Un cartel de chapa apoyado en una palmera de la plaza Larroca, justo al final de Juan Carlos Gómez, frente a los contenedores del puerto, anuncia la actividad de esta tarde noche en el barrio.
La inclinación del rectángulo ‒de unos 45 grados‒ les permite a dos niños usarlo como tobogán, pero la endeble estructura sólo aguanta una vuelta. Enseguida dos murguistas que esperan su momento de actuación se acercan y levantan el cartel del pasto. Sobre fondo celeste la leyenda dice: “Un carnaval popular, gratuito, abierto y solidario”.
Esta semana, Más Carnaval, la propuesta impulsada y gestionada por el Sindicato Único de Carnavaleras y Carnavaleros del Uruguay (Sucau) junto a “diversos colectivos artísticos” llegó con su tablado a la Ciudad Vieja.
Como en cada instancia, sus organizadores unen fuerzas con instituciones y referentes de cada barrio, en todo el país, para armar el tablado y todas las actividades que suceden alrededor del escenario.
En esta ocasión, por ejemplo, en un edificio a medio hacer, con los cimientos prontos y los encofrados de madera para todo lo que resta, la gente hace cola para comprar tortas fritas, refrescos y choripanes en una pequeña ventana de la planta baja, y podrá colaborar con una olla popular.
A lo largo de la plaza y en el pasto, los vecinos se instalan en sillas de plásticos o playeras, toman mate, van y vienen de sus casas. Pueden recorrer una feria de artesanías hechas por emprendedores independientes y disfrutar de una variada propuesta artística.
Junto con Más Carnaval y el Municipio B, esta actividad ‒como la del miércoles 16 en la Plaza Uno de la Aduana‒ fue organizada por integrantes de merendero Las Bóvedas, Radio Contonía FM, Casa Cultura LCV, Comisión Plaza Uno, Comisión Derecho a la Ciudad y las cooperativas de vivienda Coviaduana, Covicivi II, Covi Construyendo sueños, Covi Ufama Cordón, Covi Guruyú, CoviFu, CoviPedro y Covi Sur Ciudad.
“No son sólo conjuntos de carnaval, entre comillas, los que se presentan”, explica Soledad Castro Lazaroff, impulsora del proyecto e integrante de Sucau: “Hay de todo, tanto en música como en teatro. Lo que buscamos es rescatar el espíritu del canto popular de los 80. Vos ibas a un candombaile y veías de todo. Pero además esto tiene que ver con la necesidad de comunión entre artistas de diferentes disciplinas, que a veces se vuelven demasiado ordenades. La idea es un carnaval del desorden, la libertad y el antiprogreso”, cuenta con visible entusiasmo.
Para esta segunda edición de Más Carnaval ‒la primera fue en 2020‒ el sindicato cuenta con un equipo de amplificación propio, lo que les permite manejarse con mayor autonomía e independencia. “Ayer estuvimos en el barrio Maracaná armando otro tablado. Es muy lindo porque por un lado es como una cosa anti asistencialista; el barrio se tiene que organizar. No es que nosotros caemos en paracaídas. Ayer se armó una fiesta divina que terminó con una orquesta tropical del lugar. Eso es muy emocionante”, dice Soledad, y agrega: “Este es un carnaval mucho más carnaval, en el sentido de subvertir el orden. Nos parece que lo que pasa en el carnaval oficial es que los ricos siguen ricos, y siguen subiendo al escenario más que los pobres. Hay lugares donde realmente el Estado no está presente, como en las cooperativas de vivienda, donde se lleva siempre a los mismos artistas, o no se hace mucho más que instalar un tablado con artistas contratados. La idea es que el barrio participe y que los grupos artísticos de la zona puedan tener su lugar. Si en vez de decir ‘escenario’, avisás que viene un tablado al barrio, la gente al toque entiende, no tenés que explicar nada, se arma solito, porque sabe lo que es un tablado, por sus abuelos, sus vecinos”.
Silvana Pissano, alcadesa del Municipio B, que hace 15 años que vive en Ciudad Vieja, recuerda los corsos por Larravide, en su niñez en Villa Española. “Se apuesta a que todas y todos puedan disfrutar del carnaval. A propósito del apoyo del Municipio a este desembarco artístico y comunitario, Pissano asegura que “es un encuentro vecinal, de confraternidad y para divertirse. Me parece que acá se da una conjunción de carnavales pasados, cuando era gratuito y popular, con el presente”.
Claudia Rojo es una de las integrantes de la murga La Gran Siete que deberá esperar un rato para actuar. Me recomienda que pruebe los choripanes por su buena calidad, y a la pasada conversamos sobre la actuación de murga la noche anterior: “Una señora nos comentaba ayer en Maracaná que los vecinos más viejos estaban emocionados porque era la primera vez que llegaba un tablado al barrio”.
“Esto es otra cosa”, dice, “es disfrutar desde otro lugar, sin la presión de un concurso detrás. Nuestro colectivo [La Gran Siete] es autogestivo, y para Más Carnaval ensaya de la misma forma y con la misma responsabilidad que si fuera un concurso. La idea es traer un espectáculo digno, prolijo, que esté bueno, pero la base de todo en esta experiencia es el disfrute”.
La función
La tarde arrancó con el solista Rodrigo Vignolo, guitarra en mano, con canciones para niños y una propuesta interactiva a primera hora de la tarde. Luego, el colectivo Trinum Teatro continuó con el juego, con una actriz vestida de abeja a la que había que encontrar entre el público con la ayuda de las pistas musicales. Otro solista, Facundo García, sumó sus canciones a la playlist en vivo, entre ellas, una muy buena que dice “Vuelvo por el aire, / nado como el pez, / me doy vuelta y veo todo al revés”.
Entre actuaciones, dos animadores bromistas se encargaron de mantener viva la llama sobre el escenario y además promocionaron la venta de boletos de bingo, que durante toda la jornada se vendieron a buen ritmo.
Con la noche instalada, a cielo abierto y media luna, La Peatonal Candombera le puso música al plantel de mama viejas y gramilleros de Candombe Las Pioneras; bailaron sobre un piso de tierra con trajes de desfile, frente al escenario, y fue lo más parecido a un viaje en el tiempo. Nora González ‒mama vieja‒ vino desde Belvedere, es ama de casa y dice que “lleva el candombe en el corazón”.
Antes del final, con Los Ticholos (grupo de música brasilera) y La Gran Siete, la 420 Gang, uno de los grupos locales del barrio anotados para participar, tomó el escenario.
Eso se pareció al futuro: tres adolescentes encorvados, uno de ellos escondido en una gorra de sol, rapearon versos de amor y aventuras nocturnas, con bases de trap y reggaeton. Al final de su show recibieron el aplauso y el reconocimiento de sus vecinos y volvieron a sus hogares, ahí cerquita.