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Ariel Castro, Rodrigo Arim y Eduardo Marchesi, el 28 de noviembre, en la Facultad de Agronomía.

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Eduardo Marchesi, botánico “custodio de la flora uruguaya”, recibió el honoris causa de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República

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Curador del herbario de la Facultad de Agronomía por más de medio siglo y autor de media centena de artículos científicos, Marchesi hizo crecer una colección de referencia local e internacional al servicio de agrónomos, botánicos, biólogos y ecólogos y ha realizado importantes aportes que expandieron el conocimiento sobre la biodiversidad del país y de la región.

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En un día en el que el sentimiento de pertenencia a este pedazo de planeta y sus habitantes que llamamos Uruguay estaba marcado por el encuentro entre la selección celeste y el conjunto de Portugal, la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República (Udelar) organizaba una ceremonia de reconocimiento a la fabulosa y prolífica labor de un investigador que ha convertido tantos goles botánicos como para liderar cualquier estadística de figuras de la biodiversidad vegetal.

Si lo que nos lleva a alentar a la selección es cuánto apreciamos a este pedacito de tierra al que llamamos nuestro, el homenajeado hace más de medio siglo que viene haciendo contribuciones para entender qué germina en esa tierra. Porque el naturalista Eduardo Marchesi, curador desde 1964 del Herbario Bernardo Rosengurtt de la Facultad de Agronomía de la Udelar, no sólo ha ayudado a conocer mejor nuestra flora, sino que ha colaborado a formar a varias generaciones de investigadores e investigadoras en el área. Y su ferviente actividad no ha cejado ni un ápice en estas más de seis décadas.

Por ejemplo, en abril de este año se reportó por primera vez para Uruguay la presencia de la astrácea Dasyphyllum spinescens, una planta de una hermosa y compleja flor amarilla que ahora tiene en la Sierra de los Ríos, en Cerro Largo, su límite de distribución sur en el continente. El trabajo científico que la reporta fue liderado por Cristina Trujillo, del Laboratorio de Botánica de la Facultad de Agronomía, y sus dos colegas del mismo laboratorio, María Valtierra y... el hoy homenajeado Eduardo Marchesi.

En el caso de Dasyphyllum spinescens se trataba de la presencia en el país de una planta ya conocida para la ciencia. Pero, por ejemplo, en enero de 2021, se reportó una nueva especie de planta de carqueja que no se conocía ni aquí ni en ninguna parte. Se la nombró Baccharis rectialata y fue reportada nuevamente por investigadores del Laboratorio de Botánica de la Facultad de Agronomía, en este caso Victoria Valtierra, Mauricio Bonifacino y... el hoy homenajeado Eduardo Marchesi (con colaboración de Gustavo Heiden, de Embrapa, Brasil). En este caso el hallazgo de la especie tuvo un atractivo extra para el trabajo que Marchesi y sus colegas llevan adelante en el Herbario de la Facultad de Agronomía: la nueva especie se identificó a partir de muestras de carqueja depositadas en la colección que tenían características particulares y que no habían sido asignadas a especies conocidas.

Dado que las colecciones, además de los ejemplares, tienen la información de dónde se colectaron, los investigadores fueron hasta las zonas de colecta para ver a la planta vivita y coleando o, mejor dicho en este caso, vivita y aleteando, porque justamente una de sus características es que las “alas” características de la carqueja son muy rectas (de allí el nombre escogido rectialata, que significa justamente “ala recta”).

Se trata sólo de dos ejemplos recientes del trabajo de Marchesi como investigador y de la importancia de la colección científica que está a su cargo. Prueba de su gran valor para el conocimiento de nuestro país fue que el aula de la Facultad de Agronomía estaba casi repleta pese a que la ceremonia de entrega del título de doctor honoris causa comenzaba a escasos 120 minutos de que la selección celeste jugara un partido decisivo. Y si bien no es la intención hacer ahora un spoiler, el respeto por la labor intelectual de Marchesi, así como el afecto generado por su forma de ser y entregarse a los demás, se vio reflejado en el cerrado aplauso que durante minutos eternos le propiciaron los asistentes.

El primero de Facultad de Agronomía

Tras las palabras del rector de la Udelar, Rodrigo Arim, quien agradeció la invitación que le cursara la Facultad de Agronomía a participar en el reconocimiento al docente y académico, en el entendido de que de esta forma el honoris causa se entrega “desde la Universidad de la República a través de la Facultad de Agronomía”, llegó el turno de que el decano de esa institución, Ariel Castro, tomara la palabra.

“Marchesi es una referencia para muchas generaciones de esta facultad”, señaló Castro, que dijo además que el docente e investigador es responsable del Herbario, “que a esta altura es un trabajo patrimonial ya no solo de esta Facultad sino del país”. Haciendo énfasis en la colección de la que Marchesi es curador desde hace 57 años, Castro dijo que “es una de las grandes joyas” que tienen en esa facultad “y que en cierta medida es nuestra responsabilidad mantener”. Tal vez el homenaje sirva para visibilizar el gran valor de esta colección –sobre el que otros disertantes también harán apreciaciones– más aún cuando los recursos y capacidades locativas están lejos de hacer justicia con los servicios que presta.

Luego, el decano Ariel Castro llamó la atención sobre un punto que generó cierta perplejidad. Si bien la Facultad de Agronomía es una de las más antiguas del país, este es el primer honoris causa que entrega esa casa de estudios. “Creo que está muy bien que empecemos a reconocer a nuestros referentes por tareas, labores y contribuciones destacadas durante muchísimos años”, señaló Castro en su breve y aplaudida intervención, remarcando lo positivo que resulta homenajear “a los grandes, a los que han hecho posible que la facultad sea lo que es, y en el granito de arena que es esta facultad, a que la Universidad de la República sea lo que es”.

Un grande más allá de fronteras

Luego del decano tomó la palabra, por videoconferencia, el botánico argentino Jorge Crisci, de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), quien no pudo participar presencialmente en la ceremonia de homenaje a su “admirado colega y entrañable amigo” por un percance de salud que no le impidió llevarse la primera gran ovación de la jornada.

“Hoy celebramos aquí mucho más que la entrega de una distinción académica. Celebramos a un país, a una universidad, a una facultad y a un maestro inigualable de la botánica de América Latina”, comenzó diciendo Crisci, quien señaló que Uruguay “es un país pequeño en superficie pero rico en coraje, talento y creatividad”, tras elogiar a José Artigas, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Juan Carlos Onetti, Horacio Quiroga, Daniel Viglietti, Jorge Drexler, Jaime Roos, Alfredo Zitarrosa y hasta el fútbol de Uruguay (faltaba poco más de una hora para el amargo trago ante Portugal).

“Pero no sólo el talento, la creatividad y el coraje definen a Uruguay”, apuntó Crisci, quien luego, tras preguntar “¿quién no se ha maravillado con la biodiversidad del país de los pájaros pintados?”, puso como ejemplo las impresiones que esa biodiversidad dejó en Charles Darwin cuando estuvo por estos pagos en 1832 y 1833. Tras elogiar a la Udelar, “ejemplo de excelencia, compromiso social, libertad académica, autonomía de poderes políticos, económicos o fácticos y de una enseñanza de alto nivel, de la que prueba de todo ello es el reconocimiento internacional que esta universidad ostenta”, recordó que en 1906 esa universidad creó la Facultad de Agronomía y Veterinaria.

“Eduardo Marchesi es un genuino producto del Uruguay, de la Universidad de la República y de la Facultad de Agronomía”, prosiguió Crisci, que luego dijo que si lo obligaran a definirlo en una sola palabra escogería “naturalista”, profesión sobre la cual se explayó a continuación. “El eje de trabajo del naturalista se centra en alguna de estas disciplinas: evolución, filogenia, conservación, genética, sistemática, paleontología, ecología, botánica, zoología, etología, fisiología y morfología. En lo personal, el naturalista ama la naturaleza y está fascinado por la diversidad de la vida, al punto de que todos los niveles jerárquicos de la biodiversidad tienen la misma importancia científica para un naturalista”, continuó, para señalar que “Eduardo es un brillante naturalista que se mueve cómodamente en todas las disciplinas mencionadas, pero su hogar natural es la botánica”.

Ya cuando el aplauso maduraba, Crisci siguió con su montaña rusa llevando al auditorio más arriba: “Eduardo es una leyenda en América Latina como conocedor de la flora de América del Sur, y muy especialmente de la flora uruguaya. No existe una especie de plantas de Uruguay que no haya sido visitada en el campo por Eduardo”. Pero Crisci tenía más: “La excelencia de sus tareas de colector y curador del muy valioso Herbario de la Facultad de Agronomía es reconocida mucho más allá de las fronteras del país de los pájaros pintados”, dijo.

“Como científico Eduardo deslumbra por el amor con el que encara su trabajo y por la pasión sin límites con la que lo concreta”, siguió escalando Crisci, quien dijo que el biólogo egresado de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República en 1979 ha hecho valiosos aportes para conocer la biodiversidad, algo que “tienen un enorme valor en la actualidad, ya que la biodiversidad enfrenta una extinción masiva de especies como producto de la actividad humana” y que “los sistemas agrícolas y las bases ecológicas que lo sostienen están amenazados ante esta extinción masiva de especies”. Entonces Crisci señaló que si deseamos un futuro sustentable para la humanidad, hay que conservar la biodiversidad, y para conservarla primero hay que conocerla. “Eduardo es un gran contribuyente al conocimiento y a la conservación de la biodiversidad de América del Sur”, puntualizó.

Parte del herbario en el corredor del primer piso de la Facultad de Agronomía (archivo, marzo de 2019)

Foto: Federico Gutiérrez

“Tan interesante como el detalle de los antecedentes de Eduardo son los singulares rasgos de su carácter, rasgos que lo convierten en un verdadero maestro”, dijo a continuación, señalando que “maestro es quien enseña con el ejemplo una manera de tratar las cosas, un estilo genérico de enfrentarse con el incesante y vasto universo; maestro es quien posee los dones de la generosidad, la justicia, la bondad y la honestidad, quien irradia, simpatía, delicadeza y sentido del humor, quien deleita con su talento, quien más allá de las palabras enseña con su presencia... y ese es Eduardo Marchesi, un maestro”. Crisci se guardaba aún más elogios.

“Como persona Eduardo es la contracara de una época que adora la fama, el dinero y el poder. Conversar con él es como aspirar una bocanada de aire fresco en medio del bochorno, porque en tiempos mayormente cínicos, de solapada crueldad e ideales de confort, Eduardo nos recuerda que una vida digna es posible”, dijo, y los asistentes aplaudimos con ganas y ojos humedecidos. Pero no había terminado. Crisci citó un breve cuento de Galeano de El libro de los abrazos sobre un evangelizador que le hablaba a un indígena de Paraguay, quien tras la perorata señalaba que lo que le habían dicho rascaba donde no picaba. “Eduardo Marchesi, como uruguayo, como egresado de la Universidad de la República, como profesor de la Facultad de Agronomía, como naturalista, como maestro y como persona, siempre rascó muy bien y donde picaba”, finalizó segundos antes de que los aplausos se adueñaran de la sala.

Un gigante que pone el hombro

Hablar luego de Crisci era como salir a tocar al estadio luego del show de Jaime Roos del viernes. Pero cuando la gratitud es grande no hay gestos pequeños. Pablo Armand Ugón, exintegrante del Laboratorio de Botánica, se centró más en hablar de Eduardo Marchesi como persona, y apuntó que “la cátedra de botánica era tanto sinónimo de pasión como de seriedad” gracias a Marchesi y otros docentes que allí trabajaban. “Eduardo fue parte de esa generación de docentes que se partió el alma por nosotros”, apuntó, “una persona generosa hasta el límite con un profundo sentido de humor”.

Por su parte, Pablo Boggiano, del Departamento de Producción Animal y Pasturas, quien destacó la labor de Marchesi no sólo como docente sino por su trabajo de curar y preservar el herbario. “El Herbario de la Facultad de Agronomía, para nosotros como agrónomos, para nosotros como unidad que trabajamos con vegetación y con el campo natural, es la biblioteca. Allí es donde están todos los especímenes a donde nosotros recurrimos para chequear cuando encontramos algo que no conocemos”, señaló. “Es imposible hacer buenos trabajos de vegetación o de campo natural si no hay un profundo conocimiento de las especies. Y para eso precisamos la biblioteca, es decir, el herbario. Y en la biblioteca tiene que haber un bibliotecario, la persona que tiene el material conservado, ordenado y sistematizado para que cuando los ignorantes vamos a preguntar, sea fácil orientar hacia dónde ir”, afirmó Boggiano. “Marchesi fue el referente permanente que uno tenía cuando uno, o los estudiantes de uno, iban al herbario. Y de ahí no sólo te ibas habiendo descifrado el espécimen que tenías, sino que te ibas con ganas de volver”, señaló.

Llegó el turno de Mauricio Bonifacino –quien a lo largo de la jornada ofició además de maestro de ceremonias–, del Laboratorio de Botánica. Bonifacino señaló que el Herbario de la Facultad de Agronomía es “una de las dos principales colecciones de botánica de Uruguay y la que reúne la mayor cantidad de colectas recientes”, una colección “de consulta obligada para cualquiera que estudie plantas que se desarrollen en el Cono Sur”. Ese valor no lo da solamente “la cantidad y representatividad de sus ejemplares, sino que muy fundamentalmente el estado curatorial de los mismos”, por lo que se destaca entonces el trabajo del curador.

“Es justamente ese aporte casi anónimo del curador de herbario al conocimiento de nuestras plantas el que ha permitido que un sinnúmero de generaciones de botánicos nacionales y extranjeros, de agrónomos, zoólogos, bioquímicos, biotecnólogos, fitotecnistas, historiadores, entusiastas de la botánica y una larga lista hayan podido tener el camino más llano y libre de piedras en esa búsqueda constante en saber sobre estos organismos fascinantes de los cuales depende la vida toda en el planeta”, apuntó Bonifacino. “Gracias a la capitalización del saber heredado de sus maestros y de la potenciación del mismo producto de su labor y la sabiduría de este curador que honramos hoy, es que podemos recorrer nuestros pastizales y bosques en este pequeño gran país pudiendo ver más lejos, pudiéndonos hacer muchas más preguntas, más allá de qué es lo que tenemos enfrente, porque el marco de referencia ya fue establecido”, completó. “Eduardo Maerchesi es ese curador, es el gigante sobre cuyos hombros nos apoyamos todos aquellos que trabajamos directa o indirectamente con plantas”, dijo Bonifacino, quien poco antes del aplauso generalizado le agradeció a Marchesi “compartir su tiempo y su sabiduría”.

Un genio que no precisa papeles

Tras los oradores presenciales, un par de comparecencias más por videoconferencia y un emotivo video de los alumnos actuales de Marchesi de la carrera de Paisajismo del CURE de Maldonado, llegó entonces el turno de hablar al homenajeado. Las razones para aplaudirlo de pie sobraban. Pero si Crisci lo había puesto en la cima, Marchesi fue aún más arriba precisamente al quitarle importancia a todo lo anterior.

“¿Ahora es cuando digo los disparates, no?”, alertó tras dar las gracias a todos los presentes. “Todos ustedes han dicho mucho más de lo que valgo”, señaló con una voz serena que no lograba ocultar la emoción. “Se creen que valgo más. Yo conozco mis defectos, ustedes capaz que no”, bromeó. “La razón por la que llegué hasta acá es porque soy un cabeza dura e hice toda la vida lo que me gustó hacer. Alguna vez encontré gente más loca que yo, que me pagó por hacer lo que me gustaba”, articuló antes de una risa que cabalgó estridente entre palmas.

Eduardo Marchesi recibe el reconocimiento honoris causa, en la Facultad de Agronomía (28.11.2022).

Foto: .

“Siempre hice lo que yo entendía que tenía que hacer, ya sea dentro o fuera de la facultad, con facultad en buen estado o con facultad intervenida”, señaló antes de dar paso a otro de los grandes puntos altos de la jornada. “Cuando la facultad estaba intervenida no nos fuimos, porque el herbario podía acabar en una fogata”, confesó al hablar de los duros años de intervención durante la última dictadura. “Los estudiantes nos agradecieron siempre no habernos ido, porque decían que así tenían un punto de comparación entre lo que recibían de algunas cátedras y lo que recibían de los que nos habíamos quedado”, apuntó Marchesi.

“El primer gran reconocimiento que recuerdo fue cuando en 1982 me quisieron echar por tener la famosa letra C [de Fe Democrática, una categorización dada por el gobierno dictatorial]. Los estudiantes juntaron unas 800 firmas pidiendo que no se me cesara. Eso para mí es un reconocimiento casi al mismo nivel que este que me hacen hoy”, enfatizó para dar paso a una nueva tanda de emocionados aplausos. “Tampoco me la creo. Esto del título es un papelito como todos los títulos. Es un reconocimiento que les agradezco a todos, pero no se me hincha el traste con esto”, volvió a bromear.

“Como les digo a mis estudiantes de Maldonado, en este país es facilísimo ser el primero porque en muchas áreas no hay nadie. O si hay son dos o tres, por lo que no es tan difícil ser el primero entre tres”, dijo Marchesi ya completamente cómodo. “Lo único que hay que tener es el raye mental para dedicarse a lo que uno le gusta toda la vida sin importar lo que pase alrededor”, recomendó. “Podría decir muchos disparates más, pero mejor no sigo porque si no se pierden el partido”, cerró finalmente, antes de que todos los presentes nos paráramos y lo aplaudiéramos una vez más durante largos minutos.

La Facultad de Agronomía y la Universidad de la República entonces culminaban la ceremonia de entregarle a Eduardo Marchesi su título honoris causa. Marchesi se empeñaba en mostrar que la genialidad y la pasión por compartir el conocimiento rebasan cualquier titulación administrativa. Pero así como Marchesi cura el herbario de su facultad desde 1964, hacemos bien en curar a aquellos que nos hacen mejores y nos ayudan a construir una mejor sociedad. Felicitaciones a todos quienes estuvieron detrás de este reconocimiento.

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