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Animales en el subsuelo del MNHN. Foto: Alessandro Maradei

Se muda el Museo Nacional de Historia Natural

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El Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) fue fundado en 1837 y su primer director fue el naturalista y religioso Dámaso Antonio Larrañaga. Fue uno de los primeros museos de este tipo de Sudamérica y uno de los motivos de orgullo del incipiente Uruguay. Sin embargo, 180 años después, la situación del Museo es, por decir algo, penosa. En el sitio del MNHN se indica: “Desde el año 2000, momento en que el MNHN debió mudarse de su histórica sede del ala oeste del Teatro Solís, el Museo no posee exposiciones abiertas al público debido a carencias de espacios en su sede”. Felizmente, tras 17 años de no poder abrir sus puertas a la población, el lunes la dignidad le será devuelta a la principal colección científica sobre la biodiversidad que hay en el país.

En un acto que contará con la presencia de la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, y el director de Cultura, Sergio Mautone, el lunes a las 17.00 se anunciará en el Espacio de Arte Contemporáneo (Arenal Grande 1929) que el MNHN se mudará hacia uno de los grandes pabellones de lo que antes fuera la Cárcel de Miguelete. El director del Museo, Javier González, no puede más de entusiasmo: “Es un cambio de escenario radical. La sede que tenemos en 25 de Mayo 582 es totalmente inadecuada para un museo”. Es que los museos tienen tres objetivos principales: conservación, investigación y divulgación, y entre esta última, exhibir colecciones. No es demagogia, pero sin la gente, un museo no es un museo.

De todas formas, hay que ser pacientes. El lunes se hará el anuncio del inicio de las obras de la futura sede. Y para entender la complejidad del asunto, luego de que se hagan las obras, habrá que trasladar los más de 400.000 artículos de la colección del Museo, entre animales taxidermizados, fósiles, herbarios, insectarios, etcétera. Además, la biblioteca científica del MNHN tiene unos 250.000 títulos, una superficie de aproximadamente 300 metros cuadrados sólo de libros. Si bien el Museo también cuenta con carencias presupuestales y de personal, Javier es optimista: “Por ahora festejemos el hecho de que podremos tener un local para cumplir nuestros cometidos”. Él sabe que cuanto más disfrute la gente de la ciencia, más evidente será que hay que invertir en ella para que, como dijo el primer director, seamos los orientales tan ilustrados como valientes.

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