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Autoridades destacan “éxito” de programa de microcréditos rurales basado en la confianza

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Es posible que por ahora la herramienta sólo tenga aplicación en pequeñas localidades, pero por algún lado se tiene que empezar. El programa de Microcrédito Rural se basa en el aval social, es decir que los solicitantes, además de cumplir con dos requisitos básicos –ser mayores de edad y tener documento de identidad vigente–, deben contar con la confianza de sus vecinos al prometer que van a cumplir con la comunidad devolviendo el dinero prestado. La finalidad de este programa del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) trasciende el ámbito agropecuario y se ancla en la promoción del desarrollo rural.

Las cifras pueden dar cuenta por sí mismas del alcance de la herramienta: desde que comenzó a funcionar el Programa Microcrédito Rural, en 2004, se desembolsaron 588 millones de pesos en casi 38.000 créditos, a los que accedieron 13.283 personas, hombres y mujeres en partes iguales.

El programa es instrumentado por el MGAP mediante la Dirección General de Desarrollo Rural (DGDR), con el objetivo de satisfacer las necesidades financieras de corto plazo de la población rural, ya que “generalmente no pueden acceder a créditos, porque muchas veces las herramientas financieras no llegan a sus localidades, y no cuentan con garantías para acceder a créditos convencionales”, dijo, en conferencia de prensa, el encargado del Área de Financiamiento Rural de la DGDR, Gregorio Martirena. También se propone fortalecer la organización a nivel local, el conocimiento y el control social, y generar fondos locales que cubran necesidades de consumo y productivas también a nivel local.

El sistema utilizado para definir el uso de los fondos se basa en la confianza. Para esto se crearon los Comités de Créditos Locales –cuyos integrantes son elegidos por las Asambleas Comunitarias–, que son los que dan el aval social. Actualmente existen 142 comités funcionando, con más de 700 integrantes que trabajan de forma honoraria; la mitad están ubicados en localidades de menos de 100 habitantes y 75% en localidades de menos de 500 personas.

Martirena destacó que se ubican “fundamentalmente en los lugares de mayor exclusión, donde no hay otra herramienta financiera”, y que quienes los componen “son aquellas personas que están en todas las comisiones de fomento de la zona; el almacenero, a veces el policía, la maestra: lo importante para integrarlo es conocer a tu vecino y ser una persona de referencia en la localidad”, agregó, y explicó que el programa intenta “rescatar el valor de la palabra de la gente del medio rural”.

La solicitud, la entrega del dinero y la cobranza del crédito se hacen en la misma localidad, por medio de los analistas de crédito contratados por Fundasol, que son los que llevan adelante el programa en el territorio, entrevistan a los solicitantes, evalúan la situación, convocan al comité de crédito para que este vea si da el aval social, y luego realizan la cobranza todos los meses en las propias localidades.

El gerente general de Fundasol, Jorge Naya, consideró que la experiencia ha sido “brillante”, y en la misma línea se expresó el director general del MGAP, Alberto Castelar, quien dijo que se trata de una herramienta “exitosa”, no sólo por los proyectos que ha permitido llevar a cabo, sino también porque “ha tenido un porcentaje de recuperación altísimo”. Al cierre de setiembre, la cartera activa –es decir, el dinero prestado– totalizaba en casi 55 millones de pesos de 3.883 créditos, y de estos, 97,43% estaba “al día o con menos de 30 días de atraso”. Para el director del Área de Financiamiento Rural de la DGDR, estas cifras dan cuenta de que “la palabra sigue teniendo peso en estas poblaciones, por eso es una herramienta comunitaria”.

Si bien la iniciativa parte del MGAP, los créditos no necesariamente deben responder a proyectos agropecuarios, ya que “como Dirección de Desarrollo Rural, la responsabilidad trasciende al sector”, afirmó Martirena. Actualmente existen tres líneas de crédito disponibles: para emprendimientos productivos agropecuarios o no agropecuarios, con un capital máximo de entre 15.000 y 40.000 pesos; una línea de libre disponibilidad, que se usa para cubrir las necesidades de las familias, tales como problemas de salud, equipamiento del hogar, materiales escolares y vestimenta, entre otros, por montos de entre 5.000 y 12.500 pesos; y, por último, para refacciones de viviendas o pequeñas ampliaciones de esta, en donde el capital varía entre 15.000 y 30.000 pesos.

La forma de pago es de tres, seis o 12 cuotas mensuales –están incluidos tanto la amortización como el interés–, salvo en el caso de los créditos productivos, para los que puede buscarse que la amortización acompañe a la producción que está financiando; “pero siempre se deben pagar los intereses”, aclaró Martirena.

Jornada en Durazno

Mañana a las 9.00 se llevará a cabo el III Encuentro Nacional de Integrantes de Comité de Crédito Local del Programa Microcrédito Rural en el Estadio Cerrado de Durazno, y se estima la participación de más de 500 personas. El director de Desarrollo Rural, José Olascuaga, dijo que el propósito es establecer un espacio de reflexión sobre su tarea y habilitar la propuesta de mejoras para el programa. En este sentido, recordó que el programa “Tu casa como la soñaste”, para refacciones de baños en el ámbito rural, en convenio entre Fundasol y la Agencia Nacional de Vivienda, surgió como recomendación de uno de los encuentros anteriores.

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