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Despliegue de cámara submarina. Foto: Informe Talud Continental de Uruguay - National Geographic Pristine Seas.

Filmando sobre mojado: el reporte de National Geographic sobre el talud continental de Uruguay

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Más allá de las repercusiones mediáticas y bellas imágenes, la expedición extranjera, que no coordinó su trabajo con la comunidad científica de Uruguay, generó escaso conocimiento nuevo y comunica cosas que ya se sabían sobre la zona.

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Leído por Mathías Buela.
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El 6 de setiembre representantes del proyecto National Geographic Pristine Seas (Mares Prístinos, de la popular Sociedad National Geographic) se reunieron con el presidente Luis Lacalle Pou para, según reporta el blog de la organización, “entregarle dos informes científicos que recomiendan la creación de nuevas áreas marinas protegidas en el mar uruguayo”.

“El primer informe se basa en una expedición que tuvo lugar en marzo de 2021 en una colaboración entre National Geographic Pristine Seas y la Armada Nacional de Uruguay a la zona del talud continental a 100 millas de la costa uruguaya”, dice la nota en la sala de noticias del portal de National Geographic. “El segundo informe presenta los hallazgos de una expedición a la Isla de Lobos frente a Punta del Este”.

Como informara la diaria Maldonado en diciembre de 2021, la comitiva de la sociedad extranjera había comenzado sus operaciones en nuestro país en marzo de ese año, contando para ello con la ayuda del buque ROU23 Maldonado de la Armada y también de las ONG Organización de Conservación de Cetáceos (OCC) y Océanos Sanos. A fin de año daban por terminadas sus investigaciones en una expedición que catalogaron como “muy exitosa, difícil y satisfactoria”.

En su momento había llamado poderosamente la atención que la comunidad científica local no hubiera participado en un proyecto que pretendía hacer investigación y que se había anunciado con bombos y platillos. Más extraño resulta aún por el hecho de que la Sociedad National Geographic realiza llamados para financiación todos los años a los que se presentan -y ganan frecuentemente- varias investigadoras e investigadores del país, por lo que deberían contar con una nada despreciable red de contactos. Tampoco debería ser muy difícil para una organización como esa hacer una rápida búsqueda en la literatura científica para detectar quiénes son y dónde están las investigadoras e investigadores del país que vienen generando valioso conocimiento sobre nuestros mares y océanos. Pero volvamos a lo que sí se hizo y no a lo que debieron haber hecho.

En el sitio de National Geographic se sigue relatando el encuentro con Lacalle Pou, ahora citando a la ecóloga marina Whitney Goodell, de Pristine Seas: “Los países de todo el mundo están tratando de proteger sus ecosistemas marinos, y Uruguay puede dar un gran ejemplo creando áreas marinas protegidas en sus aguas cercanas a la costa y en la zona oceánica. Estos informes recientes ponen de manifiesto que Uruguay cuenta con recursos marinos ricos y diversos, únicos respecto a otras regiones, y que debe tomarse medidas para mantener la salud de estos ecosistemas en el futuro”.

La nota finaliza diciendo que “National Geographic Pristine Seas presentará estos informes a las instituciones nacionales y a la comunidad científica” y que también “está produciendo un documental sobre sus expediciones en Uruguay y los esfuerzos para proteger su océano”.

Intrigados entonces por estos informes que aportan información nueva y relevante, tanto que serían capaces de convencer al presidente de lo imperioso de la instrumentación de dos áreas marinas protegidas en los dos lugares donde anduvieron arrojando sus equipos, no podíamos aguardar a leerlos. la diaria accedió finalmente a uno de estos dos informes. Tras leerlo queda la sensación de que en lugar de haber generado valiosa información sobre el talud continental, en realidad lo que sucedió fue lo contrario: National Geographic fue hasta allí a tomar lindas imágenes de video porque justamente ya había valiosa información generada sobre el lugar durante décadas de trabajo arduo, lleno de contratiempos y, obviamente, de muy bajo perfil.

Tan es así que los dos lugares donde National Geographic Pristine Seas propone la creación de las áreas marinas protegidas no sólo ya han sido propuestos con anterioridad, sino que vienen siendo estudiados desde hace tiempo y, recientemente, se ha creado un grupo dentro del Ministerio de Ambiente para trabajar en el estudio de esas y otras zonas como lugares de interés para la conservación. Como dijo una fuente que trabajó en la escritura de estos documentos, al ser consultada para esta nota, es bienvenida cualquier iniciativa que le dé visibilidad al tema de las áreas marinas protegidas y a la biodiversidad de nuestros mares. Lo que parece haberse quedado corto aquí es justamente la pata científica: si bien nadie duda de que National Geographic habrá generado hermosas imágenes, de allí a presentar el resumen de sus actuaciones como “dos informes científicos que recomiendan la creación de nuevas áreas marinas protegidas en el mar uruguayo” hay un gran trecho. Veamos.

Cerca del talú

El informe titulado “Talud continental de Uruguay. Biodiversidad marina y recomendaciones para su conservación” está firmado por Whitney Goodell, Alex Muñoz, Chris Thompson y Enric Sala de Pristine Seas, Andrés Estrades de Karumbé, ONG uruguaya dedicada a las tortugas marinas, Andrés Millesi, y Sebastián Horta, del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) y que formara parte de la partida de exploración a bordo del ROU Maldonado como observador del Ministerio de Ambiente.

Allí rápidamente se define el proyecto: “National Geographic, a través de su iniciativa Pristine Seas, se dedica a explorar, documentar y ayudar a proteger los últimos lugares prístinos o en buen estado de conservación en los océanos del mundo”. Luego relatan que “en marzo de 2021, en colaboración con la Armada Nacional de Uruguay, organizaciones de la sociedad civil como la OCC, Karumbé y la supervisión de instituciones del gobierno uruguayo”, entre ellos el Servicio de Oceanografía, Hidrografía y Meteorología de la Armada, la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara) y el SNAP, “realizaron una expedición científica a la zona del talud continental uruguayo con el objeto de recabar información sobre este ecosistema marino, sus especies y posibles amenazas”.

¿Qué es el talud continental? Donde termina la plataforma continental, con aguas que rondan profundidades de unos 200 metros, comienza esta zona de transición, con pendientes bastante pronunciadas, que dan paso a las profundidades oceánicas propiamente dichas, que rondan los 4.000 metros. Como dicen en el reporte, “es un área de relevancia ecológica debido a los procesos oceanográficos que se generan y por su importancia para procesos como la cría, reproducción y alimentación de la fauna que habita los márgenes continentales”. Bien, hacer ciencia allí debe ser interesantísimo. Sin embargo, cuando vamos a ver qué ciencia se pretendía hacer, las cosas son un poco menos majestuosas. Pero, antes de eso, recordemos el objetivo del reporte entregado a Lacalle Pou: “El presente informe describe los principales hallazgos de dicha expedición, compila de la literatura científica disponible sobre las especies encontradas y realiza recomendaciones para la conservación y manejo de esta área marina”.

Parados sobre hombros de sacrificados gigantes

“Uruguay ha logrado importantes avances en materia de conservación de los ecosistemas terrestres y ha implementado medidas de protección que mitigan las presiones de las actividades antrópicas sobre la flora y la fauna”, comienza diciendo el capítulo introductorio del informe, y uno tiene que releer el párrafo para ver si de verdad una organización tan prestigiosa como National Geographic está diciendo eso sobre la difícil situación de nuestro país. Nada dicen respecto de que el mínimo porcentaje de superficie terrestre abarcado por nuestras áreas protegidas terrestres nos llevan a estar últimos en los rankings de América (el país se fijó como objetivo tener 17% de su superficie bajo alguna protección al suscribir las Metas Aichi de la Convención sobre Diversidad Biológica 2011-2020 y aún no ha alcanzado ni 2%).

Más allá de esta visión extraña, ese inicio del primer párrafo debe estar allí sólo a efectos de catapultar el siguiente: “Sin embargo, los esfuerzos de conservación en los ambientes marinos se han quedado en segundo plano con respecto a los ambientes terrestres; sólo seis de las 17 áreas protegidas presentan una porción marina, pero se encuentran restringidas a la costa”, dice luego el documento. Está bien: en áreas marinas estamos peor que en áreas terrestres, pero eso no hace que estemos ni cerca de haber implementado “medidas de protección que mitigan las presiones de las actividades antrópicas sobre la flora y la fauna”.

Luego el capítulo comienza a reseñar la información que se tiene sobre la zona donde venían a realizar investigación científica con el objetivo de elaborar un informe para establecer zonas de protección. Así nos enteramos de que los arrecifes de coral que tenemos en el talud vienen siendo estudiados desde hace siglos, con registros que se remontan a barcos británicos que los recolectaron en 1876, o trabajos que tienen una década, como el de Alvar Carranza y colegas, mediante una investigación en cooperación con España, que han detallado 17 montículos conformados por estos arrecifes compuestos por la especie Desmophyllum pertusum, los arrecifes de coral más al sur conocidos hasta la fecha en el Atlántico occidental.

Coral de la especie Lophelia pertusa estudiado hace 20 años por Carranza y otros investigadores. Foto: Alvar Carranza et al, 2012.

También nos enteramos de que, gracias al trabajo de años de varios investigadores, hay allí en nuestro talud “cañones, elevaciones y cráteres submarinos” que alojan una gran biodiversidad de organismos marinos. Por ejemplo, en 2015 investigadores extranjeros y de Ancap identificaron “siete sistemas de cañones en el talud continental de Uruguay”, y otros hicieron topografía de cañones, lugares de interés por el ascenso y descenso de agua y nutrientes, que se encuentran en el talud a la altura de Punta del Diablo, Cabo Polonio, La Paloma (donde anduvo National Geographic), José Ignacio, Piriápolis y Montevideo.

Y lo mismo sucede con otra gran cantidad de información: leyendo los datos que citan de la bibliografía sobre pesquería, aves marinas (38 especies registradas en aguas uruguayas, 11 de ellas bajo algún tipo de amenaza), tortugas marinas (andan por nuestras aguas cinco de las siete tortugas marinas del mundo), mamíferos y varias especies de tiburones (en nuestras aguas hay un punto caliente de diversidad de mantarrayas, rayas y tiburones), y un trabajo de 2016 realizado por técnicos del Ministerio de Amiente, queda claro que ya sabíamos que el talud continental era un sitio de gran importancia para la biodiversidad. De hecho, por eso mismo se había propuesto crear un área marina protegida con el nombre “Talud Uruguayo”.

Aun así, por más que se tenga alguna información, nunca está de más tener más. De hecho, nos falta conocer mucho sobre nuestros mares y océanos. Gran parte del conocimiento que tenemos no fue creado específicamente buscando conocer nuestra biodiversidad y la salud de nuestros ecosistemas marinos, sino como consecuencia de investigaciones llevadas adelante para trabajos sobre la explotación de recursos naturales, más que nada la pesca. ¿Tiene National Geographic Pristine Seas información científica relevante para aportar? ¡Bienvenida sea! ¿Qué equipamientos trajeron para recolectar datos? ¿Cuál es el diseño experimental? ¿Con qué expertos locales discutieron la mejor forma de llevarla a cabo?

Sonríe, te estamos filmando

Una imagen vale más que mil palabras. Y las de los documentales de NatGeo (como se abrevia National Geographic) son excelentes. Sin dudas una buena imagen puede servir para hacer ciencia, pero casi nunca una imagen es suficiente. Veamos en qué consistió la investigación científica realizada en nuestro talud continental por Pristine Seas.

“El objetivo fue realizar estudios científicos mediante el uso de cámaras pelágicas y cámaras de profundidad sobre este ecosistema marino, sus especies, e identificar amenazas posibles. Con esto, la información generada podrá ser utilizada como insumo dentro del proceso de evaluación de la propuesta para la creación de un área marina protegida presentada al gobierno de Uruguay”, dicen en el trabajo.

Las cámaras de profundidad se tiraron en seis sitios de entre 165 y 1.326 metros de profundidad. Son maravillosas y pueden operar hasta a unos 6.000 metros de profundidad. Su idea era dejarlas filmando durante lapsos de entre dos y cinco horas y luego contar las especies que habían aparecido. Nadie desdeña el trabajo científico que se pueda hacer usando cámaras trampa -de hecho aquí hemos reseñado estupendas investigaciones realizadas con cámaras colocadas en bosques y otros lugares-. Sin embargo, hacer un gran trabajo con cinco intentos con una cámara... ya es ciencia de otro costal.

Las cámaras pelágicas se utilizaron a profundidades menores, y gracias a su diseño permitían obtener alguna información extra, como estimar el tamaño de los animales que se acercaran a los cebos que les colocaban. En ciencia ver es importante. Grabar en video es fascinante. Sin embargo, a la hora de compartir los resultados, el informe de NatGeo es bastante escueto. “Esta fue una expedición exploratoria y proporcionó información básica respecto a ecosistemas de los que se conoce poco”, abren el paraguas en el informe. No debe confundirse “información básica” con “ciencia básica”: aquí información básica en realidad implica más bien algo así como “poca información no muy relevante científicamente”.

De los seis intentos con la cámara de profundidad, uno no produjo “imágenes satisfactorias”. De los exitosos dos se realizaron el 22 de marzo, dos el 23 de marzo (llegando ahí a los 1.326 metros) y otro al día siguiente. Todos los animales registrados en estos videos con imágenes de no muy buena calidad –“debido a la gran cantidad de sedimentos y a la consiguiente retrodispersión de la luz, la calidad de la imagen fue deficiente”– ya habían sido reportados para la zona en trabajos previos. Se vieron cangrejos rojos, atunes, y merluzas, entre otros. La baja calidad de las imágenes obtenidas no les permitió “obtener métricas de abundancia relativa, que requieren poder determinar visualmente el número máximo de individuos dentro del marco de la cámara al mismo tiempo”.

Tan poco impactante es lo que filmaron, que en el informe destacan que “Pristine Seas nunca había grabado atunes con los sistemas de cámaras de profundidad”. Bueno, los felicitamos. Pero un informe científico debería tener más cosas jugosas que la primera vez que les pasa algo a los investigadores, ¿n0?

Con las cámaras pelágicas la cosa anduvo un poco mejor. Al menos para la calidad de las imágenes. También se colocaron en cinco sitios diferentes, registrando “13 taxones de tiburones, peces y tortugas, pertenecientes a nueve familias”, entre ellos dos especies de peces luna, tiburón azul, tortuga cabezona, una raya, un tiburón martillo y un atún de aleta amarilla. Nuevamente, ninguna de las especies encontradas sorprendió a nadie.

Los arrecifes de coral, por su parte, no quedaron registrados en ninguna de las distintas excursiones de las cámaras.

¿Y entonces?

El trabajo luego tiene un apartado de discusión en el que, por ejemplo, dice que “la zona del talud continental uruguayo posee un alto valor ecológico que justifica su protección. La presencia de arrecifes de coral que constituyen un ecosistema marino vulnerable, especies de tiburones y tortugas con graves problemas de conservación y de peces pertenecientes a poblaciones sobreexplotadas requieren el establecimiento de un área marina protegida estricta sobre este valioso y frágil ecosistema marino”. Todo eso es cierto. Pero también es cierto que todo eso ya se sabía antes de la llegada de esta expedición.

Lo mismo sucede cuando dicen que “las especies de tiburones encontradas están clasificadas como amenazadas o en peligro crítico, y en consecuencia requieren medidas de conservación estricta. Especies de tortugas marinas están en estado vulnerable. Pesquerías como las que capturan Merluccius hubbsi (merluza) están en constante declive y requieren también medidas efectivas que permitan su recuperación”. Nada de eso se desprende de esta investigación, o, mejor dicho a esta altura, de este rodaje submarino.

¿Aportó la expedición información nueva para tener mejores criterios a la hora de establecer un área protegida marina en el talud continental? El informe es sincero, no afirma eso en ningún momento. Fieles a su razón de ser como organización que defiende la creación de estas áreas, el informe hace varias recomendaciones.

La primera de ellas es “considerar la creación de un área marina protegida en la zona del talud continental uruguayo”. La recomendación es fácil de aceptar: el Ministerio de Ambiente y varios investigadores vienen trabajando sobre ello hace tiempo.

Luego recomiendan “continuar los estudios científicos en la zona del talud continental uruguayo”. La recomendación es excelente... siempre y cuando se refiera a otro tipo de investigación más profunda, con un mejor diseño experimental y con mayor participación de la comunidad científica local, que generó toda la información que usufructuaron. Aquí sí no son muy ponderados: “La expedición de marzo de 2021 y las metodologías utilizadas han brindado valiosa información que aporta al conocimiento de las comunidades biológicas de esta importante área ecológica”, dicen en el reporte. Sí están más ajustados a los hechos cuando dicen que “el registro visual de estos ambientes es novedoso para las aguas uruguayas”. También agregan que “sería beneficioso expandir esta exploración a otras partes del área, usando además otras herramientas científicas, como vehículos operados a distancia”. ¡Fantástico! Tráiganlos y si hacemos un llamado a investigadores, seguro sabrán sacarles provecho.

Pasado el darse para adelante necesario para este tipo de expediciones, vuelven al tono más llano: “A pesar de existir espacios de conocimiento científico que llenar, la evidencia existente permite recomendar el establecimiento de un área marina protegida en esta zona”. Como dijimos, esa evidencia estaba antes de que se realizara la expedición National Geographic Pristine Seas en el talud uruguayo.

“El seguimiento y monitoreo científico será clave para documentar la efectividad de una eventual área marina protegida en esta zona, especialmente los aumentos en la presencia de especies amenazadas y la recuperación en las poblaciones de especies de importancia comercial”, señalan luego. Tendremos tiempo por delante como para pensar, desarrollar e implementar tales formas de monitoreo. Y tal vez en esa ocasión la voz de la comunidad científica local tenga algo relevante que aportar.

Terminado de leer el informe, da la sensación de que la expedición filmó donde ya estaba mojado. Lejos de hacer un aporte científico valioso para saber más sobre nuestro talud continental, parece haber sucedido lo contrario: lo que ya sabíamos sobre nuestro talud permitió que National Geographic se llevara unas lindas imágenes y un motivo para, con toda razón y buena intención, apoyar áreas marinas protegidas que hace tiempo vienen siendo pensadas y soñadas por referentes locales de la ciencia y la conservación. Si el presidente quiere, tiene más y mejor información que la presentada en este reporte, tanto en el Ministerio de Ambiente, como en la Dinara, la Universidad de la República y otras instituciones que forman el rico entramado de la ciencia de este país.

Informe: “Talud continental de Uruguay. Biodiversidad marina y recomendaciones para su conservación”
Publicación: National Geographic Pristine Seas (setiembre 2022)
Autores: Whitney Goodell, Alex Muñoz, Andrés Estrades, Sebastián Horta, M Silvera, Chris Thompson, Andrés Milessi y Enric Sala.

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