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Daniel Garay, director del Polo Industrial del Comcar, Eduardo Bonomi, ministro del Interior, y Graciela Barrera, presidenta de la Asociación de Familiares de Víctimas de la Delincuencia, ayer, en el Comcar. Foto: Alesandro Maradei

Se inauguró súper en ex Comcar, “muestra explícita de la heterogeneidad del sistema”

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El salón de actos del Polo Industrial de la Unidad Nº 4 de Santiago Vázquez (ex Comcar) refleja la cabeza de quienes mandan, y ayer estaban sentados detrás de una mesa rectangular ahí mismo, rodeados de paredes celestes únicamente interrumpidas por un prolijo grafiti, mientras retumbaba un deep house: el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, el director del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), Crisoldo Caraballo, el director del Polo, Daniel Garay, entre otros. Los allí presentes creen que el orden y el progreso son la consecuencia intrínseca de la fuerza de trabajo. Que la laborterapia “dignifica” aunque no siempre se reciba sueldo, “rehabilita” aunque no siempre se goce de los beneficios sociales. El Polo Industrial es una isla dentro de un complejo penitenciario que está atiborrado de encierro, hacinamiento y arbitrariedades. Ayer se inauguró ahí un mini supermercado cuyas ganancias serán destinadas a la Asociación de Familiares de Víctimas de la Delincuencia (Asfavide); la idea fue del responsable del Polo, Jaime Saavedra.

Podrán ir a comprar los 420 hombres -de los casi 3.600 que están presos en el Comcar- que tienen la chance de trabajar y redimir pena para “reinsertarse” en la sociedad; 70 de ellos cobran peculio, y otros 40, que trabajan en emprendimientos privados, cobran sueldo. Ayer fuimos testigos de una clara expresión de la heterogeneidad del sistema penitenciario: un eufemismo para los que no pueden ir al almacén a comprar Coca Cola, esos que a escasos metros, nomás, duermen entre aguas servidas, se la pasan encerrados en las celdas, muchas veces sin agua ni luz, donde conseguir un vaso de agua fría es objeto de celebración. En el acto, Caraballo no le sacó el brazo a la jeringa, y dijo, sin idas y vueltas, eso mismo: que la apertura del almacén refleja las “diferentes situaciones y complejidad”, pero también sirve como norte.

Características

Es un emprendimiento privado, que empleará a siete personas privadas de libertad en administración, depósito y atención al público en una primera etapa; una vez que la empresa se “afiance”, se prevé emplear a cinco más. Hasta ahora 12 trabajaron “adecuando la infraestructura” del almacén, y otros cuatro en la refacción del galpón que servirá de depósito. Los hombres que están presos en los módulos 7 y 9, de máxima confianza, donde se recluyen 320 de los 450 que trabajan en el Polo Industrial, tendrán acceso al almacén. Como en la cárcel no está permitido utilizar dinero, las familias tendrán que depositarlo en la cuenta de Abitab de Asfavide y llevar el comprobante, con el que los internos podrán comprar comida.

Mucho por andar

El comisionado parlamentario penitenciario, Juan Miguel Petit, presente en la inauguración, aseguró que está de acuerdo con este tipo de iniciativas, y que ese es el “espíritu” que hay que desperdigar para llevar a cabo la reforma del sistema carcelario que empezó en 2010 con la creación del INR. Sin embargo, Petit reconoce que aunque “podemos congratularnos por una gran cantidad de gente que está tratando de innovar y cambiar”, aún “falta mucho por hacer”. Petit sostuvo que en los centros de reclusión que están en peores condiciones, como los módulos 8, 10 y 11 de la Unidad Nº 4 de Santiago Vázquez (ex Comcar), o la cárcel de Canelones y la de Maldonado, se necesita “en forma urgente” contar con técnicos y educadores. “Hay que buscar una vía administrativa para que eso se pueda hacer ya. Es imposible que en un módulo donde hay 800 personas y no hay un psicólogo ni un asistente social se pueda hacer un trabajo de rehabilitación”, cuestionó.

En el mes de la salud mental

El comisionado parlamentario penitenciario reiteró que para que los cambios se materialicen y no queden en los discursos de buenas intenciones, se requiere un plan integral y apoyo de otros ministerios. Considera fundamental que la Administración de Servicios de Salud del Estado aumente su presencia en el sistema; actualmente cubre sólo la zona metropolitana y de forma deficiente: en el establecimiento de Santiago Vázquez, por ejemplo, no hay psiquiatra, y es imprescindible contar con programas de salud mental y atención al consumo abusivo de drogas. “Una cárcel sin educadores y técnicos es como un hospital sin médicos ni medicamentos, así de sencillo”, advirtió. Petit sabe que tres cuartas partes de la Unidad Nº4 de Santiago Vázquez (ex Comcar) están “muy mal”, y su realidad es “muy distinta” a la del Polo Industrial; por ello, espera que “este espíritu que está soplando ojalá llegue a otros rincones”.

Contextos

Petit aseguró que la “gran lección” es que “no hay presos malos y buenos”, sino que depende del contexto en el que estén. “Hace un tiempo vi a un muchacho con la boca cosida; esta mañana estaba haciendo yoga” en el establecimiento de Punta de Rieles, contó. Por su lado, Bonomi, que no iba a hacer uso de la palabra, agarró el micrófono para aclarar que en realidad el contexto sí “condiciona, ayuda, dificulta” pero no es “determinante”: “El contexto no actúa sobre una hoja en blanco, actúa sobre personas que tienen impulsos y características diferentes”, afirmó. En ese sentido, agregó que el trabajo llevó a que se lograra el “contexto” del Polo Industrial, cuestión que no sucedió en el módulo 8, donde se “dificulta la rehabilitación”.

En aumento

El comisionado parlamentario penitenciario, Juan Miguel Petit, recordó que a principios de noviembre presentará las conclusiones de un estudio que están realizando sobre las muertes en cárceles en los últimos años; se analizaron trayectorias de vida y el recorrido dentro del sistema carcelario.

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