Si bien es moneda corriente oír decir que la ciencia y la investigación son fundamentales para el desarrollo de este y de cualquier otro país, del dicho al hecho hay, al menos en este tema, un gran trecho. Desde la sección Ciencia resumimos cuatro de los puntos calientes relacionados con la política científica que detectamos durante 2018 con la esperanza de que quienes aspiran a la presidencia puedan pensar estrategias concretas y, junto con la comunidad científica y el resto de los ciudadanos, ayuden a construir un futuro más esperanzador.
Institucionalidad: ¿quién y dónde se define la política científica?
En 2018 finalmente, y no sin grandes contratiempos y polémicas, se designó al primer secretario –el destacado químico Eduardo Manta– para ocupar la flamante Secretaría de Ciencia y Tecnología en el ámbito de Presidencia de la República. Sin embargo, crear institucionalidad no es de por sí una solución, y ahora parece ser tiempo de ordenar el sistema científico de manera de que todos los actores, desde la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) al Consejo Nacional de Innovación, Ciencia y Tecnología (Conicyt), desde el Consejo de Ministros pasando por las secretarías de Ciencia y Tecnología y la de Transformación Productiva y Competitividad, tengan claros sus cometidos específicos, ante quiénes responden y cómo se relacionan entre sí. También este año hubo cruces entre el gobierno y la academia, como los producidos por la Ley de Pesca, que establecía límites a la investigación científica en el agua y a la publicación de sus resultados, o el lanzamiento de posgrados coordinados por la ANII y el Laboratorio Tecnológico del Uruguay a espaldas de la Universidad de la República (Udelar), que dejan en evidencia la necesidad de políticas científicas robustas y coordinadas.
“La institucionalidad hoy tiene algunos baches, ya que estaba pautado que el Gabinete Ministerial de Innovación definiera políticas, un organismo como el Conicyt asesorara, y que la ANII fuera el ejecutor. A partir de que el Gabinete no está funcionando como tal, se plantea la paradoja de que, en algunas ocasiones, la ANII está tomando también espacios de definición de políticas, al tiempo que no se sabe a quién está asesorando el Conicyt , ya que no hay una figura clara que defina las políticas de ciencia y tecnología”. Miguel Sierra, director del Conicyt, noviembre de 2018.
“La política científica la tiene que definir el Poder Ejecutivo y luego el Legislativo. La tarea de la Secretaría no es tomar decisiones, sino tener la potestad de generar una agenda, un conjunto de insumos para convencer a un Gabinete u otros actores para que se tomen determinadas decisiones. En la situación actual es el Consejo de Ministros el que debería indicarle a la ANII qué políticas debe seguir [...]. Sin embargo, cuando hablás con los directores de la ANII, y lo he visto en varias notas, ellos dicen que hacen lo que pueden porque nadie les está diciendo qué hacer. Es más, en alguna mesa en la que he participado, incluso expresaron que ojalá alguien les dijera qué es lo que tienen que hacer”. Eduardo Manta, secretario de Ciencia y Tecnología, junio de 2018.
“Soy partidario del esquema que propone un Ministerio de Ciencia, lo que no quiere decir que este ordenamiento con una secretaría no sea válido. Pero es válido en la medida en que se logre superar la fragmentación. Capaz que el ejemplo es muy británico, pero si vos sos secretario nacional del presidente, uno debería presentarle una variedad de planes y el presidente decidir cuáles se llevan cabo. El secretario sale de allí y le dice al resto de los organismos que el gobierno nacional tomó la decisión de hacer tales y cuales planes. Así funcionan las secretarías. Los otros organismos, sin dejar de ser importantes, son los ejecutores de esas políticas”. Juan Cristina, cuando aún era decano de la Facultad de Ciencias, octubre de 2018.
Presupuesto: con ciencia grande no hay país pequeño
Cuando era candidato, el presidente Tabaré Vázquez firmó un compromiso según cual para el final de su mandato la inversión en investigación y desarrollo (I+D) llegaría a 1% del Producto Interno Bruto. La promesa –firmada por todos los candidatos en las pasadas elecciones a instancias de la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay– quedó por el camino y la falta de dinero para la investigación científica se hace notar: a finales de 2017 parte de la comunidad científica manifestó su enorme descontento ante el hecho que 110 proyectos de investigación del Fondo Clemente Estable fueran evaluados como excelentes pero sólo se financiaría a 26% de estos. La semana pasada se dio a conocer el fallo del mismo fondo y las cifras no son nada alentadoras: mientras que en 2015 se premiaron 45 proyectos, en 2018 se premiaron 30, apenas uno más que en 2017, cuando se había registrado una caída de 35%. Analizados los montos totales, en 2015 se destinaron al Fondo Clemente estable unos 56 millones de pesos, en 2017 36,5 millones de pesos y en 2018 el monto bajó a 29,4 millones de pesos (la cifra es aun menor si se tiene en cuenta la inflación).
A lo largo del año, científicas y científicos han dejado claro que, sin estos fondos –el Clemente Estable y el María Viñas, otorgados por la ANII, los fondos de la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Udelar y las becas del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas–, continuar con proyectos que van desde el uso de proteínas de plantas nativas con alto valor para detener infecciones intrahospitalarias hasta saber cuántos delfines viven hoy en nuestras costas se hace extremadamente difícil. A esto se suma que la formación de investigadores está cumpliendo con la meta de proveer más y mejores hombres y mujeres de ciencia para el país, lo que conduce a la costosa y dolorosa paradoja de no explotar todo el potencial de los profesionales que formamos.
“No podemos tener aprobado sólo 26% de los proyectos de I+D declarados excelentes, porque te quedás con un montón de investigadores cruzados de brazos hasta el próximo llamado”. Eduardo Manta, secretario de Ciencia y Tecnología, junio de 2018.
“Es cierto que tenemos un país con recursos limitados, pero es difícil explicarles que eso pasa en todos lados, que no es que los países que tienen plata invierten lo que les sobra en ciencia. Eso no es verdad en Estados Unidos, ni en Alemania ni tampoco es verdad en países chicos. Es absurdo pensar que Israel, que debe estar invirtiendo cerca de 4% del Producto Interno Bruto en I+D, no tiene otros gastos”. Juan Cristina.
“Esto es algo muy negativo y muy desalentador. En una perspectiva de crecimiento y sustentabilidad del sistema de ciencia, los fondos no sólo no aumentan, sino que tienden a disminuir. A su vez, la oferta de proyectos de calidad crece, lo que es un reflejo de que la formación de personal científico ha tenido un crecimiento de calidad. Los deberes desde el punto de vista de los ámbitos académicos y del Sistema Nacional de Investigadores se cumplieron”. Rafael Radi, presidente de la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay, en 2017, tras conocerse los fallos del Fondo Clemente Estable y María Viñas.
“Marcelino Cereijido, un científico argentino que vive hace muchos años en México, dice que los políticos de todo el mundo, cualquiera sea el color, afirman que van a apoyar a la ciencia, y a veces incluso dicen que apoyarán a la ciencia cuando solucionen sus problemas graves de pobreza, educación, etcétera. Pero es al revés, tenemos que apoyarnos en la ciencia justamente para solucionar esos problemas graves, entenderlos con ojos de científico para que de ahí puedan aparecer las soluciones”. Diego Golombek, científico y divulgador argentino, noviembre de 2018.
Inserción laboral: evitar la fuga de cerebros
El presupuesto y la inversión en ciencia afecta también a la inserción en el mundo del trabajo y productivo de los científicos y científicas del país. Prácticamente 80% de la investigación del Uruguay se lleva adelante en la Udelar, lo que habla a las claras de la necesidad de que otros actores también empleen a los investigadores. En el censo de egresados realizado por la Facultad de Ciencias en 2012 hay números que exigen se les preste atención: mientras que 90% de los egresados se encontraba ocupado, 45% trabajaba en la propia Udelar, sólo 11,3% lo hacía en empresas públicas, 12% trabajaba en otro país y 17% había logrado insertarse en el sector productivo privado. Ante este panorama, algunos ya están empezando a hablar de una nueva fuga de cerebros para referirse a quienes, ante la incapacidad de insertarse en el medio, empiezan a emigrar para hacer en otras partes la ciencia que aquí no pueden hacer.
“Es una emergencia en el sentido de que el país, y todo el sistema científico y académico, generó una masa crítica de investigadores que no va a poder ser captada por la Udelar u otras universidades. Hay que buscar alternativas para que los conocimientos y las capacidades que adquirieron puedan ser volcados a un desarrollo nacional inclusivo. Antes exportábamos licenciados, ahora estamos empezando a exportar doctores. El país no se puede dar el lujo”. Eduardo Manta, secretario de Ciencia y Tecnología, junio de 2018.
“Hay que convencer a la clase política de que lo más caro de un sistema de I+D no son los aparatos, sino todo lo que se invierte en formar los recursos humanos. Creo que es una gran pena que Uruguay invierta lo que invierte en los jóvenes y luego sea otro estado el que los use”. Juan Cristina, cuando aún era decano de la Facultad de Ciencias, octubre de 2018.
“Más que aprovechar a los investigadores, el Estado los necesita. El Estado tiene que resolver continuamente un montón de problemas. Y muchas veces la resolución de esos problemas pasa por la utilización del conocimiento de ese capital humano que formaste. Debemos abrir los espacios en el sector público para que pueda captar a los recursos humanos formados. Lugares hay, tenemos que buscar una buena herramienta que los colecte”. Eduardo Manta, secretario de Ciencia y Tecnología, junio de 2018.
Género: romper el techo de cristal
Es cierto que es un fenómeno que se da en gran parte de los países del mundo, pero no por ello hay que quedarse de brazos cruzados: la participación de las mujeres en la ciencia está lejos de ser equitativa. En Uruguay el problema no es tanto el acceso a las carreras científicas en general –en facultades como la de Química el ingreso de mujeres es mayor que el de los hombres, fenómeno que se da también en quienes optan por ciencias biológicas en la Facultad de Ciencias– sino que se manifiesta, también acorde a una tendencia mundial, en aquellas carreras que involucran más a la física, la matemática y la ingeniería.
El otro problema que se manifiesta con toda su gravedad en nuestro país es el que se ha dado en llamar “techo de cristal”: un tope en el desarrollo de las trayectorias de las científicas por su condición de tal que no está escrito en ninguna parte. Esto puede verse, por ejemplo, en los grados de los docentes universitarios: según datos de la Udelar de 2014, mientras que en el grado más bajo (el 1) 57% son mujeres, en el grado más alto (el 5) apenas 28% lo son. Algo pasa en el camino y no es porque las mujeres sean menos brillantes que sus colegas hombres.
“El hombre tiene que considerar que lo que sucede con las mujeres en la ciencia es importante y que no es algo que afecta sólo a las mujeres, sino que afecta a toda la ciencia. Tenemos medio mercado laboral desaprovechado. Si vos elegís entre la mitad de la población, obviamente vas a tener una ciencia de peor calidad que si elegís entre el 100%”. Jana Rodríguez Hertz, vicepresidenta por América Latina y el Caribe de la Organización por las Mujeres en Ciencia del Mundo (OWSD), agosto de 2018.
“En los países en los que está habiendo cambios es porque empezaron a atacar el tema en las escuelas y en los liceos. Yo estoy trabajando mucho en la enseñanza de la ciencia en primaria y creo que es ahí donde se juega el partido importante”. Cecilia Stari, presidenta de la Sociedad Uruguaya de Física, junio de 2018.
“Lo que se puede hacer es mucho, pero a veces lo que se dice es que como es una cuestión cultural tan amplia, que atañe a la crianza, no se puede hacer nada y hay que esperar a que los movimientos sociales sucedan y entonces se va a acomodar solo. Y esa es una manera no sólo de no asumir la responsabilidad, sino de conservar los privilegios y los beneficios de quienes hoy se ven beneficiados por esta situación. La discriminación hacia las mujeres es explícita, se puede ver, se puede medir, se puede saber dónde está, y hay quienes tienen poder para actuar sobre esas cosas con medidas concretas. Hay gente que está decidiendo sobre el curso de vida de las personas, hay gente que hoy les está quitando oportunidades a las mujeres en la ciencia”. Agostina Mileo, divulgadora y activista argentina, agosto de 2018.