El cielo está amenazante. Alrededor de la mesa –tratando de ignorar el inesperado clima semiotoñal–, un grupo de carnavaleros de distintas categorías, técnicos y periodistas hacen la previa. Cada posible fecha suspendida lleva inevitablemente a un microbalance disparado por la pregunta: “¿Y? ¿Cómo estuvo esta primera semana?”.
–Arrancó divino. Mucha gente en los escenarios.
–Pero tremendo frío, muchacho.
–Por suerte este año no salgo, los disfruto desde abajo.
–Gozando como loco. Una barra divina, viejos amigos, compañeros nuevos que son cracks. Más que una murga, una familia.
–En el tablado nuevo del Parque Rodó, pila de gente.
–Y cómo creció el de la plaza Primero de Mayo.
–Dice el Nico que llueve en Ciudad Vieja.
–Lo que veo es que la gente está combativa.
–¿Con la murga?
–Con el cambio de gobierno.
–Haciendo catarsis.
–Ahí va.
–Ayer la rompieron Los Pasteles en el teatro.
–Pero qué frío, bo.
–Dice el Nico que llueve en el Centro.
–Perdón que llegué tarde. ¿Cómo anda la barra? Frío, ¿no?
–A mi me pudrió el teatro, quiero curtir tablados. Está precioso el anfiteatro Canario Luna.
–Precioso, sí.
–Dice Nico que se hace la etapa igual.
–Yo me tengo que ir a maquillar; vamos a primera al Velódromo.
–Hay mucho fervor con lo que se canta de política, la gente está caliente.
–En el Velódromo venden vinchas de Queso Magro.
–¿Tipo “fan de Wanda Nara”?
–¡Ja! Esas.
–Dice Nico que subió el conjunto de primera hora en el teatro.
–Qué garrón, mirá si se larga.
–Ojalá se aguante, hoy tenemos tres tablas.
–Ojalá llueva, toy liquidado de la garganta.
–Etapa suspendida, muchachos.
–Bueno, no me tengo que ir a pintar. ¿Pedimos una más?
La barra sigue hablando de carnaval, viendo la lluvia caer, con la ñata contra el vidrio y sin dejar de mandar whatsapps a otros carnavaleros.