Hoy es 24 de setiembre. Faltan 33 días para las elecciones nacionales.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) terminó ayer su Cumbre del Futuro con una declaración de propósitos en áreas muy diversas. El documento tiene casi 29.000 palabras, escogidas en forma cuidadosa durante dos años. Esto hizo posible que lo aprobaran representantes de estados que tienen grandes discrepancias sobre la vasta temática, y a menudo actúan en contra de los objetivos planteados.
La oratoria en este tipo de reuniones suele ser previsible, pero así es la ONU, y la situación mundial podría ser peor si esa organización no existiera ni produjera textos como el aprobado ayer. De todos modos, siempre hay intervenciones llamativas por su forma o su contenido, que alteran la monotonía y les proporcionan noticias destacables a los medios de comunicación.
El discurso del subsecretario de Relaciones Exteriores de Uruguay, Nicolás Albertoni, se apartó de lo convencional, pero no parece probable que sea noticia en el mundo ni que los asistentes a la cumbre se hayan sentido impactados. Albertoni consideró pertinente señalar que el gobierno que integra “concretó recientemente una transformación educativa que potenciará nuestra educación con una mirada hacia el futuro” y aprobó “una ley de reforma de la seguridad social con base en la solidaridad intergeneracional, que no sólo permitirá la sostenibilidad del sistema en el largo plazo, sino que también propiciará la generación de oportunidades de empleo y emprendedurismo formal”.
Es muy discutible que los cambios aprobados por la mayoría oficialista que conduce la Administración Nacional de Educación Pública vayan a potenciar algo valioso, pero en todo caso se pusieron en marcha hace muy poco, y su trascendencia puede ser escasa si las elecciones de octubre determinan un cambio de orientación. Sea como fuere, no implican nada novedoso en el mundo, y resulta difícil imaginar qué pueden aportar a los debates de la ONU.
La referencia de Albertoni a la reforma jubilatoria aprobada en 2023 fue aún menos acertada, porque la descripción de sus contenidos se ubicó (digámoslo en términos diplomáticos) a una gran distancia de la realidad.
La base de esa reforma no es “la solidaridad intergeneracional”, entre otras cosas porque universaliza el aporte obligatorio a las administradoras de fondos de ahorro previsional (AFAP), que sustraen fondos del sistema solidario para volcarlos a cuentas de ahorro individual. No “permitirá la sostenibilidad del sistema en el largo plazo”, sino que sólo producirá un alivio transitorio, al reducir los ya insuficientes desembolsos estatales en jubilaciones y pensiones, hasta que avancen el envejecimiento de la población y los cambios en el mundo del trabajo. Y cuesta entender en qué estaba pensando Albertoni cuando dijo que “propiciará la generación de oportunidades de empleo”.
El subsecretario afirmó que “preservar estas reformas también es cuidar el futuro para las generaciones de hoy y del mañana”. Si quiso pasar un aviso contra el proyecto de reforma constitucional sobre seguridad social impulsado por el PIT-CNT, o contra el diálogo para acordar una ley distinta que propone el Frente Amplio, no eligió el escenario adecuado.
Hasta mañana.