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Los directores Manuela López y Exequiel Caldas en rodaje.

Foto: Atenea Colectivo Films

Con los directores de la serie Hábitat: “Es tiempo de voltear la mirada antropocéntrica”

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Manuela López y Exequiel Caldas son los guionistas y directores de Hábitat, serie documental sobre naturaleza que estrena TV Ciudad. Tan unidos están tras el rodaje, que al contestar estas preguntas por escrito prefirieron no diferenciar qué parte contestó cada uno.

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¿Qué los llevó a querer registrar la naturaleza, primero en el corto Vuelvo al sur y luego en esta serie documental?

El documental Vuelvo al sur, que constituye el punto de partida para la serie, se hizo en el marco de las investigaciones hechas por el biólogo Joaquín Aldabe. Destaca la importancia de mantener y ampliar las áreas protegidas de nuestras lagunas costeras para conservar el hábitat de dos especies de aves migratorias que eran el objeto principal de estudio de Joaquín.

Creemos que existe una enorme brecha entre nuestro medio y el conocimiento que tenemos de él, algo heredado cultural y socialmente. Al igual que nos pasaba a nosotros, muchas personas tienen un desconocimiento total sobre las especies con las que cohabitamos.

De esa necesidad de aportar a disminuir esa brecha, y de la pasión que despiertan esos momentos (y que fue in crescendo), nace Hábitat.

¿Por qué eligieron ese nombre, cuando en realidad la división de capítulos no se da por hábitat sino más bien por los animales que los protagonizan?

No queríamos que los capítulos hablaran solamente de una especie, sino ver a los protagonistas como parte de un todo, un espacio, sin necesidad de determinarlo geográficamente de forma específica y que dé cuenta del rico patrimonio natural que tenemos. Hábitat es el territorio en donde todo está conectado. Queremos mostrar a los protagonistas y su hábitat, pero además adentrarnos en las connotaciones culturales con las que cargan las especies, lo que podrían significar para distintas culturas, con qué están relacionadas, etcétera. Nuestro Hábitat es nuestra tierra y las especies que habitan en ella.

¿Hicieron la selección de animales o temas en los que querían centrarse antes de filmar, o fueron encontrando a los protagonistas luego de salir al campo?

Todo se fue dando en un proceso largo y cambiante. No hubo un criterio de selección específico, como consecuencia de una decisión rígida, sino que fue parte de un proceso guiado por nuestro sentir en el que está presente lo científico, lo artístico y lo histórico.

El episodio “Cría cuervos” fue primero pensado como un cortometraje. El origen de los términos comunes de las aves nos parece muy interesante porque nos habla del pasado, de nuestra historia. Que se les llame cuervos en Uruguay, a pesar de no tener ningún vínculo con el cuervo europeo nos marcó un eje histórico [la conquista]. Por otro lado, la visión europea del ave como “pájaro de mal agüero” nos llevó a una dimensión artística que apuntaba a jugar con lo terrorífico y lo bello, donde confluyen referentes como Carlos Saura, Edgar Allan Poe y Jess Franco y, por último, está el aspecto científico que pretende aportar a una discusión que se había instalado sobre el cómo deberíamos llamarlos. Fue uno de los primeros capítulos definidos. Esos ejes marcaron luego el resto de los capítulos.

Lo que sí sabíamos era que íbamos a visitar la mayor parte de áreas protegidas, y otros espacios de importancia, que pudiéramos, y nos íbamos a empapar de material. A su vez, había una gran variedad de especies que no podían faltar: el venado de campo, el urutaú, las lechuzas, las ballenas y tortugas, entre tantas otras, junto a grandes temas como la conservación, cosmovisión, etcétera.

¿Qué especie, episodio o secuencia les resultó más desafiante de filmar?

Para el capítulo “Cría cuervos” resultaba imprescindible registrar la cría de alguno de ellos. Lo que no sabíamos era lo difícil que sería encontrarla. La mayoría de los guardaparques de las áreas protegidas nunca habían visto una. Desde el primer momento solicitamos a todos ellos y a los guías locales que estuvieran atentos. Luego de dos años de espera y a punto de modificar nombre y guion del capítulo, recibimos una llamada de Iván Muraña, de la reserva Jual Bilú, que los había encontrado. Fue un desafío y a la vez una belleza filmarlos.

Respetando sus tiempos y la distancia fuimos registrando el proceso a lo largo de tres meses. Resultó ser una vivencia inolvidable que reafirmó el capítulo que teníamos pensado. De no haber sido por Iván y también por Federico Calavia y tantos otros que colaboraron en este proyecto, no hubiéramos logrado esta ni otras secuencias importantes de la serie.

Iván nos llevó por lugares increíbles hasta que, trepando la ladera de un cerro, llegamos a ver lo que hacía tanto tiempo veníamos buscando: un urubú, o cuervo de cabeza negra, con dos crías recién nacidas. Es indescriptible la emoción que sentimos.

La serie registra en cámara comportamientos de varias especies de fauna nativa. ¿Destacarían alguna escena especialmente o hay alguna que los haya sorprendido?

Varias. Por ejemplo, los ataques que reciben las rapaces por parte de otras especies de aves, especialmente las tijeretas y los teros, la forma de cazar de la garza amarilla, que parece una danza, los sapitos de Darwin durante el apareamiento.

La búsqueda del urutaú fue un documental en sí. Contactamos a varios especialistas en el litoral y finalmente fuimos a buscarlo a los esteros de Farrapos, con Raúl Chumillo y César Pérez como guías, y acampamos a orillas del Uruguay. Estábamos casi fuera de temporada y las expectativas de encontrar un ejemplar eran pocas. Cuando las esperanzas se estaban diluyendo, escuchamos el canto nocturno de la misteriosa ave y todos salimos en el medio de la noche, cada uno con su equipo, cámaras, micrófonos, linternas. Esos segundos en los que logramos captar al urutaú en el medio de la noche y que forman parte de la escena nocturna del capítulo “Ardea” tienen un valor especial para nosotros.

Pero hay muchas: el mar rosado de flamencos a las seis de la mañana en la Laguna de Rocha, los vampiros de las cuevas, la musurana negra, los venados de campo y los ñandúes, el momento en que el cuervo alimentaba a las crías recién nacidas, entre muchas escenas que nunca olvidaremos.

En la serie se busca con frecuencia el vínculo de los ambientes o los animales con las raíces indígenas de esta tierra. ¿Por qué les interesaba hacer hincapié en este aspecto?

En primer lugar, pensamos que el vínculo que los pueblos originarios de América tienen con la naturaleza está muy alejado de la cosmovisión eurocentrista, probablemente marcada por el fin del oscurantismo y la colocación del hombre en el centro del universo. Nos parece fundamental rescatar en la serie ese sentir ancestral, esas raíces y esa relación que nos lleva también a cuestionar el antropocentrismo heredado culturalmente y volver a ver al ser humano como parte de su entorno, de su hábitat natural. Creemos que nuestra historia reciente ha sido manipulada, tergiversada y que urge hacer todos los esfuerzos posibles por reconstruir la otra historia, la de nuestros pueblos originarios, que está latente, y el valor de su visión en el vínculo con la naturaleza.

Mencionan que están en la búsqueda de nuevas formas de comunicar la naturaleza. ¿Por qué creen que esto es necesario y cómo definirían esa búsqueda?

La naturaleza no es muda, a decir de [Eduardo] Galeano y debe cambiar la visión que tenemos de ella. Urge que el género documental de naturaleza alce la voz. Debe unirse a la lucha de Chico Mendes y de tantos otros que dieron la vida en defensa de la naturaleza. Vemos el arte como la herramienta principal para esto.

Es tiempo de voltear la mirada antropocéntrica, que es la dominante en la sociedad moderna y que mide el éxito en productividad sin tener mayores consideraciones por equidad y sustentabilidad. Voltear la mirada significa visibilizar a los demás seres que forman parte de nuestro planeta.

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