Definir un plan de acción contra una especie de insecto que ingresa a una región o país requiere en primer lugar entender si estamos ante un insecto que podamos considerar plaga. Hay muchas definiciones de plaga, pero la más general podría ser que una plaga es todo aquel organismo que entra en conflicto con los intereses de nosotros, los humanos. De esta forma, definir si un organismo es una plaga depende de nuestros intereses.
Combatir una plaga requiere muchos recursos. Erradicarla, algo que en el caso del picudo rojo sabemos que es casi imposible en un país continental, lo hace no sólo extremadamente costoso, sino prácticamente inviable. De esta forma, debemos ponderar si para proteger nuestros intereses vale la pena pagar el costo económico de hacerlo.
Para una persona, la decisión es fácil. Proteger las palmeras que plantó un pariente hace 100 años con el método más eficiente en el momento actual le puede costar unos cientos de dólares al año. Pero dado que el picudo rojo no se va a ir, deberá saber que deberá hacer ese esfuerzo por las décadas de vida que le reste a la palmera. Si no se necesita el dinero para otros fines, el precio a pagar por ver a la palmera viva puede ser aceptable. Sin embargo, para cualquier institución con intereses diversos, o para la sociedad en su conjunto, esa ponderación es más compleja. El costo de salvar sólo a algunos grupos de palmeras fácilmente llega a decenas o centenas de miles de dólares. Se rozan los millones si se piensa en trabajos regionales. Siempre se puede tomar la opción de salvar aquellas palmeras que tengan extremo valor paisajístico, ornamental o patrimonial, aceptando pagar el costo que eso conlleva, que puede ser alto y sostenido en el tiempo. Es necesario cuestionarnos si es correcto presionar para que se asuma el costo de salvar a todas las palmeras, cuando entre ellas hay algunas que podrían llegar a considerarse invasoras.
En definitiva, ¿vale la pena salvar a las palmeras? A algunas sí, a todas no. Con el término palmeras en Uruguay nos referimos a diferentes especies vegetales, tanto nativas como exóticas. La más atacada por el picudo rojo es la palmera canaria, una especie exótica que se ha naturalizado, ya que llega a reproducirse en nuestras condiciones. Incluso se puede llegar a discutir si la palmera canaria no es una especie exótica invasora. Ha abandonado nuestras plazas y parques, multiplicándose en nuestros campos. Es fácil de ver cómo lo hace en los costados de nuestras rutas. En los alambrados vemos las nuevas palmeras canarias brotando, ya que allí es el lugar donde no llega el ganado a comerse los renuevos.
En nuestra ponderación de si el picudo es plaga, definimos razonablemente que lo es, pero quizás no hayamos considerado que era una pelea entre una palmera invasora y un picudo invasor. En ese enfrentamiento, tomamos partido por la palmera. Debemos rever esta posición, ya que la situación está cambiando y hay otro factor en juego: nuestras palmeras nativas ya están siendo afectadas.
Nativas y exóticas
Para vislumbrar qué va a pasar con nuestras palmeras nativas, hay que entender que la palmera canaria, que es altamente atacada, y nuestras palmeras tienen historias evolutivas muy diferentes en relación con su interacción con la plagas.
Las palmeras canarias pertenecen al género Phoenix, que se distribuye en un arco que va desde el sureste asiático hasta las islas Canarias. La especie Phoenix canariensis es endémica de las Canarias, donde no hay registros de picudos nativos que afecten a las palmeras comparables con el picudo rojo. Para la palmera canaria era una mala combinación: el picudo es nativo de un área con palmeras del género Phoenix, pero la palmera canaria Phoenix canariensis, al ser endémica de una isla sin picudos, estaba probablemente sin defensas. Por lo tanto, era de esperar que la palmera canaria fuera susceptible al ataque de picudos. Cuando en 2005 el picudo rojo llegó a las islas Canarias, causó una elevada mortandad. Lo mismo está pasando en Uruguay, otro sitio con una alta densidad de palmeras canarias.
Por el contrario, nuestras palmeras nativas evolucionaron con presencia de picudos. De esta forma, es de esperar que tengan alguna defensa contra ellos. En nuestra región hay varios picudos de las palmeras bien conocidos, que atacan a nuestras palmeras nativas. Es probable que nuestras palmeras nativas tengan mejores defensas contra los picudos –entre ellos el picudo rojo– que la palmera canaria.
¿Cómo afecta el picudo rojo a nuestras palmeras nativas?
Si bien nuestras palmeras evolucionaron junto a picudos que las atacan, pensar que a las nativas no les va a ocurrir nada es un error que no se condice con la complejidad de la interacción entre las plantas y los insectos, y cómo estos se convierten en plagas. Aunque los insectos no provoquen lesiones en los tejidos que desemboquen en la muerte de las palmeras, crean las condiciones para que otros organismos aparezcan secundariamente y sean la causa final de la muerte.
Ya se están registrando muertes de palmeras nativas en Montevideo y zonas aledañas, más allá de la mortandad basal que siempre ocurre. Estas muertes se han producido en las dos especies que forman nuestros palmares nativos: Butia odorata y Butia yatay. No son casos aislados: hay zonas donde la mortalidad se está evidenciando a nivel poblacional.
Palmeras Butia odorata en Sayago. La del centro está muerta y se encuentra flanqueada por dos aún vivas.
Foto: Martín Bollazi
Lo más preocupante es que sólo unas pocas parecen morir por picudo rojo. La mayoría de las palmeras Butia mueren sin que se observen lesiones de envergadura en los tejidos que puedan ser consideradas causal de muerte. No sabemos por qué se mueren, sólo tenemos el correlato: las Butia senecen y mueren en las zonas donde existen palmeras canarias atacadas por el picudo rojo. Sólo se puede especular qué está ocurriendo.
Existe la posibilidad de que el picudo rojo vectorice una enfermedad o de que al provocar heridas permita la entrada de un patógeno que está en el ambiente o la combinación de ambas causas. Puede ser una enfermedad introducida o una nativa. En nuestros palmares hay enfermedades que afectan a las butiá, y esa es una causa de mortandad natural. Lo que se está apreciando en la zona sur con presencia de picudo es un aumento muy apreciable de palmeras Butia muertas con sintomatología de enfermedad respecto de lo que ocurría hasta hace dos años.
En Brasil se ha reportado una enfermedad de palmeras butiá que ingresa por heridas en el tejido y que también se conoce por atacar a las palmeras canarias. El agente causal de esta enfermedad también está en Uruguay de manera natural. Sin embargo, aún no se ha constatado que esta sea la causa de lo que ocurre aquí, pero se deja claro que existe la probabilidad real y tangible de que una enfermedad ataque a nuestras palmeras nativas y de que esto se podría relacionar con la presencia del picudo rojo atacando palmeras canarias en la misma área.
Una enfermedad que ataque a nuestras palmeras nativas es más preocupante que la muerte por picudo rojo. Existen métodos bien definidos para proteger a una palmera de insectos, pero poco se conoce sobre el manejo de enfermedades en palmeras. En muchos casos no se puede hacer nada.
Perder tiempo no es una opción. Ya no es una pregunta abierta si las palmeras nativas van a ser afectadas: ya parece estar ocurriendo. Ahora sólo resta tomar la mejor decisión posible con las pocas herramientas que se tienen.
Dos escenarios de manejo para salvar a las palmeras
En Uruguay tenemos dos escenarios de manejo de la plaga que son bien claros.
El primer escenario es en la zona sur, donde hay picudo rojo establecido. No es económica ni operativamente viable erradicar (o sea, hacer desaparecer) al picudo rojo en las zonas urbanas del sur del país donde se ha establecido, y es casi inevitable que diezme a las palmeras canarias. Además, vamos a perder muchas de las palmeras nativas butiá en dichas zonas urbanas. En estas zonas es muy relevante seguir combatiendo al picudo para bajar su población.
El segundo escenario de manejo es el más importante y prioritario: frenar su expansión hacia las zonas libres de picudo y, sobre todo, hacia las zonas donde se encuentran los palmares. Cuando el picudo rojo invadió el Mediterráneo, la probabilidad de ataque aumentaba con la densidad de palmeras canarias, ya que, al ser el hospedero más susceptible, creaba los focos por los que se incrementaban las poblaciones de picudo rojo y aumentaba su dispersión, matando de esa forma a las palmeras datileras y otras especies. Nosotros tenemos el mismo escenario: una zona en el sur altamente afectada por el picudo rojo y dos ecosistemas de palmares, uno en el este con Butia odorata y otro en el litoral norte con Butia yatay, aún sin picudo rojo, pero con palmeras canarias que conectan la zona sur del país con esos dos palmares protegidos a través de nuestras rutas y pueblos. Más aún, nuestros palmares nativos son un continuo con palmares de Brasil y Argentina. Si el picudo llega a nuestros palmares, es la vía natural por la que ingresará a nuestros países vecinos.
Reducir o eliminar las palmeras canarias localizadas entre la zona sur del país y los palmares, y en sólo algunas áreas clave de nuestras rutas y pueblos, es una opción definitiva, operativamente realizable y con costos razonables. Eso no va a evitar que una persona inadvertidamente transporte una hembra grávida de picudo en su vehículo, o que una persona irresponsable mueva una palmera entre la zona sur del país y la zona este o el litoral norte, pero va a evitar que se trasladen poblaciones enteras de picudo rojo.
Tampoco sabemos que va a pasar con nuestros palmares si llega el picudo rojo o facilita que se expresen enfermedades en nuestras butiá. La estructura etaria y condiciones de las palmeras en los palmares es diferente a las del entorno urbano. Pueden llegar a ser resistentes o, lo que sería peor, más susceptibles. Quizás no valga la pena correr el riesgo de esperar la respuesta.
En definitiva, sería recomendable cambiar la estrategia y cómo ponderamos lo que se debe proteger. Preservar la palmera canaria no puede ser el objetivo, sino proteger a nuestras palmeras nativas. La palmera canaria debe ser vista como lo que es: una especie de palmera exótica que actúa como principal hospedero, provocando que las poblaciones de picudo rojo crezcan de forma desmedida y se dispersen. Este escenario parece incrementar la mortandad de palmeras butiá y abre la interrogante de qué pasará en el futuro. En este punto debe primar el principio de precaución en relación con las palmeras nativas, aunque implique reducir o eliminar las palmeras canarias de algunas áreas.
Martín Bollazzi es profesor agregado de Protección Forestal en la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República e investigador Nivel II del Sistema Nacional de Investigadores.
La incógnita de la llegada
No se sabe cómo ingresó el picudo rojo a nuestro país. La aparición repentina en 2022 en varios puntos es un indicio de que seguramente estaba en el país mucho antes de esa fecha. ¿Por qué no se lo detectó antes de 2022 en la pocas palmeras que debían haber sido atacadas por esa población invasora inicial? Uno de los principales problemas con los insectos invasores que se transforman en plaga es que su detección se produce recién cuando la sintomatología del ataque ya es evidente, y eso ocurre, por lo general, en estados avanzados de la invasión. A inicios de 2022 se lo encontró en sitios muy distantes, situados a varios kilómetros –si no decenas– de distancia. La sintomatología eran palmeras muertas. Una palmera muerta indica un ciclo completo del picudo, lo que lleva aproximadamente un año.
Investigadores de Brasil publicaron que en diciembre de 2021 se había transportado una palmera canaria desde Uruguay, a través de Rio Grande do Sul, y que esta llegaba hasta San Pablo. En ella se detectó la presencia de picudo rojo. De ser cierto, esto confirma que el insecto estaba en Uruguay desde mucho antes de 2022. Por fortuna, no se constataron brotes en la palmeras nativas de Brasil luego de ese caso aislado.
Nadie tiene la responsabilidad de no haberlo visto cuando llegó a Uruguay. La sintomatología provocada por el picudo rojo es idéntica a la sintomatología provocada por un picudo nativo, el picudo negro de las palmeras Rhynchophorus palmarum, que no sólo ataca a nuestras palmeras nativas, sino también a la palmera canaria. Hace más de 15 años, en el litoral norte del país se registró una elevada mortandad de palmeras canarias debido a nuestro picudo negro. En los últimos años, se ha evidenciado también un aumento de las muertes de palmeras canarias por nuestro picudo nativo. Las palmeras que se ven muertas al costado de la ruta 3, al norte del río Negro, han sido diezmadas por el picudo negro, no por el picudo rojo invasor, el cual parece no haber pasado el río Negro. En Montevideo también han ocurrido muertes por la actividad del picudo negro nativo. En definitiva, es factible que la sintomatología provocada por las poblaciones invasoras iniciales de picudo rojo se haya confundido con la actividad de nuestro picudo negro nativo, lo que impidió tomar acciones tempranas de contención.