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Justicia procesó con prisión a Asencio Lucero por delitos de privación de libertad; el militar reconoció haber torturado.

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La jueza penal de 16º Turno, Julia Staricco, resolvió ayer el procesamiento con prisión del capitán retirado Asencio Lucero, por reiterados delitos de privación de libertad especialmente agravados. El fallo es el primero en la causa que investiga las denuncias que presentaron 28 mujeres por torturas y delitos sexuales y es particular porque por primera vez un acusado confiesa haber torturado.

Lucero fue capitán en el Regimiento de Caballería Nº 9 a partir de 1972 y por cerca de ocho años; allí se desempeñaba como encargado de Inteligencia (S2). “Las mujeres eran más sensibles, las ablandaban el desnudo y el pudor, y entonces entraban a hablar”, fue, por ejemplo, una de las confesiones que hizo Lucero ante la jueza Staricco el 30 de setiembre de 2014 acompañado por su abogada.

El militar, incluso, dio detalles del procedimiento que utilizaba para interrogar. Primero “conversaba”, y si no obtenía la información que quería procedía a otras medidas, que, según describe el fallo de la jueza: “pasaban desde los famosos ‘plantones’, ‘submarinos secos’ o ‘con agua’, torturas sicológicas, impedirles dormir, prohibirles las visitas, el uso de la picana, entre otros; incluso hasta la desnudez en el caso de las mujeres, porque ellas eran más ‘sensibles’, cosa que quizás a los hombres los afectaba de menor manera. Por tanto, sabiendo de la sensibilidad de las mujeres, utilizaban su cuerpo, en este caso dejarlas al desnudo, para obtener información”.

Dijo también que “el tacho” era excepcional, para quienes se negaban a decir la identidad; “el que se cerraba iba al tacho”. También se usaba la picana, que era, según declaró, “un cosquilleo” en las piernas. El fallo de Staricco recoge parte del interrogatorio: “Un submarino era una cosa tan excepcional y tan temida que a un preso usted lo amenazaba con hacer un submarino y lo hacían hablar. El submarino seco consistía en envolverle la cabeza con una bufanda, ‘yo le envuelvo la cabeza con una bufanda y la dejo parada cinco horas atadas contra la pared y después de ese tiempo la persona por lógica entraba a hablar’”. En la sala se describió como “un moderador al cansancio. Yo sabía doblegar a la persona. A mí 24 horas no me molestaban para nada, pero no la dejaba dormir, eso era un sistema… Cuando se necesita información hay que presionar, no era correcto pero era necesario”. El fallo recoge que siete mujeres identificaron a Lucero como uno de los militares que ejercieron tortura sobre ellas y que “si se analizan las declaraciones de las denunciantes, así como de los testigos que depusieron en autos, las pericias siquiátricas realizadas, los hechos denunciados fueron los que L admitió haber participado”.

Los hechos y las leyes

Si bien el pedido de procesamiento elaborado por el fiscal Carlos Negro fue por delitos de privación de libertad y de tortura, y si bien el militar admitió haber cometido torturas y la jueza así lo evidencia, el fallo fue únicamente por delitos de privación de libertad. Staricco entiende que “al momento que se dieron los hechos imputados, el delito que estaba vigente era el previsto en el referido artículo [el de privación de libertad] y no el delito de Torturas, que fue establecido como delito recién con la aprobación de la ley 18.026”, aprobada en 2006. Lucero se encuentra actualmente internado en el Hospital Militar, por lo que la jueza solicita un informe forense sobre su estado de salud y que al momento en que se determine el alta se lo derive a un centro de reclusión.

Un paso

Una de las denunciantes en la causa que derivó en el procesamiento de Lucero, Ivonne Klinger, comentó que entre las 28 mujeres que presentaron la denuncia hay algunas que cayeron presas en 1972 y otras que lo hicieron en 1983, que eran de diversos puntos del país y que estuvieron detenidas en distintos centros de reclusión, algunos de ellos clandestinos. Entre los denunciados se menciona a casi 100 personas, la mayoría militares pero también varios civiles: médicos, enfermeros, psicólogos. “No fue una locura de un grupo de oficiales de un lugar determinado, fue durante 11 años y en todos los establecimientos”, marca Klinger, que cayó presa en 1982, estuvo tres meses desaparecida, recluida en La Tablada, y luego de pasar por la justicia militar estuvo tres años presa en el Penal de Punta de Rieles. Klinger esperaba que el procesamiento fuera por torturas, porque en ese caso sería el primero en Uruguay por ese delito, pero de todas maneras le parece muy importante este primer procesamiento. “Todos los que yo denuncié, salvo uno, están libres”, dijo a la diaria. “Todos estos años nosotras no pudimos hacer las denuncias porque nos rebotaban, era revictimizarse, con el esfuerzo tremendo que implica recordar las cosas que pasaron, y nos quedábamos con la sensación de que era inconducente, porque seguían impunes. Es un paso muy importante”, valora.

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