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Con Adriana Chiancone, autora de La creación de la Facultad de Ciencias

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Al leer el libro queda claro que este proceso implicó el trabajo de mucha gente durante mucho tiempo

Es un largo proceso en el que primero el tema tiene que ser percibido como un problema en la sociedad. Luego, un grupo de actores tiene que llevar adelante esa propuesta, tiene que definir estrategias, como por ejemplo convencer a grupos políticos, tiene que lograr financiamiento y un largo etcétera. Cuando todo ese conjunto de pasos se fueron dando empezó propiamente la creación de la institución: no fue una definición de un día para otro. Lo que traté de mostrar es cómo se estaba dando ese proceso, no exento de disputas, entre los distintos actores y sus distintas posiciones. Intenté documentar también, valiéndome del riquísimo acervo de los archivos de la Universidad, ese trabajo de mucho tiempo y de muchísimas horas de discusión entre todos los investigadores que participaron en las distintas comisiones. Fue un trabajo muy extenso, sostenido en el tiempo y de muchísimo compromiso, con figuras muy importantes, como Mario Wschebor, Mario Otero, el rector de ese momento, Samuel Lichtensztejn, José Luis Massera.

Otra figura importante en esta gestación es el Pedeciba.

El antecedente del Pedeciba es crucial para la creación de la Facultad de Ciencias. Es una institución muy exitosa y que tuvo el mérito o la suerte de haber sido creada en el contexto de fines de dictadura. Ya en 1983 empezaron las reuniones para su creación. Esa salida de la dictadura, en la que lo importante era llegar a consensos hacia un objetivo común, a veces matizó o disminuyó los disensos. El Pedeciba, que empezó a funcionar en 1986, fue un ejemplo y un antecedente muy importante para la Facultad de Ciencias. De hecho, en otras áreas, como las ciencias sociales, se habló de un Pedeciso, que nunca llegó a consolidarse, como también se habló de un Pedeagro para agronomía.

En el libro hay una foto de 1986 en la que se ve, en un clima distendido, a Enrique Iglesias, presidente del BID, al rector Lichtensztejn, a Massera, y al embajador de Cuba .¿Esa época posdictadura también puede haber influido en que se pensara algo tan ambicioso como una Facultad de Ciencias?

Sí, sin duda. El objetivo de integrar esa foto era mostrar cómo estas personalidades interactuaban permanentemente. Estas alianzas, estas negociaciones para que se concretara una política pública, eran fundamentales. Confieso que abordé el período cronológico hasta 1990 y no seguí más adelante porque el concurso de la Anciu apuntaba al período 1985-1990. Por ejemplo, yo había hablado con una persona que había trabajado con Iglesias para que me diera más datos sobre la gestión del préstamo y otros aspectos, pero con la indicación del tribunal de que teníamos que remitirnos a ese período, el libro llega hasta 1990, que en realidad es cuando en los papeles se crea la Facultad de Ciencias.

Ese corte temporal también afecta otros asuntos que podía haber abordado el libro.

Así es. Por ejemplo me han preguntado por qué no hice una evaluación de cómo funcionó la facultad, de sus aciertos y desaciertos. Pero esa es otra investigación, y ciertamente está por fuera de los límites del concurso que había planteado la Anciu.

Sin embargo, hay algo en lo que fallaste con mucho éxito dentro de esos límites temporales del concurso que respetaste. Si bien el libro trata sobre cómo se llevó adelante la Facultad de Ciencias, es imposible no leerlo comparando lo que pasó en ese período con lo que sucede hoy.

Como dice Ehrlich en el prólogo, esto es el inicio “de lo que se espera sea una colección de libros de referencia para la ciencia nacional”. El objetivo es hacer una colección que aborde la problemática científico-tecnológica de Uruguay. Ahora, con la pandemia, se habla mucho más de la ciencia, pero es un tema que en general la sociedad uruguaya no conoce mucho. Me alegra que veas que pasado y futuro están tratados en el libro.

Si bien la concreción de la Facultad de Ciencias es consecuencia de un trabajo colectivo, otra sensación que deja el libro es la tarea titánica de Wschebor.

Sí, fue una labor titánica. Quiero rescatar, de todas formas, lo que sucedió con las jornadas de discusión de la Universidad que se llevaron a cabo en la colonia de vacaciones de Solís. Allí hubo mucha gente, mucha más de la que nombro en el libro. La Universidad se estaba pensando, y el rector Lichtensztejn se puso el tema al hombro. Wschebor, que era su asistente académico, hizo un gran trabajo, pero sin el apoyo del rector ese gran trabajo no hubiera sido viabilizado. El volumen de archivos que generaron las distintas comisiones da cuenta del trabajo increíble que realizaron, y especialmente del trabajo de Wschebor. En un momento del libro cito un discurso que dio cuando se inauguró el edificio en Malvín Norte, y en la claridad de los conceptos sobre distintos temas, sobre la ética del investigador, sobre el compromiso hacia los investigadores jóvenes, se nota que era una persona que tenía una gran claridad sobre los temas medulares, a la que se sumaba una capacidad de trabajo y un compromiso increíbles.

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