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Benedito Aguiar.

Foto: Universidad Presbiteriana Mackenzie

¿Quién es Benedito Aguiar, el creacionista que Bolsonaro puso al frente de dependencia encargada de los posgrados en Brasil?

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El nombramiento del nuevo presidente de la Coordinación para el Mejoramiento de la Educación Superior, el 24 de enero, genera preocupación en la comunidad científica.

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“El profesor e ingeniero Benedito Aguiar es el nuevo presidente de la Coordinación para el Mejoramiento de la Educación Superior [Capes]” comienza diciendo el comunicado publicado en el sitio web del Ministerio de Educación y Cultura de Brasil el viernes 24. Tras aclarar que Aguiar es ingeniero, agregan que la Coordinación que presidirá está “vinculada al Ministerio de Educación” (cuya sigla comparte con el nuestro, MEC) y que es una agencia “responsable de la expansión y consolidación del programa de posgrado stricto sensu (maestría y doctorado) en Brasil”. La Capes, añaden, “invierte en la capacitación de maestros de recursos humanos y educación básica, además de promover la cooperación científica internacional mediante la concesión de subvenciones e incentivos para la investigación, evaluación y acceso, y la difusión de la producción científica”.

En el comunicado, si bien se dice que Aguiar deja la rectoría de la Universidad Presbiteriana Mackenzie (¡UPM!), cargo que ocupaba desde 2011, se hace un repaso por su trayectoria académica que no menciona absolutamente nada sobre qué estuvo haciendo allí en los últimos ocho años. Es así que se menciona que entre 1982 y 2008 Aguiar obtuvo una maestría en ingeniería eléctrica en la Universidad Federal de Paraíba, un doctorado en la Universidad Técnica de Berlín, Alemania, y un posdoctorado de la Universidad de Washington, Estados Unidos, y se menciona algunos cargos que ocupó, como la presidencia de la junta directiva de la Fundación Parque Tecnológico de Paraíba, del Consejo de Rectores de las Universidades Brasileñas y de la Asociación Brasileña de Instituciones Educativas Evangélicas.

Con el currículum descrito en el sitio gubernamental no se entiende por qué el periodista científico brasileño Herton Escobar publicó en la edición del 26 de enero de la revista Science una nota titulada “La elección de Brasil de un creacionista para liderar su agencia de educación superior sacude a los científicos”. El asunto es que en estos últimos años al frente de la UPM, Aguiar estuvo muy activo promoviendo una idea creacionista que se disfraza de ciencia y que se autodenomina “teoría del diseño inteligente”.

“Queremos poner un contrapunto a la teoría de la evolución y difundir que la idea de la existencia del diseño inteligente puede estar presente desde la educación básica”. Benedito Aguiar, recientemente nombrado director del Capes en Brasil, octubre de 2019.

Creacionistas activos

La UPM, bajo la rectoría de Aguiar, patrocinó a la Sociedad Brasileña de Diseño Inteligente, organización que “representa la teoría del diseño inteligente [y] tiene entre sus miembros profesionales y académicos de múltiples áreas que juntos promueven debates sobre el origen del universo y la vida”. Desde allí llevaron adelante varios cursos, conferencias, publicaciones de libros y distintas actividades enfocadas en desmentir la teoría de la evolución, postulada por Charles Darwin por primera vez en 1859 y que 160 años después cuenta con el aval generalizado de la comunidad científica.

“Queremos poner un contrapunto a la teoría de la evolución y difundir que la idea de la existencia del diseño inteligente puede estar presente desde la educación básica, de manera que podamos, con argumentos científicos, discutir el creacionismo”, dijo Aguiar en octubre del año pasado cuando el creador de la teoría del diseño inteligente, Michael Behe, concurrió a la universidad brasileña que Aguiar dirigía. De hecho, en esa ocasión agregó que su universidad ampliaría “los estudios de teoría del diseño inteligente”.

“Es completamente ilógico colocar a alguien que ha promovido acciones contrarias al consenso científico en una posición para administrar programas que son esencialmente de capacitación científica”, declara el biólogo evolutivo Antonio Carlos Marques, del Instituto de Biociencias de la Universidad de San Pablo, en la nota de Herton publicada en Science. Carlos Joly, investigador sobre biodiversidad de la Universidad de Campinas, lo secunda: “El nombramiento crea ‘inseguridad’ sobre cómo la Capes dará forma a los programas educativos”.

La preocupación de la comunidad científica brasileña está bien fundamentada si tenemos en cuenta que la “XXXI Semana de la Escuela de Ingeniería” de la UPM abordó el 11 de setiembre “el tema del diseño inteligente”. En el sitio web universitario se cita a uno de los profesores, arcos Eberlin, encargado de dar la ponencia “Un paseo por la química del universo y la vida”: “¿Alguna vez te has preguntado cómo surgió el universo? Existen innumerables teorías sobre el origen de las cosas, una de las cuales es la del diseño inteligente, que está directamente relacionada con la química. El concepto señala que una mente inteligente programó y estructuró todo lo que sabemos, de forma no evolutiva, y está directamente vinculado a procesos en la naturaleza que dependen unos de otros”.

Eberlin, amigo y colega de Aguiar, es un conocido científico brasileño, destacado en el área de la espectrometría de masa, y uno de los paladines de la defensa de la teoría del diseño inteligente en Brasil. En ocasión de su charla, citado por el sitio de la UPM, afirmó: “No sólo estamos formando profesionales, estamos formando ciudadanos que influirán profundamente en nuestra sociedad y que necesitan tener una percepción científica bien definida de nuestros orígenes”. El asunto es que, por más que Eberlin sea un prestigioso científico con miles de artículos publicados, la teoría del diseño inteligente ni es una teoría científica ni goza de un aval como para proponerla siquiera como otra campana de la teoría de la evolución.

¿Diseño inteligente?

Uno de los grandes defensores de la teoría del diseño inteligente es su creador, Behe, bioqímico estadounidense de la Universidad de Lehigh, ubicada en Pensilvania. Autor de varios libros, entre los que se destaca La caja negra de Darwin (Darwin’s Black Box, 1996), Behe sostiene algo así como que las células reúnen un conjunto de organelos que funcionan como “máquinas” en una coordinación e interdependencia tal que no podrían funcionar una sin la otra. Este fenómeno, al que llamó en su momento “complejidad irreducible”, sería para él incompatible con la teoría de la evolución, ya que no habría forma de que las células funcionaran con algunos de estos organelos en estadios intermedios menos evolucionados.

Con motivo de la visita de Behe a la UPM en octubre del año pasado, la institución universitaria publicó en su web una nota en la que dice que “El estadounidense explicó que una célula es como una fábrica automatizada, llena de máquinas”. Hasta allí, salvo la metáfora mecanicista, no habría demasiadas objeciones. Pero luego se produce un salto que carece tanto de lógica como de cualquier tipo de evidencia: “Por lo tanto, está formada por una cadena de procesos complementarios, que indican que había una mente inteligente detrás de esta formación. Debido a esto, la teoría darwiniana sería insuficiente para explicar el origen de la vida, ya que no es capaz de explicar cómo una célula es capaz de llevar a cabo estos procesos”.

“Las grandes afirmaciones darwinistas se basan en una imaginación indisciplinada”, reporta la UPM que dijo Behe, indicando que “los estudios celulares mostrarían que la teoría de la evolución tiene varios defectos o argumentos que no están bien explicados”. “Según el estadounidense, la teoría del diseño inteligente busca basarse exclusivamente en argumentos sobre el origen de la vida y no sólo en suposiciones”, prosigue el texto, que vuelve a citar al investigador: “La honestidad intelectual debe mirar la evidencia y los argumentos. El hecho de que te guste algo o no no afecta el argumento. El diseño inteligente se basa en los avances científicos de las últimas décadas”.

“Nuestra posición colectiva es que el diseño inteligente no tiene base en la ciencia, no se ha probado experimentalmente y no debe considerarse científico”. Comunicado del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de Lehigh, octubre 2005.

Behe habla de los avances científicos, pero la comunidad científica no lo acompaña en su asunción de que todo lo que aún no comprendemos o no conocemos de las células nos habla de un diseñador inteligente, que puso en funcionamiento la maquinaria celular para que terminara produciendo a los seres humanos. Para muestra alcanza un botón: el Departamento de Ciencias Biológicas de la propia Universidad de Lehigh, donde trabaja Behe, publicó en octubre de 2005 un comunicado tajante, en el que afirma que el departamento “está comprometido con los más altos estándares de integridad científica y de la función académica” y que ese compromiso “conlleva un apoyo inquebrantable a la libertad académica y el libre intercambio de ideas”, pero “también exige el máximo respeto por el método científico, la integridad en la realización de la investigación y el reconocimiento de que la validez de cualquier modelo científico sólo se produce como resultado de pruebas de hipótesis racionales, experimentación sólida y hallazgos que otros puedan replicar”. Entonces aclaran: “El departamento, entonces, es inequívoco en su apoyo a la teoría evolutiva, que tiene sus raíces en el trabajo seminal de Charles Darwin y ha sido respaldada por los hallazgos acumulados durante 140 años. El único disidente de esta posición, el profesor Michael Behe, es un conocido defensor del ‘diseño inteligente’. Si bien respetamos el derecho del profesor Behe de expresar sus puntos de vista, son suyos y no están respaldados de ninguna manera por el departamento. Nuestra posición colectiva es que el diseño inteligente no tiene base en la ciencia, no se ha probado experimentalmente y no debe considerarse científico”.

Así y todo, Behe fundó el centro Discovery para propagar su teoría pseudocientífica, centro que tiene un acuerdo con la UPM brasileña, el Discovery-Mackenzie, cuyo coordinador es el ya mencionado Eberlin. Como persona inteligente, Eberlin enturbia la discusión y afirma que “la única forma en que la ciencia puede depurar sus teorías es por medio de la discusión. Cuando surge una teoría científica, todos los científicos deben tratar de derrocarla”. También dice que “la ciencia es la cultura de la duda”. Lo que nunca menciona es que tratar de cotejar una teoría ampliamente respaldada por evidencia, como la de Darwin, con suposiciones sin ningún respaldo, como las del diseño inteligente, no parece ser la forma de depurar una teoría científica ni de enriquecer el debate de ideas.

Falacias

El avance de personas que niegan las evidencias científicas en lugares de tomas de decisiones es algo que ha quedado de manifiesto, por ejemplo, con la postura del gobierno de Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, que niega el cambio climático y se rehúsa a tomar acciones para frenar el calentamiento global. Aquí el problema es un poco más complejo, porque si bien nadie tomaría en serio lo que dice Trump sobre temas científicos, tanto Aguiar como Eberlin y Behe son hombres que hacen ciencia y tienen una notable carrera en ramas como la bioquímica, la espectrometría o la ingeniería eléctrica. ¿Deberíamos prestarles atención cuando hablan de diseño inteligente, dada su carrera científica?

Para responder esta interrogante recomiendo leer la excelente nota de José Prieto publicada en la diaria titulada Vitamina C y ciencia resfriada. Para quienes no tengan tiempo de leer la nota, va el resumen: el químico Linus Pauling, único científico hasta ahora que ganó dos premios Nobel no compartidos, en la década del 60 del siglo pasado fue un de los defensores de que tomar vitamina C hacía que los resfríos duraran menos y en 1971 publicó un libro de divulgación titulado Vitamina C y el resfriado común. Que haya ganado dos premios Nobel no impidió que sus afirmaciones fueran sometidas a prueba, y hoy la ciencia afirma que tomar suplementos con vitamina C no es, para la población general, una forma de prevenir el resfrío ni, una vez contraído, un tratamiento eficaz.

Sostener que la teoría de diseño inteligente debe ser tenida en cuenta porque un excelente científico en el campo de la espectrometría de masa afirme que la célula es demasiado compleja como para que haya evolucionado y, por tanto, hay un diseñador inteligente detrás de eso, es una falacia que se conoce como argumento de autoridad (en latín, argumentum ad verecundiam). En este tipo de falacia, el peso de la afirmación está en que quien lo dice es una autoridad en alguna materia y no en la calidad de la prueba del argumento. La teoría del diseño inteligente no es científica porque unos pocos científicos la sostengan o porque una universidad religiosa dé cursos sobre ella: deberá basarse en evidencia, someter sus hipótesis a prueba y lograr el respeto de la comunidad científica. Tampoco será una teoría científica si se confirman los peores temores y desde la Capes Aguiar comienza a usar la máquina de Estado para financiar su divulgación.

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