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Stanislas Dehaene y Héctor Cancela, el 21 de octubre, en el Paraninfo de la Udelar.

Foto: Gianni Schiaffarino

Con Stanislas Dehaene, honoris causa de la Udelar: “Hoy en día conocerse a uno mismo significa saber cómo funciona el cerebro”

14 minutos de lectura
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El investigador francés recibió el reconocimiento de la Universidad de la República y dio una charla magistral sin desperdicio sobre lenguajes, símbolos y otras singularidades de la mente humana de gran relevancia para conocer nuestro cerebro y para aplicar en la educación.

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“Es una eminencia en las ciencias neurocognitivas”, dijo el rector Héctor Cancela al abrir la ceremonia de entrega del título de doctor honoris causa al célebre investigador Stanislas Dehaene. La gente que colmaba el Paraninfo coincidía: se trata de uno de los científicos más relevantes de la actualidad en el estudio de los símbolos, los lenguajes naturales, matemáticos, espaciales, musicales y demás, de qué es la conciencia y cómo estudiarla, y además sobre cómo aprendemos a leer o a adentrarnos en el mundo de las matemáticas. Pero, al mismo tiempo, lo de “eminencia” generaba cierta disociación cognitiva: para todos quienes tuvimos la fortuna de intercambiar palabras, Stanislas es un tipo sencillo y afable de esos a los que cuando los llaman “eminencia” se deshacen en una catarata de negaciones.

“Quienes lo conocen destacan en Dehaene una rara combinación de exigencia intelectual y generosidad científica. Es frontal y meticuloso, pero también curioso y abierto al diálogo interdisciplinario. Su pensamiento integra la lógica del matemático, el rigor experimental del neurobiólogo, la intuición del psicólogo y la creatividad del pedagogo”, ampliaba luego Juan Valle Lisboa, investigador de la Facultad de Ciencias, del Centro Interdisciplinario en Cognición para la Enseñanza y el Aprendizaje de la Udelar y del Centro de Investigación Básica en Psicología de la Facultad de Psicología.

“Su obra nos recuerda que comprender el cerebro humano no es sólo una tarea científica: es también un compromiso ético con la educación, la equidad y el conocimiento compartido. Por todo ello, y por la magnitud de su contribución al entendimiento de la mente y el bienestar de las sociedades, la Universidad de la República se honra hoy en reconocer a Stanislas Dehaene con el título de doctor honoris causa, como homenaje a una vida dedicada a revelar las bases neuronales del pensamiento y del aprendizaje humano”, decía Juan segundos antes de que la sala se llenara de sentidos y merecidos aplausos.

Abarcar la extensa carrera, aún prolífica, de Dehaene en unos pocos caracteres es casi una misión imposible. En su lugar, ofrecemos aquí una pequeña entrevista, recomendando que cada vez que puedan le den unos minutos a Dehaene, ya sea en sus múltiples libros, muchos de ellos disponibles en español gracias a la editorial Siglo Veintiuno, ya sea en entrevistas en medios escritos o audiovisuales, e incluso en sus artículos científicos. No se van a arrepentir. Dehaene siempre tendrá algo lúcido y refrescante para que atesoremos.

Sos un neurocientífico excepcional y tenés una gran carrera. Pero también has hecho un esfuerzo notable para que la gente comprenda la ciencia que vos y tus colegas vienen desarrollado. De hecho, publicaste varios libros maravillosos para el público general, como El cerebro matemático, ¿Cómo aprendemos? o La conciencia en el cerebro. Parece que para vos toda esa divulgación es tan importante como hacer ciencia. ¿Es así?

Bueno, creo que todos deberíamos saber sobre nuestro cerebro. Creo que es la parte más importante del cuerpo. Y también es, probablemente, el objeto más complejo del universo. Pero tenemos que aprender a vivir con él. La humanidad ha buscado constantemente comprenderse a sí misma. Ese era el famoso lema de los griegos: conócete a ti mismo. Creo que hoy en día conocerse a uno mismo significa saber cómo funciona el cerebro y, especialmente, cómo la ciencia cognitiva nos dice que funcionan los algoritmos del cerebro. Eso es lo que intento hacer. Creo que ayuda en la vida y, sobre todo, en la educación.

También te esforzaste mucho para que esa ciencia de las últimas décadas influyera en cómo enseñamos las matemáticas y a leer, al punto que impulsaste el Consejo Científico de la Educación Nacional, organismo del Ministerio de Educación de Francia que promueve la enseñanza basada en evidencia. ¿Creés que los científicos están preparados para seguir ese camino traslacional por el que tanto has hecho?

Diría que es un proceso lento. Pero ya está en marcha. Es el mismo tipo de transición que ocurrió en el siglo XIX cuando Claude Bernard introdujo el método fisiológico en la medicina. Hoy en día es imposible imaginar la medicina sin un fuerte vínculo con la investigación en biología. Creo que lo mismo está ocurriendo poco a poco en el ámbito educativo. Entendemos cada vez mejor cómo aprende el cerebro, qué significa aprender y, de paso, cómo podemos hacer que el aprendizaje sea más eficiente. Como resultado, existe un diálogo creciente entre el laboratorio donde realizamos estos hallazgos y el aula, donde podemos aplicarlos. Pero también podemos investigar en el aula. De hecho, es muy interesante para los científicos ver si lo que creemos entender en un contexto específico sigue funcionando en entornos de aulas reales.

Pero ¿creés que hay que empujar a los científicos a seguir ese camino traslacional?

Creo que hay que empujar a todos. Porque los científicos, sí, se sienten cómodos en su laboratorio sin tener que probar sus ideas en el mundo real. Pero los profesores también tienen que aceptar que el conocimiento está creciendo. No siempre se trata de confirmar lo que creían saber sobre la enseñanza. Así que todos debemos ser un poco humildes y aceptar que debemos investigar juntos.

Hoy en día, algunos de nosotros consideran que nuestro lugar como los seres más inteligentes de la Tierra se ve desafiado por la inteligencia artificial. Escribiste un capítulo de un libro sobre la posibilidad de que las máquinas pudieran desarrollar conciencia y en el que decís que buscabas “fomentar dicho progreso”. ¿Qué podría ganar la humanidad teniendo máquinas con conciencia?

En primer lugar, quiero retroceder un poco y hablar sobre la ciencia de la conciencia. Durante toda mi juventud y mi formación temprana pensé, como muchas otras personas, que la conciencia era un problema súper difícil y misterioso, que no tenía una solución fácil, y demás. Pero poco a poco me di cuenta de que no es cierto. Es uno de los problemas del cerebro, pero no es tan difícil de abordar porque disponemos de muchos paradigmas para estudiar la conciencia. Podemos estudiar la anestesia, el sueño y a pacientes con lesiones que conducen al coma. Podemos estudiar ilusiones visuales donde lo que se ve no es la realidad objetiva. Podemos estudiar a pacientes psiquiátricos con alucinaciones. Existen todos estos paradigmas para estudiar la conciencia, y la gente debería saber que es un problema muy concreto que la neurociencia está resolviendo progresivamente, creo, y por lo tanto no es tan difícil. Creo que es interesante saberlo. Dicho esto, la parte sobre las máquinas y la conciencia es mucho más especulativa. Todo el mundo se entusiasma con estas máquinas, pero aún están muy lejos de hacer lo que hace nuestro cerebro, y es una pregunta abierta si alcanzarán algún tipo de conciencia. No creo que sea imposible, en principio, porque creo que somos pequeñas máquinas, pero nuestra máquina ahí arriba es muy sofisticada y compacta, así que creo que aún estamos muy lejos de una máquina consciente. Pero, por supuesto, como científicos, intentamos proyectarnos hacia el futuro. La frontera entre la ciencia y la ciencia ficción siempre se ha ido modificando, así que podemos intentar reflexionar un poco. Principalmente, mi función ha sido moderar, creo, lo que se ha estado diciendo, que es que existe una ciencia de la conciencia y que la ciencia de las máquinas puede progresar hasta ese nivel.

Para quienes temen a la inteligencia artificial, que las máquinas logren tener conciencia podría ser aún más aterrador…

Incluso si no tienen conciencia, creo que es un verdadero problema. Debemos aceptar que nuestra máquina es muy buena, pero en principio tiene algunas deficiencias que podrían mejorarse con sistemas artificiales. Creo que ya es así. En cuanto a la memoria, estas máquinas tienen una mayor capacidad. Google, desde hace muchos años, supera nuestras capacidades humanas. Google Maps posee el conocimiento de toda la geografía, no hay un solo lugar en la Tierra que no haya sido mapeado. Esto supera con creces lo que los humanos podrían hacer. Y lo mismo ocurre con el ajedrez y los idiomas. Estas máquinas hablan 100 o 1.000 idiomas. Así que es un hecho que debemos aceptar. Creo que no deberíamos tener miedo, porque el propósito de estas máquinas es ayudar. Y nos están ayudando constantemente. Creo que hemos olvidado cómo era antes de estas máquinas. Los médicos están recibiendo ayuda, y creo que estos descubrimientos van a mejorar enormemente nuestra salud. Y en el futuro, podemos imaginar una colaboración entre humanos y máquinas que, creo, será especialmente útil para los pacientes. Por eso me interesa la neurociencia también, porque ayuda a los pacientes. Poder conectarse a una máquina que les proporcione más memoria o les permita moverse si están paralizados. En uno de mis libros muestro estos maravillosos avances que permiten ver incluso a personas ciegas, ya que estimulan la corteza visual y las personas ven una imagen. Es sólo el comienzo, pero empiezan a ver una imagen, aunque ya no tengan retina. Es extraordinario. Y creo que lo que hacen será más para el beneficio de la humanidad. Es como cualquier ciencia. Tenemos que asegurarnos de que siga siendo útil para la humanidad.

En un artículo reciente, junto con colegas, demostraste que en Francia, ya en los primeros cuatro meses de escuela, se daba una brecha de género en matemáticas. Es asombroso. ¿Están haciendo las escuelas lo contrario de lo que deberían hacer? En lugar de poner a todos a un mismo nivel, ¿ya en el cuarto mes están promoviendo un sesgo que afecta a la mitad de sus estudiantes?

Antes de contestar, un paréntesis. Estamos empezando. Pudimos detectarlo porque en Francia contamos con un sistema increíble que evalúa a cada niño. Por eso este trabajo fue bastante extraordinario, ya que contamos con toda la población francesa, 700.000 niños, cada año, durante cuatro años, a quienes les hacemos seguimiento. Por cierto, creo que lo recomendaría ampliamente para Uruguay. Creo que es muy útil para monitorear el progreso de los niños y detectar este tipo de problemas. Y como ustedes ya tienen el Plan Ceibal, será ideal poder hacer este tipo de cosas.

Ahora, yendo a lo que encontramos, sí, me sorprendió enormemente. Todos sabíamos que había una brecha, que las chicas se involucran menos con las matemáticas que con otras disciplinas. Pero creo que aprendimos dos cosas. La primera es que, hasta que entran a la escuela, no hay diferencia. El promedio es exactamente el mismo. Eso es muy importante. Algunos pensaban que había un sesgo innato, que las niñas no son buenas para las matemáticas. Eso no es cierto. Esta investigación, y muchos otros datos, excluyen esa idea por completo.

Por otro lado, también se rechaza la idea de que toda la sociedad está sesgada y que muy muy lentamente acumulamos estos sesgos. No, hay un punto muy crítico, que es el ingreso a la escuela, donde las niñas de repente se desaniman un poco a estudiar matemáticas y no se involucran. Así que es una sorpresa. Significa que hay algo que hacemos colectivamente en el sistema escolar en lo que debemos trabajar. No es necesariamente sólo culpa de los educadores. También podrían ser los padres, que envían a sus hijos a la escuela, pero creen que es menos importante que las niñas estudien matemáticas. Hoy desconocemos la causa, pero conocemos el lugar y el momento en que surge la brecha de género, lo que significa que quizás tengamos un poco más de margen para actuar. Pero es realmente decepcionante. En Francia tenemos el lema Igualdad, Libertad, Fraternidad. Bueno, en lo que refiere a la igualdad, lamentablemente somos uno de los peores países en cuanto a igualdad social. Tenemos enormes brechas de género. Tenemos enormes brechas sociales. A los niños de familias pobres, ya sean niños o niñas, les va peor que a las personas de familias de clase alta. Esto es, estoy de acuerdo contigo, intolerable, porque el objetivo de la escuela debería ser educar a todos y llevarlos a un nivel superior. Los elevamos un poco, pero es más bien de forma muy desigual. Hay una brecha enorme entre los niños.

Y eso pone una gran presión a los maestros de primer año, ¿no?

El sistema está haciendo algo. No sabemos realmente si los profesores, individualmente, son responsables o no. Sabemos que hay gestos pedagógicos que pueden tener un ligero sesgo de género. Por ejemplo, es posible que, espontáneamente, los profesores llamen a un niño cuando se trata de un problema de matemáticas y a una niña cuando se trata de un problema de lenguaje. Así que podemos decirles que deben evitar eso y tratar a todos con neutralidad. También sabemos que una solución son los modelos a seguir. De hecho, según nuestras estadísticas, en las aulas donde la primera de la clase en matemática era niña, había menos brecha de género. Entonces, significa que si puedes mostrar que allí están esas chicas a las que les va fantásticamente en matemáticas, si hay una chica que ganó una medalla en matemáticas, las chicas pueden sentirse atraídas.

Los varones también tienen problemas con las matemáticas. Por lo que leí, sucede en Francia, donde están bajando las puntuaciones en las evaluaciones, y lo tenemos aquí también en Uruguay. Has estudiado cómo vamos aprendiendo las matemáticas y, como decís, tenemos nociones matemáticas innatas. También has dicho que a veces el problema es que al enseñar las matemáticas no partimos de eso que ya traemos.

Sí, mi trabajo ha ido mostrando que hay intuiciones muy fuertes que son una especie de protomatemáticas, porque preceden a las matemáticas, pero que le permiten al niño crear las matemáticas. Pongo un ejemplo. Los niños tienen una intuición geométrica muy fuerte. Cuando dibujan, incluso a los tres años, empiezan a usar formas geométricas para abstraerse del mundo exterior. Usan un círculo para una cara y un cuadrado para una casa. Y a nadie le sorprende, pero eso es fenomenal. Significa que han abstraído todos los detalles y han ido directamente a la forma absoluta. Incluso acabamos de demostrar que tienen la capacidad de comprender una gráfica. Si bien las gráficas son una invención reciente, su fundamento radica en la capacidad de comprender una curva y cómo varía. Los niños pequeños conocen la continuidad, la tendencia y la curvatura, así pues, la derivada y la aceleración, intuitivamente, desde el principio. La clave es que, al enseñar matemáticas, no debe uno divorciarse de estas intuiciones tempranas. Se deben aprovechar estas intuiciones tempranas de forma muy progresiva. Muy a menudo presentamos las matemáticas como un objeto muy abstracto con pocos símbolos. Por ejemplo, decimos 1, barra, 2, y eso es la mitad. Y los niños no entienden en absoluto qué significa. Si se avanza mucho más despacio, en una especie de espiral, y los símbolos aparecen al final, pero todas las intuiciones vienen primero, y luego se llega a los símbolos, se obtendrán mejores resultados.

En una entrevista dijiste que “la sociedad está evolucionando en una dirección” que muchas veces puede ser “incompatible con las necesidades del cerebro”…

¿Dije eso? No estoy seguro del contexto.

Hablabas de que nuestros cerebros tienen necesidades que no siempre la vida contemporánea contempla. Como respetar el sueño, o estimular con el lenguaje a los niños y niñas pequeños, algo que el celular, decías, interrumpe en algunos casos.

Volvemos al punto de partida, creo que deberíamos saber qué necesita nuestro cerebro. Por ejemplo, le prestamos atención a la nutrición, pero existen otras necesidades básicas del cerebro que no atendemos tanto. De hecho, podemos enumerar al menos dos. Una de ellas es la necesidad de contacto social. Nuestro cerebro está sumamente ansioso por compartir socialmente, y los niños pequeños buscarán a otros, padres o maestros, para ver qué tienen que aprender. Tenemos un mecanismo llamado atención compartida. Así que miro tus ojos, miro hacia dónde mirás, sigo tu mirada y entiendo que esto es importante y que esto no lo es. Existe una actitud pedagógica en la especie humana, que no encontramos en otras especies animales. Así que, sin duda, deberíamos proporcionar esa atención. De hecho, los padres que se pasan todo el tiempo mirando el celular pierden una gran oportunidad, privan a sus hijos de la estimulación que su cerebro espera. Es muy importante mencionar esto. Desde el nacimiento y durante el primer año de vida, el niño parece no hacer mucho, pero en realidad, siempre que reciba estimulación, ya está aprendiendo el lenguaje con mucha eficiencia. Si se le priva del lenguaje porque los padres no le hablan lo suficiente, tenemos una situación dramática. Hay un período crítico, aproximadamente durante los primeros 18 meses de vida, en el que el niño necesita una estimulación lingüística muy intensa. Esa es una de sus necesidades.

La otra gran necesidad del cerebro que muchas veces no se tiene en cuenta en su real dimensión es el sueño. Creo que ese es un descubrimiento muy importante de la neurociencia. Dormir no sólo sirve para reponer los fluidos corporales ni nada parecido, sino que realmente se trata de aprender. Aprendemos mientras dormimos. Repasamos lo aprendido durante el día, y si no dormimos bien, esto puede provocar aparentes déficits, como déficit de atención y de aprendizaje, que en realidad mejoran al dormir mejor. Por eso, los padres también deberían prestar mucha atención a esto. Todos deberíamos prestar atención, también aplica a los adultos. Dormir bien es importante para un buen envejecimiento.

Esta no es tu primera vez en Uruguay. Supongo que, dada tu carrera científica, no te faltan invitaciones para ir prácticamente a cualquier lado. ¿Por qué tantas veces venir por aquí?

En primer lugar, tengo muy buenos amigos aquí. En segundo lugar, siempre me ha impresionado la acogida de mis libros en Latinoamérica. Tengo un editor muy bueno en Buenos Aires. Me alegró mucho ver esta conexión entre Francia y Latinoamérica y cierto entusiasmo por aprender de los descubrimientos, especialmente en el ámbito educativo. Hace muchos años, varios científicos crearon la Escuela Latinoamericana de Educación, Ciencias Cognitivas y Neurales, y creo que participé en casi todas, porque aquí hay un gran anhelo por una buena educación. Se presta atención a las necesidades de los niños, y creo que hay un gran margen de progreso. Uruguay no lo está haciendo tan mal, pero, en general, América Latina está bastante rezagada en las comparaciones internacionales en materia de educación. Así que creo que aquí hay tanto una actitud muy agradable y acogedora como también la necesidad de hacer mucho más por los niños. Por eso vengo.

¿Qué se siente recibir un honoris causa de la Universidad de la República?

Es maravilloso. Me encanta.

¿Un investigador de tu trayectoria y renombre no se termina acostumbrando a recibir este tipo de distinciones?

No, no. Es un gran honor estar aquí. Entiendo que también es una excusa para invitarme y que dé mis conferencias, así que es una forma de crear más estimulación intelectual.

De tus trabajos surge además la evidencia de que nuestros cerebros tienen más cosas en común que diferencias. Dar una charla en Uruguay sobre cómo leemos o aprendemos matemáticas es tan relevante como darla en cualquier otra parte.

Tengo una perspectiva completamente universalista sobre el cerebro. Creo que, en general, tenemos el mismo cerebro. Tendemos a sobreestimar las diferencias, pero todos somos miembros de la especie Homo sapiens, lo que significa que tenemos una misma arquitectura cerebral. Por ejemplo, pensemos en cómo aprendemos a leer. Podríamos haber pensado que aprender a leer aquí, en Japón y en Francia sería diferente, pero no, en absoluto, siempre es el mismo circuito cerebral. Y lo mismo podría decirse del lenguaje hablado, de las matemáticas, de la música. Tenemos arquitecturas cerebrales universales. Por eso, como científicos, nos encanta colaborar entre países y descubrir que podemos arrojar luz sobre nosotros mismos. Lo que se hace aquí es relevante para lo que sucede en Francia y para lo que sucede en Japón. Espero que este mensaje se transmita, porque hoy en día la gente tiende a estar muy dividida por la política, el idioma y la religión. Es una locura. Deberíamos pensar más juntos, porque todos tenemos mentes muy similares. Podrán decir que es un mensaje muy ingenuo…

Pero es esperanzador, más aún si miramos el contexto mundial.

Sí, es esperanzador. Recientemente se logró la paz en Gaza. Hemos estado mirando hacia Gaza con mucha tristeza durante los últimos dos años. Y se puede ver que los conflictos son universales, todos reaccionan con enojo hacia el otro. Pero también vemos que cuando llegó el anuncio del cese del fuego, en el mismo periódico, en un lado se veía a gente de Palestina feliz y riendo, y al lado se veía gente en Israel feliz y riendo, ambos con el mismo cerebro y el mismo mecanismo psicológico. ¿Por qué no podemos llegar a ese punto primero? ¿Por qué tenemos que vivir dos años de destrucción, destruyendo alocadamente el planeta y todo lo que hay? Espero que nuestra ciencia pueda ayudarnos a considerar, desde una perspectiva más amplia, que somos muy muy similares. Creo que cuanto más aprendemos, más debemos darnos cuenta de que debemos buscar mecanismos internacionales y mecanismos educativos que expliquen esto a los niños y que ayuden a crear un mundo más unido. Esa es mi esperanza.

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