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Foto: Ramiro Alonso

Cambio de paradigma, cambio de fondo (2)

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Tenemos que disponernos a construir una educación radicalmente diferente de la llevada a cabo hasta el momento si tenemos claro que lo que necesitan nuestros alumnos es formarse en las competencias del siglo XXI.

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Debate programático | A un año de las elecciones nacionales, este mes Dínamo propone centrar el debate en aspectos programáticos. En las próximas semanas incluiremos columnas sobre educación, producción y seguridad, entre otros temas, pensando en los desafíos y las discusiones pendientes que tiene el país.

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Si tenemos claro que lo que necesitan nuestros alumnos es formarse en las competencias del siglo XXI y que esto es totalmente diferente de lo que se ha enseñado hasta ahora, tenemos que disponernos a construir una educación radicalmente diferente de la llevada a cabo hasta el momento.

En un proyecto hipotético, llamado “Alerta energética”, se propone a los alumnos el reto de encontrar soluciones energéticas a un poblado uruguayo que va a incrementar su consumo debido al aumento de la población: se instalará una agroindustria en las cercanías. Pero el pueblo queda distante de las líneas de alta tensión.

Los alumnos trabajarán en equipos en clase. Tendrán una sucesión de actividades organizadas por los docentes. Todas ellas tendrán desafíos y problemas que deberán resolver. Conocen una serie de pautas para la organización del trabajo en equipos. Los docentes tienen herramientas para evaluar los resultados globales e individuales. Se incluyen contenidos geográficos, físicos, químicos, pero también de economía, de sociología, de historia y de expresión. La tecnología se utiliza permanentemente, pero también se construyen objetos tecnológicos: desde calentadores solares de agua hasta generadores de electricidad para diferentes fuentes. El valor del ahorro, el cuidado y la eficiencia energética se trata a partir de analizar las dificultades y costos de la generación. Según el régimen de insolación, los vientos, el agua disponible (ejemplos de contenidos geográficos y astronómicos), se podrá implementar una u otra manera de generar energía de manera sostenible (física, química). Incluso se analizarán las fuentes de biomasa (biología, química, física) con biodigestores o calderas de quema de materia “leñosa”.

Se debería ponderar la necesidad de servicios de las familias: por ejemplo, en materia de agua corriente, conexión a internet; de lo contrario, será menos atractivo vivir allí. La cantidad de cálculos y abstracciones necesarios hacen que la matemática y su temario sea una herramienta fundamental, a la vez que comprensible y atractiva.

La información que necesitan para cada actividad no se les brinda: se los ayuda a que la busquen y procesen. Las formulaciones teóricas no van antes de los trabajos sino como corolario de estos.

Muchas de las actividades culminarán con “productos intermedios”: objetos concretos, exposiciones verbales, videos ilustrativos, pequeños simuladores...

A medida que el lector haya avanzado, se le habrán ido ocurriendo una serie de temas de diferentes asignaturas, claro. Pero también habrá detectado algunas competencias que se desarrollan. De aquellas “alfabetizaciones fundamentales” que mencionábamos en el primer artículo podríamos enumerar: diferentes maneras de comunicación y lenguajes, el manejo cotidiano de lo científico y lo tecnológico, las sensibilidades, el relacionamiento... En lo referido a maneras de pensar, actuar y trabajar: resolución de problemas, pensamiento crítico, creatividad e innovación, trabajo en equipo, formación de opinión, toma de decisiones y aprender a aprender. Si pensamos en capacidades del ser y hacer responsables, podemos identificar la construcción de estilos de vida solidarios, saludables y sostenibles. Por último, si revisamos el compromiso global y local, identificamos la construcción de ciudadanía con una preocupación local, pero reflejando necesidades de la aldea global.

Claro que trabajamos acotando y describiendo estas competencias. Por ejemplo: “Traducir un problema a lenguaje lógico o a una representación utilizando variables, símbolos, diagramas y modelos adecuados, planteándose problemas acotados”. O bien: “Planificar y ejecutar modos de adquirir conocimientos. Analizar, evaluar y ponderar lo aprendido. Identificar las maneras en que aprende y valorar cuáles se adecuan mejor a su persona”.

También, cada actividad trabaja una o varias de las inteligencias múltiples: lógica, kinestésica, interpersonal, lingüística. Estos últimos elementos se hacen conscientes en los alumnos cuando damos tiempos y herramientas a los equipos para reflexionar, autoevaluarse y evaluar al equipo, analizar aciertos y errores, así como enunciar y planificar las maneras de corrección.

Los proyectos llevan dos o tres semanas. Las actividades, entre media hora y cuatro: en este caso se fraccionan. Si bien hay horarios previstos para recreos, no hay timbres: cuando se concluyen las actividades o a los alumnos se los nota cansados, salen.

Los jóvenes trabajan en equipo. Los docentes, también: tres simultáneos en el aula, y 60 alumnos. Cuentan con paquetes de alrededor de 16 horas en el grupo. Esto posibilita un buen vínculo interpersonal entre docentes y con los alumnos. Preparan los proyectos en equipo durante diciembre y febrero, plantean las actividades conjuntamente en el aula, exponen poco, recorren mucho las mesas, ayudan, aprenden de los demás docentes y de los alumnos. Por momentos es agotador, sí. Pero es muy gratificante: por los resultados obtenidos por los alumnos, pero, además, por el crecimiento personal.

Si se hacen las cuentas, el costo en horas docentes no es mayor que en el modelo tradicional: tenemos un ratio de 20 alumnos por docente en clase. Pero 20 alumnos efectivos, desde que comienza hasta que termina el curso: los alumnos se entusiasman y no hay deserción. Se podrá decir que los grupos de los centros de educación media tienen 30 alumnos con un docente. Eso es nominal. La realidad: puede haber inscriptos más de 30 alumnos, pero ya el primer día de clases no están todos, y muchos grupos terminan el año con ocho o diez. Entonces: ¿qué es más caro?; ¿qué es más eficiente?; ¿qué es socialmente más apropiado?; ¿qué da mejor resultado a los jóvenes?

Esta experiencia existe en diferentes lugares del mundo y la desarrollamos también en el colegio que dirijo.

Marcelo Martínez Lauretta es docente, cofundador e integrante del comité académico de Eduy21, director de una experiencia innovadora de ciclo básico (Obra Social y Educativa Don Bosco-Fundación Sophia).

(*) Este artículo es una continuación del publicado en la diaria el 2/11/2018.

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