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Fachada que da a la cancha del Club Maeso. Foto: Andrés Cuenca

Facultad de Ingeniería logra disminuir la desvinculación estudiantil mediante la enseñanza activa

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Más de 1.500 estudiantes ingresan a la Facultad de Ingeniería (Fing) de la Universidad de la República (Udelar), pero 40% de ellos decide dejar la carrera en el primer año. Para bajar esta estadística se formó el Espacio de Orientación y Consultas, que busca contener y motivar a los estudiantes mediante programas como el Espacio Enfoque, que apunta a una enseñanza activa, y los Talleres de Orientación al Inicio (TOI).

A pesar de que los ingresos tienen una tasa de crecimiento anual de alrededor de 5%, la desvinculación estudiantil en la Fing sigue siendo alta, “sobre todo al comienzo”, explicó a la diaria el asistente académico Carlos Luna. “Hay una deserción inicial que es común a todas las facultades a nivel mundial, porque el cambio de sistema educativo tiene un impacto. Luego de las primeras semanas 20% de los estudiantes se alejan, y a fin de año pueden ser el doble”, aclaró.

Para trabajar en esta problemática se creó el Espacio de Orientación y Consulta, donde un equipo de seis personas se propone guiar a los estudiantes que recién comienzan. Luna detalló que “el objetivo es que acudan a este espacio cuando tengan cualquier problemática, y que ahí se trate de solucionar o que rápidamente se los derive al lugar más adecuado, ya sea bedelía, el director de carrera o algún apoyo en alguna materia en particular”.

Una de las herramientas con las que cuenta el espacio son las entrevistas de orientación y seguimiento que hacen a los estudiantes de toda la facultad. Por semestre el equipo llega a responder unas 250 consultas, la mayoría de las cuales se resuelven con una planificación personalizada del plan de estudios. “Una característica que tiene la Fing es que los planes son flexibles y no hay nada obligatorio, por lo que el estudiante puede armar su propia grilla de acuerdo con sus prioridades, sus horarios de trabajo u otras actividades”, sostuvo Luna.

Según el asistente académico, cuando un estudiante tiene una problemática particular “se da una situación de decepción”. “En ese caso, el equipo se involucra y mediante las entrevistas se amplía la información para comprender el problema en detalle y se busca orientarlo en una solución”, explicó. Además de estos casos, es frecuente que estudiantes que ya hayan pasado por el espacio busquen su orientación cuando comienzan a trabajar o se enfrentan a otros proyectos.

Enseñanza activa

En los últimos años, la Fing ha intentado acercarse a un modelo de enseñanza activa, “en el que se aprende haciendo y se ponen en práctica los conocimientos adquiridos”, detalló Luna. Quienes comenzaron con la experiencia fueron los docentes de física, por medio de talleres complementarios a los correspondientes teóricos y prácticos, donde los estudiantes se dividen en grupos, y durante el semestre realizan proyectos relacionados con las unidades del curso.

Este año la Comisión de Políticas Educativas de la Fing decidió que ese éxito debía multiplicarse e instó a los demás institutos a aplicar esa modalidad en sus materias. Se propone a los estudiantes una problemática a resolver, y el docente actúa como orientador.

Otro pionero de la facultad en aplicar el modelo de enseñanza activa fue el Taller de Introducción a la Ingeniería Eléctrica (Tallerine), que sigue aplicando la misma modalidad desde su inicio. Pablo Babino, también asistente académico de la facultad, señaló que antes “los estudiantes no veían algo específico hasta fin de segundo o tercer año, y no sabían si la carrera que habían elegido era la que querían”. “Un acercamiento temprano a asignaturas que están fuertemente relacionadas con la carrera motivaba mucho más al estudiante a seguir el camino que eligió o eventualmente hacer un cambio de rumbo a tiempo”, sostuvo. Ambos asistentes académicos destacaron que los programas de este tipo requieren “un aumento de los recursos destinados a los docentes”. En este sentido, se presentó un proyecto a la Comisión Sectorial de Enseñanza de la Udelar para recibir más recursos, y la propia facultad decidió invertir en estos programas.

Otro ejemplo “más instrumental” de enseñanza activa es el uso de las “cliqueras”, un pequeño dispositivo que permite a los estudiantes elegir una opción de respuesta a una pregunta que haga el docente. De esta forma, “se miden los resultados de la opción correcta y se ve en tiempo real si la clase está entendiendo el tema”. “Ahora se está evaluando si se pueden usar los celulares de los estudiantes también como cliqueras”, dijo Luna.

Para Banino, la tecnología implica un trabajo administrativo al colocarlo y desmontarlo antes y después de cada clase, a lo que se suma el costo de mantenimiento; sin embargo, “no ha tenido un uso masivo por parte de los docentes”. Para Luna, esto podría deberse a que “requiere un tiempo de la clase diferente: hay que hacer las preguntas y las opciones, el estudiante no se tiene que distraer; en general demanda más tiempo de lo que vale”.

Reajustar a tiempo

Antes del inicio de clase, el Espacio de Orientación y Consulta convoca a una jornada de introducción a la universidad, en el que se hace un primer acercamiento con la generación entrante. Luego de tres semanas de cursos, tienen el TOI; hacerlo en ese momento tiene el objetivo de “darles a los estudiantes una experiencia vivencial: a esa altura han ido a clases, a teóricos y prácticos, empiezan a ver cómo es el ritmo y pueden identificar cuáles son los problemas cuando aún hay tiempo de cambiar la elección del principio”, explicó Luna.

Tanto él como Babino concuerdan en que los principales problemas de los estudiantes que recién comienzan son “la organización del tiempo y la falta de planificación”. “Con distintos ejercicios los ayudamos a ver cuántas horas les están quedando para estudiar, si eso es factible de acuerdo con lo que se les demanda. Incluso ayudamos a ver distintas posibilidades de horarios de clase, porque muchos simplemente eligen un horario por costumbre”, puntualizó Babino.

En marzo de este año los talleres fueron presentados por primera vez como Iniciación a la Gestión Estratégica de Proyectos. Según Luna, se le dio este perfil porque “es algo que ellos harán como profesionales, porque todo ingeniero lleva a cabo la gestión de proyectos, y desde este espacio se propone que su carrera sea el primer desafío”. En años anteriores, los TOI fueron instrumentados de diversas maneras, “con distinta cantidad de estudiantes, fueron obligatorios y estuvieron disociados de las materias”, pero ahora se plantean como “talleres dentro de los prácticos, porque son de pocos estudiantes y forman parte de la currícula”, agregó.

Aún no se han medido los resultados de los últimos talleres impartidos, más allá de las encuestas estudiantiles, pero los asistentes académicos evalúan positivamente algunos de los cambios que se produjeron. Por ejemplo, comentaron la experiencia del curso de Geometría, que se dicta en dos modalidades: semestral y anual. Al principio, los alumnos tienden a anotarse en las clases semestrales, pero luego notan que no pueden mantener el ritmo. A partir de estos talleres, muchos estudiantes se dan cuenta a tiempo de la exigencia, deciden pasarse a una modalidad anual y no abandonan el curso.

Cada vez más

La cifra de los 1.500 estudiantes que cada año entra a la Fing viene en aumento, según Luna. La razón para seguir recibiendo cada vez más alumnos es que “se intentó promocionar un poco la carrera, porque hay una falta muy grande de personal en el área” a nivel país, detalló el asistente académico. En su opinión, el campo profesional se torna “atractivo”, porque hay desempleo cero: incluso se habla de desempleo negativo, porque no se cubren todos los puestos de trabajo que se demandan, y los sueldos son buenos.

La Fing también se ha preocupado por diversificar la oferta educativa: ya no tiene sólo las ingenierías tradicionales, sino que presenta otras variantes. Actualmente la facultad ofrece alrededor de 15 carreras en todo el país, e incluso en el interior se han abierto muchas carreras nuevas, entre ellas Ingeniería Forestal e Ingeniería en Ciencias Hídricas Aplicadas. Además, a la oferta educativa se incorporaron las licenciaturas, que son carreras de cuatro años, y las carreras de tecnólogo, de tres años, mientras que las de ingeniería tienen una duración de cinco años. “Gracias a esos cambios, muchos estudiantes avanzados de Ingeniería que tienen alguna dificultad para terminar la carrera pudieron pasarse a la licenciatura y así culminar esa etapa de su formación”, destacó Luna.

La tasa de egreso está en el entorno de los 400 profesionales por año, es decir, 25% de los ingresos. “Quisiéramos aumentarlo; es una cifra que nos preocupa, y estamos tomando acciones para que la tasa de egreso aumente”, señaló el asistente académico, y agregó que, de todas formas, “los egresos están aumentando de forma continua”.

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