Tabaré Vázquez: Su Eminencia, nosotros veríamos con mucho beneplácito que la Santa Sede abriera los archivos que guarda con respecto a la dictadura uruguaya. Aunque quizá no sea bueno reparar demasiado en el Mundialito de 1980. Es un triunfo muy importante para el pueblo uruguayo; no sería bueno que se empañe ese recuerdo.
Francisco: No se preocupe, Tabaré. ¿A quién le importa ese Mundialito? Si ni siquiera fue un Mundial, como el de 1978.
María Auxiliadora Delgado: Hay que ser responsables con el manejo de la información de esos archivos, Su Santidad. Algunos militares enemigos de la Fe Católica lanzaban acusaciones sobre supuestos abusos sexuales en la iglesia.
Francisco: Epa, ¿esta chiquitita de dónde salió? ¿Es su hija, Tabaré?
Tabaré Vázquez: No, es mi esposa. Es medio pícara: cuando tengo alguna reunión que a ella le interesa se esconde abajo de la mesa.
Francisco: Ya veo. El tamaño ayuda.
María Auxiliadora Delgado: No sabe la emoción que siento en este momento. Mi marido sólo me lleva a reuniones con presidentes o masones. Imagínese lo que me aburro. No se habla de la Biblia, ni de las homilías, ni de las encíclicas.
Tabaré Vázquez: Querida, no aburramos a Su Santidad con nuestros problemas de pareja.
María Auxiliadora Delgado: Pero quiero aprovechar esta oportunidad. Su Santidad, ¿por qué los hombres piensan todo el día en sexo? Son insaciables.
Francisco: Bueno, señora, el sexo es una función humana natural; la mujer también siente deseo.
María Auxiliadora Delgado: Me muero. Me ahogo. Un vaso de agua, por favor.
Tabaré Vázquez: Te dije que no tenías que venir.
María Auxiliadora Delgado: Santa María, madre de Dios. Me ahogo. Guerra al Vaticano, Tabaré. Guerra al Vaticano o te dejo.