Hoy es 30 de julio. Faltan 89 días para las elecciones nacionales.
La campaña electoral comienza a reactivarse, pero esquiva la confrontación directa de propuestas. En los últimos días ha predominado un procedimiento que probablemente continuará en los próximos meses: atacar a los adversarios haciendo pie en noticias cuyo significado se amplifica.
Identificar a una parte con la totalidad es un recurso habitual en la poesía y también en la publicidad, pero en estos terrenos se suele emplear para sugerir virtudes. Como herramienta política, en cambio, lo habitual es que se use para insinuar defectos congénitos.
Así, el escándalo de las condenas a altos jerarcas de la Intendencia de Artigas se maneja como si fuera una evidencia de que las prácticas corruptas están en la naturaleza del Partido Nacional (PN), y el efecto de la acusación se potencia porque machaca sobre el antiguo mote “blancos pillos”. Desde mucho antes de que hubiera redes sociales, la gente está más dispuesta a considerar ciertas las afirmaciones que le resultan familiares.
Las autoridades del PN parecen haber reconocido, por fin, el daño que les estaba causando la ausencia de una condena oficial a los delitos del exintendente Pablo Caram, su primo y exsecretario general Rodolfo Caram y su sobrina la exdiputada Valentina dos Santos. Ayer el Directorio nacionalista anunció su decisión unánime de no permitirles postularse a ningún cargo electivo con el lema partidario. Lo fundamentó afirmando que “no tienen lugar” en sus filas “quienes se aparten de la Constitución y la ley en el ejercicio de la función pública, más aún cuando la ocupan en nombre del partido o las hubieren obtenido para representarlo con el esfuerzo militante y el voto de quienes confiaron en la historia y principios de nuestra colectividad”.
El PN asume el riesgo de perder votos artiguenses que habían acumulado en la última década Caram y Dos Santos, pero en el otro platillo de la balanza estaba el peligro de una pérdida de votantes en escala nacional.
Contra el Frente Amplio (FA) se esgrime otro escándalo notorio, el de las elecciones del domingo en Venezuela. También se intenta identificar al conjunto de la fuerza política con una parte de ella, la que defiende o justifica a Nicolás Maduro. Al igual que en el caso de Caram, la acusación se apoya en otra muy repetida previamente, que le atribuye al FA ideas antidemocráticas desde su fundación en 1971.
Las autoridades frenteamplistas reaccionaron con mucha más rapidez que las del PN, y antes de que pasaran 24 horas el Secretariado Ejecutivo logró acordar una posición razonable, que amortiguó las diferencias entre pronunciamientos sectoriales. De todos modos, es obvia la intención oficialista de apretar a la bancada de senadores del FA, exigiéndole que vote hoy una declaración más drástica para explotar su negativa a hacerlo.
Estas operaciones no son apenas picardías preelectorales. Contribuyen a que muchas personas crean que en el PN no hay gente honesta, y muchas otras que en el FA no hay demócratas. Así se consolida uno de los grandes problemas que envenenan nuestra convivencia democrática y dificultan grandes acuerdos necesarios para el país.
Hasta mañana.