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Ilustración: Ramiro Alonso

La primera infancia y las causas de fondo

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Leído por Natalia Rodríguez Olmos.
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Hoy es 14 de noviembre. Faltan diez días para el balotaje.

El frenteamplista Yamandú Orsi y el nacionalista Álvaro Delgado firmaron ayer, por iniciativa del periodista Gabriel Pereyra, un compromiso para darle prioridad a la primera infancia durante el período 2025-2030, en el que uno de los dos será presidente de la República. Es una gran noticia, cuyas consecuencias prácticas no requieren sólo el cumplimiento de las siete medidas detalladas en el documento, sino también –y ante todo– que el próximo gobierno asuma orientaciones cruciales en otras áreas.

El compromiso comienza con una jerarquización programática y presupuestal en el marco de las políticas sociales, con una mayor coordinación de los organismos que participan en ellas. A tal efecto, se destaca expresamente la necesidad de implementar la ley aprobada por unanimidad este año, impulsada por la diputada frenteamplista Cristina Lustemberg (hoy senadora electa), aumentar las partidas correspondientes a programas como Uruguay Crece Contigo o el Bono Crianza, y crear otras nuevas para una atención “integral e integrada”. También se prevé la revisión y adecuación de normas para que esa jerarquización se pueda concretar.

Otras medidas apuntan al refuerzo de los Centros de Atención a la Infancia y a la Familia (CAIF), a universalizar la educación en los primeros años de vida, a fortalecer el acompañamiento a las familias que viven en contextos críticos con niñas y niños menores de tres años y a mejorar su acceso a viviendas.

Todo lo antedicho es muy necesario, más allá de que sorprende, por ejemplo, la ausencia de referencias específicas al Sistema Nacional Integrado de Cuidados. El compromiso responde a la percepción creciente de que la pobreza y vulnerabilidad infantil es hoy una cuestión de Estado, tanto en términos éticos como en lo referido al futuro de la sociedad en muy diversas áreas, tan diversas como el desarrollo económico, la salud en todas sus dimensiones, la seguridad pública e incluso el financiamiento del sistema de seguridad social.

Es preciso, sin embargo, situar el drama actual en el contexto de sus causas, para que estos compromisos conduzcan a un cambio duradero y las esperanzas no se frustren. Hablamos de la infancia que vive en hogares pobres y vulnerables. Su buen desarrollo humano no depende únicamente de las políticas públicas dirigidas en forma directa hacia esa población infantil; hay que cambiar las situaciones de sus hogares y de las personas adultas (en su gran mayoría, mujeres), que la tienen a su cargo. Esto implica revertir las tendencias al aumento de la pobreza y la desigualdad.

Los dramas actuales de la primera infancia sensibilizan a la población y están en boca de todo el sistema partidario, pero hay reparos, diferencias ideológicas y controversias acaloradas acerca de las políticas sociales en general y de las políticas económicas necesarias para un desarrollo del país que no deje a tantas personas desamparadas. Sin embargo, estas son indispensables para que cambien sustancialmente el presente y el futuro de la población infantil. Si no lo asumimos, el compromiso firmado por Delgado y Orsi puede mejorar muchas cosas, pero será, a mediano y largo plazo, insuficiente.

Hasta mañana.

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