Si el barrio Casavalle recibiera un peso por cada vez que se habla de él como si fuera el infierno en la Tierra, hace tiempo que habría dejado de ser una zona roja para convertirse en un barrio privado millonario. El lunes, un enfrentamiento entre supuestas bandas de narcotraficantes terminó con la muerte de un adolescente y algunos heridos de bala, al tiempo que en un vehículo se encontraron armas de grueso calibre y chalecos antibalas.
Ante pistas que indicaban que había riesgo de otra refriega, el Ministerio del Interior dispuso el despliegue en Casavalle de 50 efectivos de la Guardia Republicana. “No cambió nada”, dijo una vecina indignada. “Esos 50 ya viven en el barrio, son vecinos, los vemos todos los días”, agregó, como dándole un nuevo giro a los versos del tango “Cambalache” que rezaban que “vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo, todos manoseaos”.
Otras personas discrepan: “Con todo esto de [Raúl] Sendic, [Agustín] Bascou y [Wilson] Ezquerra, la gente se había olvidado de pedir que vuelvan los milicos a las calles. Por suerte tenemos Casavalle”.