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Ilustración: Ramiro Alonso

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Leído por Joaquín Fernández.
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Hoy es 8 de julio. Faltan 111 días para las elecciones nacionales.

En la campaña para las elecciones de 2019 se habló bastante del Mercosur, pero en esta se habla poco. La realidad destruyó varias promesas fantasiosas y hoy hay más prudencia, al borde de la resignación, acerca del futuro de la inserción internacional de Uruguay. Esto es mejor que las falsas ilusiones, pero no basta para sustentar la estrategia de crecimiento y desarrollo con redistribución que el país necesita.

Hace cinco años, desde el actual oficialismo se afirmaba que Uruguay no había logrado una “flexibilización” de las normas mercosureñas porque a los gobiernos frenteamplistas les había faltado capacidad o voluntad política para conquistarla. Así se creó la expectativa de que con Luis Lacalle Pou sería posible que nuestro país negociara en forma unilateral tratados de libre comercio (TLC) fuera del bloque regional, sin perder los beneficios de pertenecer a él.

El Poder Ejecutivo alimentó durante años la esperanza de que el gobierno de Jair Bolsonaro ayudara a “flexibilizar” el Mercosur para beneficio de Uruguay. La luz verde brasileña nunca se encendió, y si se hubiera encendido no habría bastado para que el bloque sudamericano le permitiera a nuestro país quedarse con el pan y la torta, pero lo principal fue que no había realmente interesados en negociar un TLC sólo con Uruguay. Los resultados han sido nulos, y lo de China fue apenas una falsa alarma publicitaria.

Además de perder tiempo, Lacalle Pou creyó conveniente, para mantener entusiasmado a su público local, adoptar una actitud arrogante y pendenciera en sucesivas cumbres del Mercosur, deteriorando las relaciones con los socios a cambio de nada.

Ante el triunfo electoral de Javier Milei se intentó una vez más crear expectativas de que el bloque avanzaría hacia la “flexibilización”, ahora con ayuda de Argentina, pero el hecho es que al nuevo presidente de ese país le interesa muy poco cambiar el Mercosur. Está más bien deseoso de que desaparezca, multiplica los conflictos con Brasil, que es por lejos el principal comprador de las exportaciones industriales argentinas, y se arriesga a pagar precios muy altos, como el de la caída del acuerdo con ese país en materia automotriz.

Hoy comienza en Paraguay una nueva cumbre del Mercosur y Milei ni siquiera asiste, por “problemas de agenda”. Sí estuvo de visita extraoficial en Brasil, donde asistió a un encuentro regional ultraderechista junto con Bolsonaro y cultivó, para su propio público local, una imagen de presunto liderazgo mundial, pese a que fue una reunión de poca monta.

Uruguay asumirá en Asunción la presidencia rotativa de un Mercosur trabado por sus discrepancias internas. Las larguísimas negociaciones con la Unión Europea no han llegado a nada, y la propuesta de un diálogo político con China que anunció Lacalle Pou no va a arrojar resultados de corto plazo.

Las tareas necesarias para mejorar la inserción internacional de Uruguay tienen hoy más que ver con acuerdos nacionales que nos orienten hacia una producción más diversificada y con mayor valor agregado, tratando de articularla cuanto sea posible en cadenas regionales. Lo demás es palabrerío.

Hasta mañana.

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