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Celsa Puente y Nicolás Bentancur, ayer, en Rara Avis del Teatro Solís. Foto: Andrés Cuenca

Según académicos, cambios en secundaria deben ser pensados en conjunto con UTU

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El Consejo de Educación Secundaria (CES) se encuentra en un proceso de discusión sobre los planes de estudio de ese tramo de la educación. Para hacerlo, el CES convocó a hacer aportes a actores de la academia, el mundo empresarial y la sociedad civil. Después de una primera instancia sobre finales del año pasado, ayer se realizó el primer taller, que apuntó a recoger propuestas para pensar qué conocimientos y habilidades deben adquirir quienes culminan el liceo. Buena parte de la discusión entre los participantes del intercambio se centró en si es adecuada la definición de “competencias” que los estudiantes deben adquirir.

Por ejemplo, representantes de la Asamblea Técnico Docente (ATD) de secundaria plantearon su desacuerdo con la palabra porque entienden que funciona como reproductora de la actual realidad social y no como transformadora de esta. Según aclaró la presidenta de la mesa de la ATD, Edith Silveira, entienden que de esa forma las “actividades prácticas” pasan a un primer plano, por sobre “el saber”, y eso “no es lo adecuado”. Para los docentes de la ATD de secundaria, ello también implica supeditarse a las demandas del mundo empresarial antes que promover la formación de sujetos críticos, lo que iría en detrimento de la profundidad del conocimiento, que queda “pulverizado”. Para los profesores, el discurso de las competencias se enmarca en una tendencia más amplia, que pretende que el sistema educativo funcione a partir de una lógica de “costo-beneficio”, a partir de los supuestos de “eficiencia” y “eficacia”, y se oponen a esto porque entienden que debería poder financiarse el funcionamiento del sistema educativo que se entienda más conveniente, y que su organización no esté supeditada a los recursos económicos disponibles.

Gabriel Kaplún, docente de la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República (Udelar), manifestó que es negativo que se deje el concepto de competencia a las miradas “funcionalistas” de la educación y que, por el contrario, puede ser una herramienta crítica y de utilidad para pensar currículos. Kaplún propuso pensar en competencias para “entender, pensar y transformar el mundo”. Reto Bertoni, docente de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Udelar, pidió que se deje de discutir si se habla de competencias, habilidades o saberes y que se discuta el concepto, que para él implica que las personas deben “saber hacer cosas”. Verónica Filardo, también docente de la FCS, criticó que ante instancias de diálogo e intercambio haya actores que acudan con “posturas a defender”, y agregó que “los problemas que tiene la educación también dependen de cómo se posicionan los actores” y de si es posible dialogar. Según dijo, ser crítico en realidad es una competencia, ya que no se trata de un saber.

Pablo Cayota, integrante del instituto privado Claeh, habló de la existencia de “falsas oposiciones” en el debate educativo, y dijo que una de ellas es la que se da entre competencias y contenidos. Entre las otras nombró la discusión que se dio durante años entre áreas de conocimiento y asignaturas, ya que, dijo, ambas son necesarias, y se refirió a la “educación para la vida” enfrentada a la “educación para el trabajo”, “como si el trabajo no fuera parte de la vida”.

Encuentros

En opinión de María Teresa Sales, integrante de un colectivo docente llamado Grupo de Reflexión sobre Educación, antes de responder sobre el perfil de egreso y los cambios en los planes de estudio hay que preguntarse sobre qué educación se quiere para qué país. La docente dijo que en secundaria se debe salir del modelo de asignaturas sin conexión entre sí y de la priorización de conocimientos abstractos sin aplicación concreta. Según planteó, actualmente hay “una relación unidireccional” de la teoría hacia la práctica que debe superarse, y hay más énfasis en los procesos de enseñanza que en el aprendizaje de los estudiantes. En ese sentido, reclamó que deben tenerse en cuenta los intereses de los jóvenes, por lo que valoró una encuesta que el CES aplicará a sus estudiantes próximamente.

Kaplún también dijo que la lectura y la escritura son saberes clave y, al mismo tiempo, problemáticos, por las dificultades que los estudiantes suelen presentar, en esas áreas, pero criticó que dentro del sistema educativo los subsistemas se culpen unos a otros por esa situación y nadie quiera hacerse cargo. Según dijo, parte del problema radica en que los estudiantes escriben y leen principalmente para ser evaluados, pero no lo hacen para comunicarse.

Además, docentes universitarios como Tabaré Fernández y Antonio Romano hablaron de la necesidad de pensar la educación secundaria con la participación de UTU, para que pueda atenderse la educación media en su conjunto. Incluso, Romano mencionó que es necesario pensar una nueva institucionalidad para lograrlo.

Del lado empresarial, Juan Abdala, de la Cámara de Comercio y Servicios, dijo que si bien no pretende que en secundaria se enseñen oficios, le preocupa que los estudiantes adquieran conocimientos de la cultura del trabajo. Washington Corallo, presidente de la Cámara de Industrias del Uruguay, manifestó que es necesario que los educadores tengan “capacidad de motivar a los chicos”, que deben lograr ser innovadores, “emprendedores” y adquirir una cultura del trabajo. Sobre este último punto, reclamó que debe definirse bien el concepto y “fomentarse la excelencia”. Por ejemplo, dijo que en Uruguay “se están olvidando” aspectos como “el aseo personal” y la puntualidad a la hora de la búsqueda de empleo. Corallo dijo, además, que la educación debe ser trilingüe, porque “el mundo está globalizado” y la educación también debe estarlo.

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