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Latidos de vereda

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Columna de opinión.

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Ciertas preocupaciones expresadas en relación a las obras actualmente en ejecución en las veredas de la Ciudad Vieja merecen algunas consideraciones. En las últimas semanas se ha podido conocer ciertas opiniones, fundamentalmente críticas, en relación al tema. Entre ellas, cuestionamientos sobre la pertinencia de la intervención, sobre el material empleado, las consultas realizadas o no, y su calidad de ejecución.

Estos y otros problemas conducen a reflexionar sobre el punto en relación a la calidad del espacio urbano, los factores que la aumentan o la deterioran, y valorar cuáles son las estrategias y acciones adecuadas para mejorarla. Me refiero al espacio urbano genérico, no a situaciones singulares y excepcionales como plazas, parques, ramblas o avenidas.

Los grandes conformadores del espacio público genérico (y la cuadrícula de la Ciudad Vieja es un ejemplo particular de este tipo de tejidos) son los bordes edificados o fachadas, los pavimentos peatonales, vehiculares o mixtos y los elementos del equipamiento urbano (señalética, mobiliario urbano, equipamiento vegetal), que determinan las cualidades ambientales del paisaje urbano y su atmósfera.

La Intendencia de Montevideo denomina Programa Ciudad Vieja a una operación más amplia que la simple reposición de veredas, dado que comprende la extensión de superficies peatonales, fortalecimiento de la circulación peatonal y en bicicleta y del transporte colectivo, incorporación de equipamiento urbano, cambios en la cartelería y en la iluminación nocturna. Mi impresión general es que la intervención en curso es globalmente muy positiva (si bien muestra aspectos deficitarios) y que es altamente beneficiosa para la circulación de los vecinos y viandantes en general. Y que lo es también para el objetivo mayor: la conservación integral del casco fundacional de Montevideo.

Interesa mencionar que el subprograma “Peatones” apunta a la mejora sustantiva de la caminabilidad en el área. El concepto de caminabilidad -walkability- aplicado a las ciudades refiere a una dimensión relevante de la vida urbana en relación a la accesibilidad y el aseguramiento de derechos de las personas, particularmente de aquellas que tienen más dificultades y menores recursos.

Por ese motivo no es ocioso recordar que los pavimentos continuos en superficies pertenecientes a áreas públicas presentan importantes ventajas en sus prestaciones con relación a los discontinuos, por elementos o de mosaico. Su sustitución, reparación o mantenimiento puede ser más sencillo (incluyendo cuando hay que reparar las redes o instalaciones subterráneas), presentan menor cantidad de puntos vulnerables, superficies más homogéneas y se adaptan mejor a las diferentes geometrías y desniveles. Este tipo de pavimentos, además, permite la realización de adecuaciones para la accesibilidad universal, de acuerdo a las normas nacionales e internacionales.

No todo pavimento continuo es necesariamente adecuado para cualquier lugar; su forma de ejecución y terminación no son detalles menores o aspectos a desatender. Por el contrario, se debe tener un cuidado especial en aspectos constructivos y estructurales como la adecuada compactación de la subbase, la realización de la base y de la capa de terminación, cuidando las juntas de trabajo y los encuentros con cordones, edificaciones y registros de servicios públicos. Sin duda, la materialidad, el color y la textura de los pavimentos -todos los pavimentos, no sólo los peatonales- hacen a la percepción que tendremos del espacio urbano. Por ejemplo, cualquiera puede reconocer el encanto de una calle empedrada. Sin embargo, hasta el momento de iniciarse las obras la situación de los pavimentos en las calzadas y aceras de ese ámbito distaba bastante de una imagen cuidada y pensada de manera integral: había aceras de losetones graníticos, de baldosas grises de nueve panes, de otras baldosas, de baldosas de goma, etcétera. También existía una diversidad de materialidades en las peatonales, y calzadas de carpeta asfáltica preponderantemente.

Pese a que tenemos naturalizada la realidad preexistente, es de notar que el espacio urbano de la Ciudad Vieja no siempre tuvo esa imagen. El trazado colonial, protegido como Monumento Histórico Nacional, definió los “solares del pueblo” en el marco de un amanzanado y una división parcelaria, sobre la base de la unidad de 10 varas de frente (aproximadamente 8,60 metros) y manzanas de 100 x 100, una permanencia característica aún apreciable en el tejido. Pero en el espacio calle no se distinguía entre una calzada destinada a vehículos y aceras para peatones. Eso fue un aporte del último tramo del siglo XIX, como lo fue la red de saneamiento y desagües pluviales. La imagen que hoy percibimos es resultado de la acumulación histórica, no siempre ordenada, de miradas, criterios y acciones sobre la ciudad. La baldosa gris de nueve panes, tan característica de la ciudad de Montevideo, cantada por Jaime Roos en “Durazno y Convención”, es una creación del siglo XX, lo mismo que los grandes losetones de granito rosado.

¿Cuál es, entonces, la esencia de Ciudad Vieja que se debe preservar? ¿Qué permitir, qué estimular, qué desalentar?

Al sintetizar los valores del Barrio Histórico de Colonia del Sacramento, Antonio Cravotto los resumía en dos aspectos: “la traza y la escala”; de alguna manera, se remitió a lo esencial de ese patrimonio único.

La conservación de un centro histórico merece una planificación y una gestión afinadas que integren la conservación con la transformación, la materialidad con el uso, la espacialidad con la formalización. La inserción de lo contemporáneo en un contexto patrimonial es una operación admitida y hasta celebrada en la tradición arquitectónica y urbanística, con la condición de que incorpore valor a lo preexistente.

Así se entendió cuando se premió la intervención en el espacio público de la rambla 25 de Agosto con una plataforma continua de color blanco, contrastante con la paleta dominante en el entorno, agregando una suerte de techo verde generado por una importante plantación de álamos.

Confío en que se podrá seguir actuando con la misma audacia y calidad.

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