Una niña pechó a otras dos en la escuela y también las miró de arriba a abajo. Las dos niñas respondieron con un insulto y le dijeron que le iban a pegar, lo que generó que la niña se asustara y tuviera que esconderse durante el recreo. Esa situación fue pensada por Melany y Melany, dos niñas que cursan los talleres de radio del proyecto Espacio Diálogo, que se desarrolla en el Centro de Apoyo al Desarrollo Integral (CADI) de Casavalle. En ese espacio también tuvieron que pensar posibles soluciones para ese conflicto, y plantearon tres posibilidades. Una de ellas era que el resto de los compañeros alentaran a que las niñas se pelearan; otra, que nadie se metiera en la situación; y la tercera posibilidad era que los compañeros intervinieran para que no se pelearan y que intentaran hablar con las niñas para que cambiaran de actitud, situación que consideraron la más adecuada.
Florencia Bacelo, responsable de los talleres que se realizan con niñas de entre nueve y 12 años del Club de Niñas y con jóvenes de entre 15 y 25 años del Instituto Politécnico del CADI, explicó a la diaria que por medio de esas instancias se busca aportar en la búsqueda de la “resolución pacífica de conflictos”. La tallerista señaló que en la zona de Casavalle, a nivel familiar, vecinal y comunitario, “no hay una correcta comunicación para la resolución de conflictos”, y que en las instancias del proyecto se investiga “qué es el diálogo” y las niñas siempre dicen que es hablar, pero al problematizarlo llegan a la conclusión de que “es hablar y que el otro escuche”, además de ponerse en el lugar del otro.
Para Bacelo, existe “una distorsión en la comunicación” y “hay falta de herramientas para dialogar, mucho impulso y poca reflexión y autocrítica”. Además, dijo que el proyecto apuesta a trabajar en la corriente de la mediación de conflictos, y que aunque haya “impulsos” que hagan que la violencia salga, se busca que las niñas incorporen que siempre hay más de una solución a cada conflicto.
En el dial
En los talleres también se trabaja a partir de conceptos técnicos y del lenguaje radiofónico, y se espera que en las próximas semanas se termine de instalar un estudio de grabación en la sede del CADI. Según contó Bacelo, las niñas trabajan con herramientas como la narración de cuentos o la realización de entrevistas, para que puedan apreciar a la radio “como una oportunidad para expresarse”. Como la mayoría de las veces Casavalle es noticia en los medios por episodios de violencia, la tallerista explicó que los espacios en el marco del proyecto también sirven para “desestigmatizar” y para “darle voz a las personas y a las historias invisibles”. “Por otro lado, trabajamos el tema de la voz y todo lo que implica. Mediante la aceptación de la voz de uno se esconde la confianza, la seguridad, cómo me paro ante la vida y ante los demás. Se puede generar una aceptación de uno mismo mediante la voz, con distintas herramientas de respiración y de grabarse y escucharse”, agregó.
Si bien señaló que las adolescentes y jóvenes tienen una “coraza” más difícil de derribar, Bacelo indicó que “las niñas son mucho más conscientes de la situación y del contexto en el que viven de lo que cualquiera puede creer”. Para ilustrarlo, narró que en uno de los talleres hicieron un debate sobre si les gustaba o no vivir en su barrio y “durante 20 minutos no pararon de hablar”. “Las niñas tienen un discurso ya establecido de lo que está bien y lo que está mal, de la necesidad de cuidar los espacios públicos, por ejemplo”, agregó.
Para Bacelo “es muy importante darles un rol protagónico a los niños, porque a veces los subestimamos por la edad y dejamos de lado lo que tienen para decir”. Al respecto, contó que en una reunión de padres en la que escucharon el debate que protagonizaron las niñas, una madre le dijo que en la casa nunca lo había expresado. “Si estará cómoda acá. Aparte, ella es re tímida”, agregó la madre. Las niñas también lo expresan en la clase, cuando se quejan de que únicamente tienen el taller de radio una vez a la semana. Para la tallerista, las claves son “lograr que se sientan cómodas y en confianza” y también “que no se sientan obligadas a nada”.
El proyecto
El proyecto Espacio Diálogo cuenta con financiamiento de la Unión Europea, y además de los talleres de radio se capacita en mediación a quienes trabajan en la zona. También se ofrece un servicio “multipuertas” para personas que sufren violencia doméstica, se brinda asesoramiento jurídico, y hay lugar para quienes tengan algún conflicto para resolver que no constituya un delito. El proyecto es gestionado en Uruguay por el CADI, que además brinda otros servicios dirigidos exclusivamente a niñas y mujeres jóvenes , y que en total trabaja con unas 700 familias, según dijo a la diaria el director del centro, Guzmán Haretche.
Haretche explicó que Casavalle cuenta con una población de unas 90.000 personas y que la mayoría son mujeres, al igual que en el resto del departamento. Sin embargo, fundamentó que el CADI dirija sus acciones hacia niñas y jóvenes señalando que esa población en la zona es la que cuenta con menos posibilidades de estudio y trabajo, porque mayormente quedan relegadas a cuidar a sus hermanos o incluso a sus hijos, ya que el embarazo adolescente es una situación muy presente. Además, señaló que Casavalle constituye uno de los núcleos más poblados del país, cuenta con los indicadores sociales y económicos más complejos y además no hay servicios adecuados, situación que ilustró con la ausencia de bancos y cajeros automáticos. Al respecto, agregó que en la zona hay un solo aportante a la Caja Bancaria y ni uno de la Caja de Profesionales.
Haretche dijo que la violencia doméstica es uno de los temas más consultados en el CADI; acerca de la resolución de conflictos pacíficos, explicó que es muy difícil comprometer a los varones para que concurran al centro a buscar soluciones mediante el diálogo. Sobre el trabajo que se realiza en el centro que coordina, indicó que además del club de niñas y del politécnico funciona un centro CAIF y, a partir de este año, también lo hará un colegio. El coordinador destacó que este año incorporaron un deporte “colaborativo” llamado passbol, que se parece al básquetbol pero cuando un jugador hace una anotación debe pasarse al otro equipo. Además, cuando hay una infracción, cualquiera de los jugadores puede pedir una ronda en la que todos dialoguen sobre lo ocurrido.