Los caminos entre los manzanos del establecimiento frutícola Pigato Hermanos comenzaron a poblarse de verde y de diferentes insectos cuando sus dueños dejaron de aplicar insecticidas entre los árboles y dejaron que la naturaleza actuara a su parecer. A estos espacios, los productores los llaman “refugios”, en una señal de que apuestan por un cambio de mentalidad en la administración de la tierra y un aporte al cuidado medioambiental. Pero esta no es una idea aislada, sino que se enmarca en la iniciativa Paisajes Multifuncionales, de la empresa agricultora Syngenta, en convenio con la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, que busca contrarrestar el empobrecimiento de los suelos con objetivo de promover la biodiversidad de polinizadores en paisajes agrícolas.
A polinizar
La polinización es el traslado del polen –la célula reproductiva masculina– de una planta a otra. Cuando el polen entra en contacto con el estigma de la flor, el óvulo es fecundado y las plantas concretan su reproducción sexuada. Las frutas son los óvulos fecundados y desarrollados. Los insectos polinizadores facilitan esta reproducción llevando en sus cuerpos el polen de una planta a otra, y mediante este proceso se hacen cargo de mantener gran parte de la diversidad de plantas. En esto radica su gran importancia, subraya la bióloga de la Facultad de Ciencias y técnica apícola Estela Santos: “Los polinizadores mantienen la biodiversidad vegetal y son los encargados de producir mucha de la fruta y verdura que consume el ser humano. Muchos de los cultivos que tenemos en Uruguay dependen enteramente de los insectos que están en el ambiente, por eso tenemos que cuidarlos y pensar en estrategias para protegerlos”.
Los beneficios de la presencia de los polinizadores para la producción agrícola han sido “súper estudiados a nivel internacional y nacional”, señala Santos, y argumenta que hay varias investigaciones en el país, muchas de los cuales ha dirigido, que han permitido comprobar que sin la existencia de los insectos polinizadores, Uruguay no sería capaz de producir las 40.000 toneladas de manzana que produce anualmente o las 25.000 toneladas de zapallo. “Recientemente trabajé con el arándano y comprobamos que 100% de todo lo que se produce es gracias a los insectos polinizadores”, sostiene, y señala que las 400 hectáreas destinadas en Uruguay a los arándanos verían su producción entorpecida sin los insectos polinizadores, lista a la que podrían sumarse la cebolla y la zanahoria, así como los kiwis y los melones, entre otros.
“Podríamos pensar que quizás en Uruguay el viento podría acarrear los granos de polen, pero no es así”, comenta. Explica que, si bien es un país más ventoso que otros, lo que en algún cultivo podría ser útil, “son los insectos el vector clave para mover esos granos de polen. Es algo que tenemos en el ecosistema natural y que sólo pueden hacer bien los insectos, por eso precisamos conservarlos”, resalta.
La diversidad de insectos polinizadores es muy amplia. Sólo entre las abejas, que son “las polinizadoras por excelencia”, hay más de 100 especies en Uruguay, explica la bióloga. “Son una clase de insecto que ha evolucionado con las plantas con flor. Las diferentes especies de abejas tienen estructuras corporales específicas para acarrear el polen. A diferencia de mariposas, escarabajos y avispas, que también son polinizadores pero tienen un comportamiento distinto, las abejas acopian mucho polen”, agrega.
La bióloga señala que entre todas las especies de abejas la más conocida es la Apis mellifera, la tradicional abejita amarilla y negra. Es una especie exótica que fue introducida al país desde Europa con el objetivo de producir miel. “Hoy tenemos 542.221 colmenas de abeja melífera manejadas por 2.545 productores, en su mayoría familiares. Eso la convierte en el insecto más conocido y abundante, porque cada una de esas colonias tiene entre 40.000 y 50.000 individuos”, dice Santos. Sin embargo, tenemos muchos polinizadores nativos, remarca la bióloga, y entre ellos menciona los mangangás y los abejorros, que son “abejas robustas”. Los mangangás son abejas solitarias y los abejorros son sociales, pero no se organizan en grandes colmenas, por lo tanto, son menos perceptibles. De todas formas, su aporte al funcionamiento de los ecosistemas en los que participan “sin duda está”.
En riesgo
A veces confundimos montículos en el suelo con “pequeños hormigueros”, cuando en realidad son nidos con “galerías” que construyen los polinizadores. El asunto es que, según Santos, “los polinizadores se están quedando sin los lugares donde naturalmente hacían sus nidos”. El uso de los suelos y la extensión de los espacios destinados a la producción agrícola se encuentran entre las principales razones por las que estas especies están muriendo, además de la aplicación de agrotóxicos y la extensión de patógenos.
Otro factor importante es el monocultivo: al destinar grandes extensiones a un único cultivo se restringe el hábitat de los insectos –polinizadores incluidos–, al tiempo que estos animales pierden variedad de alimento y reciben un único tipo de aporte en su dieta, lo que acarrea consecuencias en su sistema inmune que los puede llevar incluso a la muerte. En ese sentido, Santos remarcó la necesidad del “cuidado de los ambientes” y de procurar una mayor presencia de “diversidad vegetal” para que los polinizadores puedan “alimentarse mejor” y mantener una estabilidad en el ecosistema.
“Podemos seguir plantando el monocultivo, pero con algunas restricciones y consideraciones. En Brasil, por ejemplo, se ponen en práctica estrategias como establecer que 10% o 20% del área se mantenga sin tocar. Esa es una de las ideas que se están manejando para aplicar aquí. Es una estrategia de cuidado que antes se aplicaba, quedó en desuso y ahora se quiere volver a implementar”, expresa Santos.
Paisajes Multifuncionales
Precisamente, el programa Paisajes Multifuncionales consiste en enmarcar una parcela de tierra en una zona del predio de producción y dejar crecer la vegetación de forma espontánea, sin ninguna intervención (por eso los productores de Pigato Hermanos las llaman “refugios”). Al observar el trozo de tierra enmarcado podría pensarse que se trata de un campito descuidado: el objetivo, justamente, es incidir lo menos posible y “dejar que crezca lo que tenga que crecer”, explicó la bióloga durante una recorrida, el jueves 28 de noviembre, por el establecimiento frutícola en Progreso. Estos espacios tienen el propósito de funcionar como hábitats y fuentes de alimentos para los polinizadores, a fin de que estos, a su vez, aporten a un crecimiento en la producción (en este caso de manzana).
Pero este no es el único objetivo de la propuesta. El resto se esconde en el propio nombre del programa. El concepto de Paisajes Multifuncionales implica que el cumplen varias funciones. Si bien Santos destaca la de “preservar y “alimentar a los polinizadores”, también están destinados a “mantener material vegetal que con sus raíces ayuda a la infiltración de agua” y “preservar otro tipo de bichos, algunos de los cuales podrían ser controladores biológicos”. A modo de ejemplo, la bióloga mencionó a “los parasitoides” que necesitan la presencia de flores para tener un lugar donde agruparse y reproducirse, y entonces “cumplir su rol biológico en la naturaleza”. Para estos insectos los paisajes multifuncionales también pueden convertirse en refugios.
A su vez, estas parcelas de tierra sirven para “sostener descomponedores de materia orgánica”, agrega Santos. Un ejemplo de este tipo de insectos son los escarabajos, animales “que ayudan a desintegrar materia orgánica que después es incorporada al suelo”. Otra función que cumplen es la de “reservorio de yuyos medicinales” como la marcela y la carqueja, lo que permite la existencia de “un material vegetal que sea de interés para el ser humano”. De esta manera, estos espacios terminan por configurar “parches” en medio de grandes extensiones productivas que “nadie toca y a los que no les echamos insecticida”, explica la bióloga.
El efecto circular
Finalmente, Santos destaca que las acciones amigables con el ambiente tienen un efecto en el funcionamiento y la estabilidad de todo el ecosistema. Pese a su énfasis en los polinizadores –el día de la recorrida, Santos llevaba un dije de una abeja, por ejemplo–, “porque tienen un efecto directo en el aumento de la producción y repercuten en otras cosas”, la investigadora sostiene que todo conforma un círculo: sin la biodiversidad en los suelos no hay polinizadores, al tiempo que sin los polinizadores no se sostiene la biodiversidad. Hay un equilibro que mantener y una parcela de tierra en la que se puede empezar.