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Con Miriam Rodríguez, educadora en la cárcel Cerrito

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Se ganó el apodo de Angelito por ser buenísima con los gurises en la cárcel Sarandí, donde trabajó tres años antes de pasar a Cerrito, donde está desde hace cuatro. Dice que la diferencia fundamental entre una y otra cárcel es “la tranca” [el tiempo que pasan encerrados en las celdas] y, por ende, el vínculo que se puede generar entre el adulto y el adolescente.

“Lo que vos podés generar en un lugar así [por Cerrito], donde podés sentarte a conversar sin una reja de por medio, donde el gurí puede tomar un mate, escuchar una música, compartir una película en grupo, correr, jugar un partido de fútbol, entrenar, es totalmente diferente”, dice, y explica: “lo que genera estar 20 horas encerrados es muy triste, espantoso”. “Trabajar en privación de libertad en el encierro es de las peores cosas que te pueden pasar. Sufrís mal, por vos, por ellos... y en realidad te sentís muy frustrado, porque no podés hacer más que lo que te permite el sapo [rendija de la puerta de la celda], brindar una palabra de aliento. Acá los abrazás si están tristes o contentos, todos los días les das un beso, los llamás por su nombre, los palmeás y les decís ‘vamos a hacer algo juntos’, cosa que en tranca es... Pah, yo de pensar en la posibilidad de volver a un lugar así me plantearía realmente el seguir trabajando o no, porque es muy, muy jodido”.

Angelito asegura que los pibes son “otros, en la tranca y acá”. “Lo que te genera la tranca es una involución: se vuelven mucho más agresivos, más intolerantes, porque la tranca genera una cosa de que vos dependés todo el tiempo del otro. Para el papel higiénico tenés que pedir que te lo alcancen. En verano querés agua fresca y tenés que pedir... A veces son dos funcionarios y 30 gurises, entonces se vuelven locos, la intolerancia se incrementa, la ansiedad, todo lo fomentás mucho más, y jamás vas a sacar algo bueno. Vos acá les podés decir ‘esperá un poquito’, ‘en este momento no puedo’, y al ratito hasta se olvidaron de lo que te pidieron, porque se fueron a jugar al pool o a escuchar música o tomar mate. En la tranca la demanda es permanente, y es tristísimo, porque hasta para ir al baño dependen de ti”. Tristísimo.

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