino que pretende mantener su poder. Y para eso usa expresiones violentas como el maltrato físico, psicológico, sexual.

En su exposición, si bien Tuana mencionó las distintas formas de violencia (homofóbica, transfóbica, violencia sexual, etcétera), se centró en la doméstica por ser la de mayor incidencia. Recordó que a lo largo de la historia de la humanidad ha habido miles de aspectos que atentan contra la dignidad y la libertad de las personas en todas las culturas. En ese sentido, manifestó, la lucha de los movimientos feministas es tan legítima como, por ejemplo, la de los movimientos de clases obreras. Todos buscan la justicia social. Y la violencia a las mujeres, dijo la profesional, es la expresión del patriarcado, que implica la dominación. Un sistema cultural que genera, por un lado, la hegemonía del colectivo social de varones y, por otro, roles, mandatos estereotipos, formas de ser y hacer para cada una de las personas. “¿Y quién dice qué es lo normal?”, cuestionó. En ese sentido, afirma, hay que dar una vuelta de tuerca.

Traspasar barreras

Beatriz andaba con las piernas vendadas. Eran las várices, decía ella. Marión pasaba todos los días por su casa para llegar a la suya, en Punta de Rieles. Hace poco descubrió que allí había problemas. Que las vendas de Beatriz no tapaban várices, sino moretones. Los que el marido le dejaba. Ningún vecino se imaginaba que en esa casa había violencia, contó a la diaria Marión, agarrándose la cabeza. Muchas veces se acercó para ayudarla. “Me lo dijo cuando el marido ya tenía un arma para matarla”. Marión Márquez es concejala vecinal del Municipio F y, como tantos operadores que presenciaron el taller, se preguntó cómo actuar con las mujeres que no reconocen sus derechos y sufren violencia doméstica pero lo niegan, qué herramientas darles mas allá de la información de servicios y lugares adonde recurrir.

Dicha ambivalencia, según Tuana, es característica en los casos en que la violencia no es generada por un extraño, sino por la pareja, con la que se tiene una historia, hijos, un proyecto de vida. Entonces existe un “atrapamiento” del vínculo afectivo, en el que no todo es agresión, porque la violencia también implica dominación, explicó la especialista. Por eso las mujeres vuelven con su pareja. Para ellas, dijo, es muy difícil vencer la vergüenza por esa situación. Por eso es importante que el operador genere las condiciones para mantener la asistencia y que pueda trabajar tanto la ambivalencia como la retractación. “Si ustedes, operadores, no soportan que la mujer vuelva con su pareja, no pueden trabajar más en este tema”. “Es importante tener en claro que nosotros las apoyamos, pero el proceso lo hace la mujer víctima de violencia”, marcó Tuana. También señaló la importancia del trabajo en cercanía en cuanto al acompañamiento a los hospitales, a la Policía y a los juzgados, que son hostiles hacia las mujeres, incluso para las que entienden el lenguaje judicial.

Niset Claire, integrante del colectivo La Pitanga, cuestionó hasta qué punto las mujeres que sufren violencia tienen instalada la sensación de “nadie puede hacer nada, yo tengo que salir sola”, porque hay mucha desconfianza en la Justicia. Y reflexionó acerca del rol del vecino. “Si el vecino critica o juzga a esa mujer que sufre violencia o la presiona para que haga la denuncia, esa mujer se va a retraer y no va a llegar al servicio”, opinó. Por eso hay que preparar a la mujer cuando hace la denuncia, afirmó Tuana. Pero, ¿qué pasa después?

En diálogo con la diaria, la asistente social e integrante del Área Social del Municipio F Laura Cafaro aseguró que si bien en la zona hay muchas organizaciones especializadas en violencia de género, operadores que actúan en liceos y policlínicas, “faltan recursos humanos y materiales concretos, como albergues o soluciones rápidas de vivienda”, por ejemplo, para asistir a las personas que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad que, añadió, son la mayoría en el territorio del Municipio F, mujeres que denuncian a la pareja y luego tienen que volver a sus casas. Ése es uno de los motivos por el que varias no se animan a denunciar. No obstante, Cafaro considera que en los últimos años existe una preocupación por parte del Estado, y hoy el tema está en la agenda.

Fleitas reconoció que si bien las organizaciones de mujeres han logrado unir muchos esfuerzos, “las instituciones en el territorio son escasas” y “se necesitan más recursos para enfrentar la temática”. Aseguró que desde el Municipio F se continuará articulando con los tres niveles de gobierno las políticas públicas desarrolladas en el territorio, y se seguirá aportando con recursos materiales y financieros todas las actividades que apunten a promover la igualdad de oportunidades.

En diálogo con la diaria, Tuana mencionó la necesidad de identificar, primero, que el problema es la cultura patriarcal, y para ello se debe pensar una cultura “alternativa” desde el gobierno y toda la sociedad. “Hay pequeñas iniciativas, pero se debe actuar en forma de ‘lineazo’”, dijo. Piensa que es fundamental una decisión fuerte del gobierno para trabajar el tema. “Pero fuerte, seria y comprometida”, remarcó. “Si el gobierno tiene voluntad política y pone recursos, realmente se puede dar un cambio sustantivo”. La especialista plantea, entre otras cosas, que el tema debería insertarse a nivel de la educación inicial, primaria, secundaria y terciaria, para poder formar a los adolescentes con un modelo cultural distinto. Considera que debe darse importancia al noviazgo entre los adolescentes y trabajar en la prevención de la violencia, porque “ahí es donde se establece el sistema de dominación sutil visible, con cuestiones entreveradas en la cultura del amor romántico”. Incluso, dijo, profesionales como los psicólogos o los pediatras tienen que trabajar con la familia en la construcción de una sociedad no patriarcal. Todo un cambio que aún “lejos está de darse acá”, concluyó.

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